Ciudad
del Vaticano, 31 de diciembre 2013 (VIS).-El
Santo Padre presidió el martes 31 a las 17.00 horas, en la Basílica
Vaticana, las primeras Vísperas de la Solemnidad de Santa María
Madre de Dios. Siguieron la exposición del Santísimo Sacramento, el
canto del tradicional himno 'Te Deum' en acción de gracias por la
conclusión del año civil, y la bendición eucarística.
“A medida que el año 2013 llega a
su fin -dijo Francisco en su homilía-, recopilamos, cómo en una
cesta, los días, las semanas, y los meses que hemos vivido, para
ofrecer todo al Señor. Preguntémonos valientemente: ¿cómo hemos
vivido el tiempo que Él nos ha dado? ¿Lo hemos usado principalmente
para nosotros, para nuestros intereses, o hemos sido capaces de
utilizarlo pensando en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado
para “estar con Dios”, en la oración, en el silencio, en la
adoración?”.
“Pensemos también en esta ciudad de
Roma como ciudadanos”, prosiguió el Pontífice. “¿Qué ha
pasado este año? ¿Qué está pasando y qué pasará? ¿Cómo es la
calidad de vida en esta ciudad? ¡Depende de todos nosotros! ¿Cómo
es la calidad de nuestra ciudadanía? ¿Este año hemos contribuido
con nuestra "pequeña parte", para que sea habitable,
ordenada, agradable? De hecho, el rostro de una ciudad es como un
mosaico cuyas piezas son todos los que viven allí. Claro que, quien
tiene autoridad tiene mayor responsabilidad, pero cada uno es
corresponsable, para bien o para mal.”
“Roma es una ciudad de belleza
única. Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. Sin
embargo, incluso en Roma hay tantas personas marcadas por miserias
materiales y morales, personas pobres, infelices, que sufren, que
apelan a la conciencia de todos los ciudadanos. En Roma tal vez se
nota mucho más este contraste entre el ambiente majestuoso y cargado
de belleza artística, y las dificultades sociales de los que hacen
un mayor esfuerzo. Roma es una ciudad llena de turistas, pero también
llena de refugiados. Roma está llena de personas que trabajan, pero
también de personas que no encuentran trabajo o realizan trabajos
mal pagados y a veces indignos; y todos tienen el derecho de ser
tratados con la misma actitud de aceptación y de equidad, porque
todo el mundo es portador de dignidad humana”.
“Es el último día del año. ¿Qué
haremos, cómo actuaremos el próximo año, para hacer un poco mejor
nuestra ciudad? La Roma del próximo año tendrá un rostro todavía
más hermoso si es más rica en humanidad, si es más acogedora y
amable, y si todos somos cuidadosos y generosos con los que están en
problemas, si trabajamos juntos con un espíritu constructivo y
solidario, por el bien de todos. La Roma del nuevo año será mejor
si no hay personas que la miran “desde lejos”, “como a una
postal”, que miran su vida sólo “desde el balcón”, sin
implicarse en tantos problemas humanos, problemas de hombres y
mujeres que, desde el principio hasta el final, nos guste o no, son
nuestros hermanos”.
“En esta perspectiva -reiteró el
Santo Padre-, la Iglesia de Roma se siente comprometida en dar su
propia contribución a la vida y al futuro de la ciudad, es su deber:
se siente comprometida a animarla con la levadura del Evangelio, y
ser signo e instrumento de la misericordia Dios”.
Al finalizar la celebración
Eucarística, el Papa salió a la Plaza de San Pedro para visitar el
Belén que se encuentra junto al obelisco.
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