Ciudad
del Vaticano, 21 septiembre 2012
(VIS).-Benedicto XVI recibió esta mañana a los prelados de la
Conferencia Episcopal de Francia y les dio la bienvenida recordando
que su nación “tiene una larga tradición espiritual y misionera,
hasta el punto de que fue calificada por el Beato Juan Pablo II como
'educadora de los pueblos' Los desafíos de una sociedad ampliamente
secularizada nos llaman ahora a buscar una respuesta con valor y
optimismo, ofreciendo con audacia e inventiva la novedad permanente
del Evangelio”.
“Con
esta perspectiva y para estimular a los fieles del mundo entero he
convocado el Año de la fe (...) invitando a una conversión
auténtica y renovada al Señor, único Salvador del mundo",
señaló el pontífice. Después, pasó a enumerar los deberes del
obispo, “Buen Pastor”, con sus fieles y sacerdotes, llamándoles
a tener con estos últimos “una especial solicitud (...) en
particular con los que han sido ordenados recientemente y los que
son ancianos o están necesitados”. El Papa elogió las iniciativas
de los prelados franceses para ayudar espiritual, intelectual y
materialmente a sus más estrechos colaboradores y recordó también
la escasez de “obreros del Evangelio en nuestros días”. “Por
eso -dijo- es necesario rezar y hacer que se rece para esta
intención, mientras os animo a seguir con gran atención la
formación de los seminaristas”.
“La
solución de los problemas pastorales diocesanos que se presentan, no
debe limitarse a cuestiones de organización, por muy importantes que
sean, ya que existe el peligro de acentuar la búsqueda de la
eficacia con una suerte de 'burocratización de la pastoral”,
centrándose en las estructuras y los programas, que pueden pasar a
ser (...) de uso exclusivo de los miembros de dichas estructuras
(...) La evangelización exige, en cambio, partir del encuentro con
el Señor en un diálogo establecido en la oración y, después,
concentrarse en el testimonio, para ayudar a nuestros contemporáneos
a volver a descubrir los signos de la presencia de Dios”.
El
Santo Padre agradeció la generosidad de los laicos llamados a
participar en oficios y funciones de la Iglesia, advirtiendo al mismo
tiempo que era necesario por una parte recordar que su misión
específica es “la animación cristiana de las realidades
temporales en las que actúan por su propia iniciativa y de forma
independiente, a la luz de la fe y la enseñanza de la Iglesia. Por
tanto, es necesario salvaguardar la diferencia entre el sacerdocio
común de todos los fieles y el sacerdocio ministerial de los que
están ordenados para servir a la comunidad; una diferencia que es
no sólo de grado sino de naturaleza. Por otra parte hay que tener
plena fidelidad al depósito de la fe enseñada por el Magisterio
auténtico y profesada por la Iglesia entera”.
Después,
el Papa habló de una de las santas patronas de Francia, Juana de
Arco, de quien este año se celebra el sexto centenario del
nacimiento y señaló que “uno de los aspectos más originales de
su santidad es precisamente el vínculo entre experiencia mística y
misión política”, exhortando a los obispos a proponerla como
“modelo de santidad laica al servicio del bien común”.
“También
me gustaría hacer hincapié en la interdependencia entre el
desarrollo de la persona y el desarrollo de la sociedad misma y del
hecho que la familia , que es el fundamento de la vida social, se ve
amenazada en muchos lugares, por una concepción defectuosa de la
naturaleza humana. Defender la vida y la familia en la sociedad, no
es en absoluto retrógrado, sino profético, ya que conlleva la
promoción de valores que permitan el pleno desarrollo de la persona
humana, creada a imagen y semejanza de Dios”.
Otra
de las tareas del obispo diocesano es “defender la unidad de la
Iglesia,toda entera, en la porción del Pueblo de Dios que le ha sido
confiada, aunque en su seno se expresen legítimamente
sensibilidades diferentes que merecen una igual solicitud pastoral”.
En este ámbito el Papa se refirió a las “expectativas específicas
de las nuevas generaciones que requieren una adecuada catequesis para
que encuentren su lugar en la comunidad de los creyentes” y
recordó la presencia de tantos jóvenes franceses, acompañados por
sus pastores en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, un
signo “del nuevo dinamismo de la fe que abre las puertas a la
esperanza”.
Por
último, Benedicto XVI manifestó su apoyo al programa Diaconía
2013, que insta a las comunidades diocesanas y locales, y a todos los
creyentes a “colocar en el centro del dinamismo eclesial el
servicio a los hermanos, sobre todo a los más frágiles”. “Que
el servicio al hermano, enraizado en el amor de Dios suscite en todos
vuestros fieles la voluntad de contribuir, cada uno en medida de sus
fuerzas, a hacer de la humanidad en Cristo, una única familia,
fraternal y solidaria”, concluyó.
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