Ciudad
del Vaticano, 2 marzo 2012
(VIS).-Durante las meditaciones del retiro espiritual de cuaresma en
el que participan estos días el Santo Padre y la curia romana, el
cardenal Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa (Congo),
está desarrollando el tema “La comunión del cristiano con Dios”.
Partiendo de la señal de la Cruz, el cardenal ha reflexionado sobre
Dios como vida, luz, verdad, misericordia y guía amorosa, para
tratar luego el amor del mundo, la falta de fe en Cristo y el pecado
del sacerdote.
La
señal de la cruz es mucho más que una costumbre, es un acto “con
el que añadimos a cada acción el esplendor de la conciencia, el
dinamismo de la libertad”. Es un signo que significa “sacrificio
por amor: es la muerte para la resurrección”. Implica, por tanto,
la renuncia a la vanidad, al deseo de prestigio, de poseer y dominar,
para consagrar el propio obrar a Cristo.
En
el contexto de las meditaciones sobre Dios como camino, verdad y
vida, el cardenal Monsengwo Pasinya se ha referido a algunos de los
fenómenos más dramáticos que caracterizan nuestro tiempo, como
guerras, genocidios, violencia política, aborto y todas las formas
de instrumentalización del ser humano; y ha invitado a no permanecer
indiferentes ante “la represión y la explotación del hombre por
el hombre. No hay que bajar la guardia, incluso si el misterio del
pecado parece que nos supera”.
“Es
preciso caminar en la luz, es decir, decidirse a abandonar el pecado”
para dejar que la Verdad transforme la propia vida mediante un camino
de “conversión siempre renovada”. La comprensión de Dios como
verdad interpela sobre todo a quienes “ya no tienen conciencia de
sus pecados, a quienes han perdido el sentido del pecado porque han
dejado de plantearse el problema de Dios”; así como a aquéllos
que no poseen criterios de moralidad y confunden el bien con el mal.
Esta tendencia está relacionada con el “indiferentismo religioso
que afirma que todas las religiones son válidas, pero que en
realidad quiere una moral fácil”.
El
cardenal ha advertido que los sacerdotes tampoco están libres de
estos errores, “en la medida en que la aridez espiritual los
conduce a menudo a los mismos defectos. El ministerio sacerdotal se
transforma entonces en funcionariado, sin un verdadero sentido de
Dios”. En una meditación sucesiva, Mons. Laurent Monsengwo Pasinya
puso como ejemplo el caso emblemático de los apóstoles Pedro y
Judas. El primero, de ánimo generoso, “cayó porque fue temerario
y se expuso muy de cerca al peligro. Pero en seguida abandona el
lugar de su caída y llora amargamente su pecado”. Se puede extraer
de aquí una lección para todos los sacerdotes: “Nuestra
generosidad no nos pone a salvo del pecado. Es preciso tomar medidas
prudentes y no ser temerarios exponiéndose a las caídas. En toda
situación, pase lo que pase, el Señor está siempre a nuestro lado.
La mayor injusticia que podemos hacerle es dudar de su misericordia,
como Judas”.
“Vivir
en la verdad -ha subrayado- es vivir según las bienaventuranzas. Es
rechazar la mentira en nuestras palabras y acciones, y repudiar la
hipocresía que nos empuja a aparecer de modo diverso a como somos”.
También la Iglesia debe combatir la mentira y el engaño en su
interior y en el mundo, y luchar “para que la Verdad del Evangelio
de Cristo sea conocida y vivida”.
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