Ciudad
del Vaticano, 11 junio 2014
(VIS).- ''Con el don del temor de Dios, del que hablamos hoy -ha
dicho el Papa en la Audiencia General-, concluye la serie de los
siete dones del Espíritu Santo. Ese don no significa tener miedo de
Dios -ha destacado-: sabemos bien que Dios es nuestro Padre, que nos
ama y quiere nuestra salvación, nos perdona siempre, ¡así que no
hay razón para tenerle miedo! El temor de Dios, sin embargo, es el
don del Espíritu que nos recuerda lo pequeños que somos ante Dios y
su amor, y que nuestro bienestar llega cuando nos abandonamos en sus
manos con humildad, respeto y confianza''.
''Cuando
el Espíritu Santo mora nuestros corazones, nos da consuelo y paz...
En ese momento, comprendemos cómo el temor de Dios llega a nosotros
en forma de docilidad, gratitud y alabanza llenando nuestros
corazones de esperanza''. Francisco ha comentado al respecto que
cuando no entendemos el plan de Dios nos damos cuenta de que no
podemos asegurarnos la felicidad y la vida eterna. ''Es sin embargo
en la experiencia de nuestras limitaciones y nuestra pobreza, -ha
dicho- cuando el Espíritu Santo nos consuela y nos hace sentir que
la única cosa importante es ser guiados por Jesús hacia los brazos
de su Padre''.
El
Papa ha explicado la necesidad de un don que ''nos hace ser
conscientes de que todo viene de la gracia y de que nuestra fuerza
real está únicamente en seguir al Señor Jesús y en dejar que el
Padre derrame sobre nosotros su bondad y su misericordia... El temor
de Dios, por lo tanto, no nos convierte en cristianos tímidos y
sumisos, sino que ¡genera en nosotros coraje y fuerza! Es un regalo
que nos convierte en cristianos convencidos, entusiastas, ¡que no
son sumisos al Señor por miedo, sino porque se mueven y se dejan
seducir por su amor!''.
El
temor de Dios es también ''una advertencia ante el pecado'', porque
''cuando vamos por mal camino, blasfemando contra Dios, explotando a
los otros, con tiranía, y cuando se vive sólo por el dinero, la
vanidad, el poder y el orgullo, nos avisa que así no seremos felices
y terminaremos mal. ''¿Creéis que una persona corrupta será feliz
en el más allá? -ha preguntado el Pontífice- No, todo el fruto de
su corrupción ha adulterado su corazón y le será difícil
presentarse ante el Señor''. Con estas palabras ha recordado a todos
aquellos que se benefician del tráfico de personas, del trabajo con
esclavos, o de la fabricación de armas. De estos últimos ha dicho
que no les interesa la Palabra de Dios porque ''fabrican la muerte,
son mercaderes de muerte y hacen mercancía de muerte'', y ha
manifestado el deseo de que ''el temor de Dios les haga comprender
que un día todo terminará y que tendrán que rendirle cuentas''.
Antes
de finalizar, Francisco ha leído una parte del Salmo 34: 'Este pobre
gritó y el Señor lo escuchó, y lo salvó de todas sus angustias.
El ángel del Señor hace sus rondas junto a los que le temen y los
guarda'. ''Pidamos al Señor -ha dicho- la gracia de unir nuestra voz
a la de los pobres para acoger el don del temor de Dios y poder
reconocernos, recubiertos de la misericordia y del amor de Dios, que
es nuestro Padre''.
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