Ciudad
del Vaticano, 17 diciembre 2013
(VIS).- Con motivo del octavo centenario de la muerte del Fundador de
la Orden de los Trinitarios, San Juan de Mata, y el cuatrocientos
aniversario de la muerte de san Juan Bautista de la Concepción,
reformador de la misma Orden, el Santo Padre ha enviado una carta al
Ministro General, el padre José Narlaly.
De
esta forma, Francisco ha querido unirse a ellos en su acción de
gracias a Dios Trinidad por estas figuras señeras para la Iglesia”
y asimismo hacerles “llegar este sencillo mensaje de aliento y
cercanía espiritual, con el deseo de que les sirva de estímulo y
compañía para avanzar con entusiasmo y decisión por el camino
espiritual que ellos trazaron para gloria del que es tres veces Santo
y bien de los que pasan por pruebas diversas”.
El
Papa ha recordado la vida ejemplar de los santos que, al recibir la
llamada de Dios, lo dejaron todo por los más necesitados. “Todos
estamos llamados a experimentar la alegría que brota del encuentro
con Jesús, para vencer nuestro egoísmo, -escribe- para salir de
nuestra propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias
que necesitan la luz del Evangelio”.
“Los
Trinitarios tienen claro, y de ello debemos aprender todos
-continúa-, que en la Iglesia toda responsabilidad o autoridad debe
ser vivida como servicio. De ahí que nuestra acción ha de estar
despojada de cualquier deseo de lucro o promoción personal y tiene
que buscar siempre poner en común todos los talentos recibidos de
Dios, para dirigirlos, como buenos administradores, al fin para el
que se nos han concedido; esto es, para aliviar a los más
desfavorecidos. Ése es el interés de Cristo, y por ello las casas
de vuestra Familia tienen la “puerta siempre abierta” para la
acogida fraterna”.
El
Papa les anima en su carta a “no dejar de imitar nunca a Cristo y,
con la fuerza de su Espíritu, entréguense con humildad a servir al
pobre y al cautivo. Hoy hay muchos... No busquen, por tanto, para sus
obras e iniciativas apostólicas otro fundamento que no sea “la
raíz de la caridad” y “el interés de Cristo”, que mi
predecesor, Inocencio III, consideró como los quicios esenciales de
este modo nuevo de vida que aprobaba con su autoridad apostólica”.
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