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lunes, 8 de abril de 2013

EN SU TOMA DE POSESIÓN COMO OBISPO DE ROMA, EL PAPA HABLA DE LA PACIENCIA DE DIOS

Ciudad del Vaticano, 8 abril 2013 (VIS).-Ayer domingo de la Divina Misericordia a las 17,30, en la basílica de San Juan de Letrán el Papa Francisco celebró la Santa Misa con motivo de la toma de posesión de la cátedra romana en su calidad de Obispo de Roma.Tras la toma de posesión, tuvo lugar el acto de obediencia, por parte de una representación de la comunidad eclesial romana. Al igual que en la misa por el inicio del ministerio petrino prestaron obediencia al Papa seis cardenales - dos por cada una de las tres órdenes, episcopal, presbiteral y diaconal, en representación de todo el Colegio Cardenalicio - esta vez, en la Catedral de la diócesis de Roma hicieron lo propio en calidad de representantes, el cardenal Vicario, Agostino Vallini, el Vicegerente con otro obispo auxiliar, un párroco, un vicepárroco, un diácono, un religioso, una religiosa, una familia, y dos jóvenes de ambos sexos.

El Papa dedicó su homilía a la “paciencia” de Dios, partiendo del evangelio de hoy en el cual el apóstol Tomás experimenta la misericordia de Dios “que tiene un rostro concreto...el de Jesús resucitado. Tomas no se fía de lo que dicen los otros apóstoles: Quiere ver...¿Cuál es la reacción de Jesús? La paciencia: Jesús no abandona al terco Tomas en su incredulidad, le da una semana de tiempo, no le cierra la puerta, espera. Y Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe. "Señor mío y Dios mío", con esta invocación simple, pero llena de fe responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies.. y recobra la confianza es un hombre nuevo, ya no es incrédulo, sino creyente”.

Asimismo Pedro reniega de Jesús tres veces, “precisamente cuando debía estar más cerca de él; y cuando toca el fondo encuentra la mirada de Jesús que, con paciencia, sin palabras, le dice: “Pedro, no tengas miedo de tu debilidad, confía en mí”; y Pedro comprende, siente la mirada de amor de Jesús y llora. Qué hermosa es esta mirada de Jesús – cuánta ternura –. No perdamos nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios”.

La historia se repite con los dos discípulos de Emaús que van con “el rostro triste, un caminar errante, sin esperanza. Pero Jesús no les abandona: recorre a su lado el camino, y no sólo. Con paciencia explica las Escrituras que se referían a Él y se detiene a compartir con ellos la comida. Éste es el estilo de Dios: no es impaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo y enseguida, también con las personas. Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera,...no corta los puentes, sabe perdonar. Recordémoslo en nuestra vida de cristianos: Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos”.

El pontífice observó a continuación que siempre le impresionaba releer la parábola del Padre misericordioso. “Me impresiona -dijo- porque me infunde siempre una gran esperanza. Pensad en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia; y se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, .. y siente nostalgia del calor de la casa paterna. ¿Y el Padre había olvidado al hijo? No, nunca... Con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Y esta es la alegría del padre. En ese abrazo al hijo está toda esta alegría: ¡Ha vuelto! Dios siempre nos espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la esperanza, siempre. Un gran teólogo alemán, Romano Guardini decía que Dios responde a nuestra debilidad con su paciencia y éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestra esperanza”.

Ahora bien “la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida. Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus pies ..Es precisamente en las heridas de Jesús que nosotros estamos seguros, ahí se manifiesta el amor inmenso de su corazón. Tomás lo había entendido. San Bernardo se pregunta: ¿”En qué puedo poner mi confianza? ¿En mis méritos? Pero “mi único mérito es la misericordia de Dios.:Esto es importante: la valentía de confiarme a la misericordia de Jesús, de confiar en su paciencia, de refugiarme siempre en las heridas de su amor.

Tal vez alguno de nosotros puede pensar: mi pecado es tan grande, mi lejanía de Dios es como la del hijo menor de la parábola, mi incredulidad es como la de Tomás; no tengo las agallas para volver, para pensar que Dios pueda acogerme y que me esté esperando precisamente a mí. Pero Dios te espera precisamente a ti, te pide sólo el valor de regresar a Él. Cuántas veces en mi ministerio pastoral me han repetido: “Padre, tengo muchos pecados»; y la invitación que he hecho siempre es: “No temas, ve con Él, te está esperando, Él hará todo”... Para Dios no somos números, somos importantes, es más somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa”.

Adán -explicó el Papa- después del pecado sintió vergüenza, se ve desnudo, siente el peso de lo que ha hecho; y sin embargo Dios no lo abandona: si en ese momento, con el pecado, inicia nuestro exilio de Dios, hay ya una promesa de vuelta, la posibilidad de volver a Él. Precisamente sintiendo mi pecado, mirando mi pecado, yo puedo ver y encontrar la misericordia de Dios, su amor, e ir hacia Él para recibir su perdón".

Dejémonos envolver por la misericordia de Dios-exclamó Francisco al final de su homilía- confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor”.

Después de la Misa, el Papa Francisco se asomó al balcón central de la lonja de San Juan de Letrán para saludar a los miles de personas que se habían concentrado allí para esperarle, muchas de las cuales habían participado en la ceremonia.

!Queridos hermanos y hermanas, buenas noches! -dijo- Os agradezco tanto vuestra compañía en la Misa de hoy. ¡Muchas gracias! Os pido que recéis por mí: me hace falta. No os olvidéis,por favor. Gracias a todos vosotros.

Y vayamos adelante todos juntos, el pueblo y el obispo; todos juntos; siempre adelante con la alegría de la resurrección de Jesús. Él está siempre a nuestro lado. Que el Señor os bendiga.

Después de bendecir a los fieles, el Papa se despidió diciendo: “Muchas gracias. Y hasta pronto”.

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