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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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jueves, 14 de febrero de 2013

BENEDICTO XVI: VIVIR LA CUARESMA EN COMUNIÓN ECLESIAL SUPERANDO INDIVIDUALISMOS Y RIVALIDADES

Ciudad del Vaticano, 14 febrero 2013 (VIS).-El Santo Padre presidió ayer tarde a las 17.00 en el rito de bendición e imposición de las cenizas, que habría tenido que celebrarse, según la tradición, en la basílica romana de Santa Sabina, pero que -dada la gran afluencia de público y el deseo de los cardenales y obispos de la Curia romana de acompañar al Papa en los últimos actos de su pontificado- se trasladó a la basílica de San Pedro. Antes de la ceremonia el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, dirigió un breve saludo al pontífice manifestando “la emoción y el respeto no solo de la Iglesia sino del mundo entero” por Benedicto XVI al tener noticia de su decisión de renunciar al ministerio petrino. Publicamos a continuación, amplios extractos de la homilía pronunciada por el Santo Padre:

Hoy, Miércoles de Ceniza... nos hemos reunido para la Celebración de la Eucaristía siguiendo la antiquísima tradición romana de las “stationes” cuaresmales. Esa tradición prevé que la primera “statio” tenga lugar en la basílica de Santa Sabina sobre la colina romana del Aventino. Las circunstancias han sugerido reunirnos en la basílica Vaticana. Somos muchos los que nos encontramos en torno a la tumba del apóstol Pedro para pedir también su intercesión por el camino de la Iglesia en este momento particular, renovando nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor. Para mí, es una ocasión propicia par dar las gracias a todos, especialmente a los fieles de la diócesis de Roma, mientras me preparo a concluir el ministerio petrino, y para pedir un particular recuerdo en la oración”.

Las lecturas de hoy nos ofrecen ocasiones que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertir en actitudes y comportamientos concretos en esta Cuaresma. La Iglesia nos vuelve a proponer, ante todo, el enérgico llamamiento que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: “Ahora pues, oráculo del Señor : convertíos a Mí de todo corazón, con ayuno, con llanto y con lamento con” ...Pero ¿es posible este retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no está en nuestro corazón, sino que se desprende del corazón mismo de Dios. Es la fuerza de su misericordia... Este retornar a Dios se vuelve realidad concreta en nuestra vida solo cuando la gracia del Señor penetra en lo más profundo de nuestro ser y lo sacude dándonos la fuerza de “rasgar el corazón”. Y el profeta, una vez más, hace resonar por parte de Dios estas palabras: “Rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos”. Si, también en nuestros días, muchos están dispuestos a “rasgarse los vestidos” ante escándalos e injusticias – cometidos naturalmente por otros –, pero pocos parecen disponibles a actuar sobre su propio “corazón”, sobre su conciencia y sobre sus intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta”.

Aquel “convertíos a mí de todo corazón”, es un llamamiento que se dirige no sólo al individuo, sino a la comunidad. Hemos escuchado siempre en la primera Lectura: “Tocad la trompeta en Sión, promulgad el santo ayuno, convocad a la asamblea”... La dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana...Es importante recordarlo y vivirlo en este Tiempo de la Cuaresma: cada uno debe ser consciente de que no recorre solo el camino penitencial, sino junto a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia”.

Por último, el profeta, habla de la oración de los sacerdotes que, con los ojos llenos de lágrimas, se dirigen a Dios diciendo: “¡No entregues tu heredad al oprobio, ni dominen en ella las naciones ! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y de vida cristiana de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades para manifestar el rostro de la Iglesia y cómo, algunas veces este rostro sea desfigurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la Cuaresma en una comunión eclesial más intensa y evidente, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están alejados de la fe o los indiferentes”.

¡Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación!” . Las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite ausencias o inercias. El término “ahora” repetido tantas veces dice que este momento non se debe dejar escapar, se nos ofrece como ocasión única e irrepetible. Y la mirada del apóstol se concentra en el compartir, con el que Cristo ha querido caracterizar su existencia, asumiendo todo lo humano hasta hacerse cargo del mismo pecado de los hombres (...) La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un precio altísimo, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el Hijo de Dios hecho hombre. En esta inmersión de Dios en el sufrimiento humano y en el abismo del mal está la raíz de nuestra justificación. El “retornar a Dios con todo nuestro corazón” en nuestro camino cuaresmal pasa a través de la Cruz, por seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí”.

En la página del Evangelio de Mateo, que pertenece al llamado Sermón de la montaña, Jesús se refiere a tres prácticas fundamentales previstas por la Ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno; son también indicaciones tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de “volver a Dios de todo corazón”. Pero Jesús subraya que la calidad y la verdad de la relación con Dios son las que califican la autenticidad de todo gesto religioso. Por eso, denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento de quien quiere aparentar, las conductas que buscan el aplauso y aprobación. El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo ni al “público”, sino a su Señor, con sencillez y generosidad...Por lo tanto, nuestro testimonio será más incisivo cuando menos busquemos nuestra gloria y, en cambio seamos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a Él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con Él para siempre”.

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