Ciudad
del Vaticano, 25 de noviembre 2012 (VIS).-Esta mañana a las 9,30,
Benedicto XVI ha presidido en la basílica de San Pedro, la
concelebración eucarística con los seis nuevos cardenales creados
en el consistorio del 24 de noviembre. Al principio de la Santa Misa,
el cardenal James Michael Harvey, arcipreste de la basílica papal de
San Pablo Extramuros, el primero de los nuevos cardenales, saludó al
Papa en nombre de todos los purpurados.
Ofrecemos
a continuación extractos de la homilía pronunciada por el Santo
Padre:
“En
este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a
celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. Nos llama a dirigir
la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última
meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo
(...) En el pasaje evangélico que hemos escuchado (...) Pilato
pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?.Jesús,
respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su reino y de
su mismo mesianismo, que no es poder mundano, sino amor que sirve”.
“Está
claro que Jesús no tiene ninguna ambición política. Tras la
multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro,
quería hacerlo rey, para derrocar el poder romano y establecer así
un nuevo reino político, que sería considerado como el reino de
Dios tan esperado. Pero Jesús sabe que el reino de Dios es de otro
tipo, no se basa en las armas y la violencia. Y es precisamente la
multiplicación de los panes la que se convierte, por una parte, en
signo de su mesianismo, pero, por otra, en un punto de inflexión de
su actividad: desde aquel momento el camino hacia la Cruz se hace
cada vez más claro; allí, en el supremo acto de amor, resplandecerá
el reino prometido, el reino de Dios (...) Jesús (...) quiere
(...)establecer su reino, no con las armas y la violencia, sino con
la aparente debilidad del amor que da la vida. El reino de Dios es un
reino completamente distinto a los de la tierra”.
“Y
es esta la razón de que un hombre de poder como Pilato se quede
sorprendido delante de un hombre indefenso, frágil y humillado, como
Jesús(...) Y hace una pregunta que le parecería una paradoja:
“Entonces, ¿tú eres rey? (...) Jesús responde de manera
afirmativa: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para
esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el
que es de la verdad escucha mi voz” Jesús habla de rey, de reino,
pero no se refiere al dominio, sino a la verdad (...) Jesús ha
venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido
para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor y que quiere
establecer un reino de justicia, de amor y de paz . Quien está
abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para
entrar en el reino de Dios”.
“Esta
perspectiva la volvemos a encontrar en la primera lectura que hemos
escuchado. El profeta Daniel predice el poder de un personaje
misterioso que está entre el cielo y la tierra. (..) Esta visión
del profeta, una visión mesiánica, se ilumina y realiza en Cristo:
el poder del verdadero Mesías, poder que no tiene ocaso y que no
será nunca destruido, no es el de los reinos de la tierra que surgen
y caen, sino el de la verdad y el amor”.
“En
la segunda lectura, el autor del Apocalipsis afirma que también
nosotros participamos de la realeza de Cristo (...)También aquí
aparece claro que no se trata de un reino político sino de uno
fundado sobre la relación con Dios, con la verdad. Con su
sacrificio, Jesús nos ha abierto el camino para una relación
profunda con Dios: en él hemos sido hechos verdaderos hijos
adoptivos, hemos sido hechos partícipes de su realeza sobre el
mundo. Ser, pues, discípulos de Jesús significa no dejarse cautivar
por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la
verdad y el amor de Dios (...) Se trata de una invitación apremiante
que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirse
continuamente en nuestra vida al reino de Dios, al señorío de Dios,
de la verdad”.
“Queridos
y venerados hermanos cardenales, de modo especial pienso en los que
fueron creados ayer, a vosotros se os ha confiado esta ardua
responsabilidad: dar testimonio del reino de Dios, de la verdad. Esto
significa resaltar siempre la prioridad de Dios y su voluntad frente
a los intereses del mundo y sus potencias. Sed imitadores de Jesús,
el cual, ante Pilato, en la situación humillante descrita en el
Evangelio, manifestó su gloria: la de amar hasta el extremo, dando
la propia vida por las personas que amaba. Ésta es la revelación
del reino de Jesús”.
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