Ciudad
del Vaticano, 21 octubre 2013
(VIS).- “Doy gracias al Señor Jesús por los numerosos pasos que
las relaciones entre luteranos y católicos han dado en las última
décadas y no solo a través del diálogo teológico, sino mediante
la colaboración fraternal en múltiples ámbitos pastorales y,
especialmente, en el compromiso para progresar en el ecumenismo
espiritual”, ha dicho el Papa recibiendo esta mañana a los
delegados de la Federación Luterana Mundial y a los representantes
de la Comisión para la Unidad Luterano-Católica.
Precisamente
el ecumenismo espiritual constituye, de alguna manera, “el alma del
camino hacia la comunión plena y hace posible saborear de antemano
alguno de sus frutos, aunque imperfecto: a medida que nos acercamos
con humildad de espíritu al Señor nuestro, Jesucristo, estamos
seguros de acercarnos también entre nosotros y a medida en que
invocamos del Señor el don de la unidad, estamos seguros de que El
nos tomará por la mano y será nuestra guía”.
Este
año el diálogo teológico cumple cincuenta años y se acerca el
quinto centenario de la Reforma. Con ese motivo la Comisión para la
Unidad Luterano-Católica publica el documento “Del conflicto a la
comunión. La interpretación luterano-católica de la Reforma en
2017”.A ese propósito, el Papa ha subrayado la importancia para
todos de “confrontarse en diálogo sobre la realidad histórica de
la Reforma, sobre sus consecuencias y las respuestas que halló.
Católicos y luteranos pueden pedir perdón por el mal que se han
hecho unos a otros y por las culpas cometidas ante Dios, y, al mismo
tiempo, alegrarse por la nostalgia de unidad que el Señor ha
despertado en nuestros corazones y que nos hace mirar adelante con
esperanza”.
“A
la luz del camino de estas décadas y de tantos ejemplos de comunión
fraternal entre luteranos y católicos de los que hemos sido
testigos, confortados por la confianza en la gracia que nos da el
Señor Jesucristo - ha concluido- estoy seguro de que sabremos
proseguir nuestro camino de diálogo y comunión, haciendo frente
también a las cuestiones fundamentales, e igualmente a las
divergencias que surgen en ámbito antropológico y ético.
Ciertamente, las dificultades no faltan, ni faltarán; requerirán
una vez más paciencia, diálogo, comprensión recíproca, pero ¡no
nos asustamos!. Sabemos, como recordaba Benedicto XVI, que la unidad
no es en primer lugar fruto de nuestro esfuerzo, sino de la acción
del Espíritu Santo al que tenemos que abrir nuestros corazones con
confianza para que nos lleve por la senda de la reconciliación y la
comunión”.
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