Ciudad
del Vaticano, 17 octubre 2012
(VIS).-Benedicto XVI ha comenzado hoy un nuevo ciclo de catequesis,
que se desarrollará a lo largo del Año de la Fe; un año convocado
para que la Iglesia “renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo
(...)reavive la alegría de recorrer el camino que nos ha indicado y
testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe”,dijo
el Papa a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
Con
estas catequesis el Santo Padre quiere iniciar un camino para
comprender que la fe “no es algo extraño o separado de la vida
diaria; al contrario, es su alma. La fe en un Dios que es amor, y que
se acercó al ser humano encarnándose y entregándose en la cruz
para salvarnos y abrirnos de nuevo las puertas del cielo, indica, de
forma luminosa, que la plenitud del ser humano estriba solo en el
amor (...) Donde hay dominio, posesión, explotación (...) el hombre
se empobrece, se degrada y desfigura. La fe cristiana, que obra en la
caridad y es fuerte en la esperanza, no limita la vida sino que la
humaniza”.
“Dios
se ha revelado con palabras y obras en toda la larga historia de su
amistad con el ser humano (...) ha atravesado el cielo para entrar en
la tierra de los hombres como hombre, para que pudiéramos
encontrarlo y escucharlo. Y, desde Jerusalén, el anuncio del
Evangelio de la salvación se difundió hasta los confines de la
tierra. La Iglesia, nacida del costado de Cristo, se hizo portadora
de una esperanza nueva (...) Pero desde el principio se planteó el
problema de la “regla de fe”, es decir de la fidelidad de los
creyentes a la verdad del Evangelio (...) a la verdad salvadora sobre
Dios y sobre el ser humano para custodiarla y transmitirla”.
La
respuesta a la fórmula esencial de la fe, aseguró el pontífice,
está en el Credo, en el Símbolo de la Fe en el que “se injerta la
vida moral del cristiano que encuentra allí su fundamento y su
justificación”. “La Iglesia tiene el deber de transmitir la fe,
de comunicar el Evangelio para que las verdades cristianas sean luz
en las nuevas transformaciones culturales y los cristianos sean
capaces de dar razón de su esperanza”.
“Hoy
vivimos en una sociedad que ha cambiado profundamente, incluso con
respecto al pasado reciente, y que está en continuo movimiento. Los
procesos de secularización y una mentalidad nihilista, por la cual
todo es relativo, han marcado con fuerza la mentalidad común (...)
Si el individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de
muchos contemporáneos, tampoco se puede decir que los creyentes sean
completamente inmunes de estos peligros (...) El sondeo efectuado en
todos los continentes para la celebración del Sínodo de los Obispos
sobre la Nueva Evangelización, ha evidenciado algunos: una fe vivida
de forma pasiva y privada, el rechazo de la educación en la fe, la
fractura entre fe y vida”.
“Hoy,
a menudo, el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central de su fe
católica, del Credo y deja así lugar a una especie de sincretismo y
relativismo religiosos, sin claridad acerca de las verdades en que
creer y sobre la singularidad salvadora del cristianismo (...)
Tenemos que volver a Dios, al Dios de Jesucristo; tenemos que volver
a descubrir el mensaje del Evangelio y hacer que entre con más
profundidad en nuestra conciencia y en nuestra vida cotidiana”.
“En
estas catequesis del Año de la Fe -concluyó- me gustaría brindar
una ayuda para cumplir este camino, para retomar y profundizar las
verdades centrales de la fe sobre Dios, sobre el ser humano, sobre
la Iglesia, sobre toda la realidad social y cósmica, meditando y
reflexionando sobre las afirmaciones del Credo. Y quisiera que
resultase claro que estos contenidos o verdades de la fe, atañen
directamente a nuestras vivencias; requieren una conversión de la
existencia que da vida a un nuevo modo de creer en Dios”.
Al
final de la catequesis el Papa saludó, entre otros, a los peregrinos
polacos. “Ayer en el aniversario de la elección de Juan Pablo II a
la sede de Pedro -dijo- lo recordamos como un gran guía de la fe,
que introdujo a la Iglesia en el tercer milenio”.
Por
último se dirigió en italiano a los representantes del movimiento
“Actuar todos por la dignidad del cuarto mundo”, reunidos en la
Plaza de San Pedro con motivo de la Jornada Mundial del Rechazo de la
Miseria, convocada por las Naciones Unidas. “Os animo en vuestro
compromiso para defender la dignidad y los derechos de cuantos se ven
condenados a sufrir el azote de la miseria, contra la cual la
humanidad debe luchar sin descanso”, subrayó Benedicto XVI.
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