Ciudad
del Vaticano, 16 enero 2015
(VIS).-Por la tarde, sobre las 17.00 hora local, el Papa se ha
desplazado hasta el ''Mall of Asia Arena'' para llevar a cabo el
encuentro con las familias, la tercera etapa en la capital filipina.
Ha recorrido seis kilómetros, esta vez utilizando el papamóvil que
le ha permitido ir saludando a la multitud de fieles que encontraba
por el camino. El ''Mall of Asia Arena'' es el Palacio del deporte
cubierto de la ciudad. Inaugurado en 2012 y con una capacidad para
veinte mil personas, pertenece a la cadena de centros comerciales SM
que ha retransmitido en directo el encuentro del Papa con las
familias en todas las salas de cine que posee. Los cantos,
testimonios, lecturas y ofrenda de flores al Santo Padre han sido los
momentos culminantes del encuentro en el que Francisco ha dirigido
unas palabras a los presentes.
''Estimadas
familias,
Queridos
amigos en Cristo
Muchas
gracias por vuestra presencia aquí esta noche y por el testimonio de
vuestro amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a monseñor Reyes,
Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus palabras
de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que
han presentado sus testimonios y han compartido su vida de fe con
nosotros.
Las
Escrituras rara vez hablan de san José, pero cuando lo hacen, a
menudo lo encuentran descansando, mientras un ángel le revela la
voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio que acabamos
de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino
dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos
vosotros, y reflexionar sobre el don de la familia.
A
José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En
este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de
nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos
habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en
nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón.
Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente
en el Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que
me gustaría que considerásemos: descansar en el Señor, levantarse
con Jesús y María, y ser una voz profética.
Descansar
en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras
mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a
las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el
descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que
podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide. José
fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo
de María. Como cristianos, también vosotros estáis llamados, al
igual que José, a construir un hogar para Jesús. Le preparáis un
hogar en vuestros corazones, vuestras familias, vuestras parroquias y
comunidades.
Para
oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús,
debéis ser capaces de descansar en el Señor. Debéis dedicar tiempo
cada día a la oración. Es posible que me digáis: Santo Padre, yo
quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos;
además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para
dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos
la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros.
Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración,
lograremos muy poco.
Descansar
en la oración es especialmente importante para las familias. Donde
primero aprendemos a orar es en la familia. Allí conseguimos conocer
a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de
la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar,
a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas.
Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para
encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso
es tan importante rezar en familia. Por eso las familias son tan
importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia.
Crecer
con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso
con el Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez
prolongar. Pero, al igual que san José, una vez que hemos oído la
voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar. La fe no nos
aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él.
Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la
preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo.
Del
mismo modo que el don de la sagrada Familia fue confiado a san José,
así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en
el plan de Dios. El ángel del Señor le reveló a José los peligros
que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y
luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios
nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias
para protegerlas de cualquier daño.
Las
dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí,
en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos
de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la
separación de las familias a causa de la migración y la búsqueda
de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares.
Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras,
en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida
que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la
moral cristiana. La familia se ve también amenazada por el creciente
intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del
matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la
falta de apertura a la vida.
Nuestro
mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros.
Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza
y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo
y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una
amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan
Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia. Así pues,
¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro
país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los
sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no
le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y
atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la
sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte
natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana
viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María,
y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.
Por
último, el Evangelio que hemos escuchado nos recuerda nuestro deber
cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José
escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a
cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el
plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la sagrada
Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de
modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y
gracia. Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en
sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se
convierten en una bendición para nuestro mundo. El amor de Dios se
hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas
obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al
hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido
en el bautismo.
Durante
este año, que vuestros obispos han establecido como el Año de los
Pobres, os pediría, como familias, que fuerais especialmente
conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús.
Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a
nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Os pido además que os
preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de los
ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca
aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no
los olvida. Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material,
tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad
de su Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús,
llevadlo al mundo y dad el testimonio de vuestra vida familiar.
Queridos
amigos en Cristo, sabed que yo rezo siempre por vosotros. Rezo para
que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que
este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la
Iglesia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé
frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su
amor misericordioso. Por favor, rezad también por mí, porque
necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con
ellas''.
Al
términe del encuentro, el Papa ha regresado en coche a la nunciatura
apostólica en Manila. Una vez allí, Francisco cenó en privado y se
retiró a descansar.
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