Ciudad
del Vaticano, 17 junio 2014
(VIS).- El Papa Francisco ha recibido esta mañana en audiencia a los
miembros del Consejo Superior de la Magistratura italiana a los que
ha expresado su estima por la actividad que desempeñan ''finalizada
-ha dicho- al buen funcionamiento de un sector vital de la
convivencia social''. También se
ha excusado con ellos por no haberlos recibido el pasado lunes 9 de
junio -cuando estaba fijado el encuentro- ya que como ha explicado él
mismo: “A media mañana me encontré mal, me subió la fiebre y
tuve que anular todas las citas. Lo siento''.
El
aspecto ético del trabajo de magistrado ha sido el primer punto del
breve discurso del Santo Padre, que ha puesto de relieve como en
todos los países las normas jurídicas ''están destinadas a tutelar
su libertad e independencia para que pueda cumplir con las necesarias
garantías su importante y delicada tarea...respondiendo
adecuadamente al encargo que la sociedad les confía y manteniendo
una imparcialidad irrebatible''.
La
independencia del magistrado y su objetividad de juicio ''requieren
-ha proseguido- una aplicación atenta y puntual de las leyes
vigentes. La certeza del derecho y el equilibrio de los diversos
poderes de una sociedad democrática encuentran su síntesis en el
principio de legalidad, en nombre del cual el magistrado actúa. Del
juez dependen decisiones que repercuten no solamente en los derechos
y los benes de los ciudadanos, sino que atañen a su misma
existencia''.
El
Papa ha citado algunas de las cualidades intelectuales, psicológicas
y morales que debe poseer cualquier representante de la magistratura
y que den garantía de fiabilidad, destacando entre ellas de forma
específica la prudencia, que ''no
es una virtud para quedarse quieto, para decir : 'Yo soy prudente y
me paro.'' '¡No!. Es una virtud de gobierno, para sacar adelante
las cosas, la virtud que lleva a sopesar con serenidad las
razones de derecho y de hecho que deben estar en la base del juicio.
Se tendrá más prudencia cuando se posea un equilibrio interior,
capaz de dominar el influjo derivado del carácter propio, del propio
punto de vista, de las propias convicciones ideológicas''.
La
sociedad italiana espera mucho de la magistratura, ha señalado el
Pontífice, sobre todo en un contexto como el actual ''caracterizado,
entre otras cosas, por la aridez progresiva del patrimonio de valores
y de la evolución de las estructuras democráticas''. Y ha exhortado
a los magistrados a ''no decepcionar las legítimas expectativas de
la gente'' y a esforzarse siempre en ser ''un ejemplo de integridad
moral para toda la sociedad''.
Por
último ha recordado la figura de dos magistrados ilustres, la de
Vittorio Bachelet, que estuvo al frente del Consejo Superior de la
Magistratura en tiempos muy difíciles, víctima del terrorismo
durante los llamados ''años de plomo'' y la del joven juez, Rosario
Livatino, asesinado por la Mafia y cuya causa de beatificación está
en curso. ''Ofrecieron -ha concluido- un testimonio ejemplar del
estilo propio del fiel laico cristiano; leal a las instituciones,
abierto al diálogo, firme y valiente cuando se trata de defender la
justicia y la persona humana''.
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