Ciudad
del Vaticano, 8 de diciembre 2012 (VIS).-En el Ángelus de la
solemnidad de la Inmaculada Concepción, Benedicto XVI ha subrayado
que María es la Inmaculada “por un don gratuito de la gracia de
Dios, que, además, ha encontrado en ella perfecta disponibilidad y
colaboración. En este sentido es “bienaventurada” porque “ha
creído”, porque ha tenido una fe firme en Dios”.
María,
ha proseguido el Santo Padre, representa aquel “ 'resto de
Israel' aquella raíz santa que los profetas habían anunciado. En
ella encuentran acogida las promesas de la antigua Alianza. En María,
la palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta;
encuentra el “sí”, que le permite encarnarse y venir a habitar
entre nosotros. En María la humanidad y la historia se abren
realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su
voluntad. María es expresión genuina de la Gracia: representa el
nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con
el símbolo de la esposa. (...) Los Padres de la Iglesia han
desarrollado esta imagen y ,de ese modo, la doctrina de la Inmaculada
ha nacido primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y
sucesivamente a María”.
“La
luz que emana de la figura de María también nos ayuda a comprender
el verdadero sentido del pecado original. En María, está plenamente
viva y operante la relación con Dios que el pecado rompe. En ella
no hay ninguna oposición entre Dios y su ser: hay comunión y
entendimiento plenos. Hay un “sí” recíproco, de Dios a ella y
de ella a Dios. María está libre del pecado porque es toda de Dios
(...) Está llena de su Gracia, de su Amor”.
“En
conclusión, la doctrina de la Inmaculada Concepción de María
expresa la certeza de fe que las promesas de Dios se han realizado:
su alianza no ha fracasado sino que ha producido una raíz santa, de
la cual ha germinado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el
Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar
una respuesta, que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera
y buena”.
Después
de rezar el Ángelus, el Papa ha recordado a las poblaciones de
Filipinas sobre las que se ha abatido estos días un violento
huracán. Benedicto XVI ha asegurado a todos su cercanía. “Rezo
por las víctimas, por sus familias y por los numerosos prófugos. La
fe y la caridad fraternales sean la fuerza para afrontar esta puebla
tan difícil”.
Por
último, el Santo Padre ha saludado a los miembros del Movimiento
Cristiano de los Trabajadores, en particular al grupo de oración del
Instituto Dermopático de la Inmaculada de Roma,que atraviesa una
difícil situación laboral. “Espero -ha dicho- que los problemas a
los que se enfrentan diversas instituciones sanitarias católicas se
solucionen”.
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