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lunes, 18 de octubre de 2010

BENEDICTO XVI CANONIZA A SEIS BEATOS

CIUDAD DEL VATICANO, 17 OCT 2010 (VIS).-A las 10 de hoy, Benedicto XVI celebró la Eucaristía en el atrio de la Basílica Vaticana y procedió a la canonización de los beatos: Stanislaw Kazimierczyk Soltys (1433-1489), sacerdote de la Orden de los Canónigos Regulares de Letrán; André (Alfred) Bessette (1845-1937), religioso de la Congregación de Santa Cruz; Cándida María de Jesús (Juana Josefa) Cipitria y Barriola (1845-1912), virgen fundadora de la Congregación de las Hijas de Jesús; Mary of the Cross (Mary Helen) MacKillop (1842-1909), virgen fundadora de la Congregación de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón; Giulia Salzano (1846-1929), virgen fundadora de la Congregación de las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón de Jesús y Battista Camilla Da Varano (1458-1524), virgen de la Orden de Santa Clara.



Al inicio de la homilía, el Papa explicó que “la liturgia de este domingo nos ofrece una enseñanza fundamental: la necesidad de rezar siempre, sin cansarse. A veces nos cansamos de rezar, tenemos la impresión de que la oración no es tan útil para la vida, que es poco eficaz. Por eso somos propensos a dedicarnos a la actividad, a emplear todos los medios humanos para alcanzar nuestros objetivos, y no recurrimos a Dios. Jesús en cambio afirma que hay que rezar siempre”.

Tras poner de relieve que la fe “es esencial como base de la actitud de la oración”, el Santo Padre dijo: “Es cuanto han hecho los seis nuevos santos que hoy se presentan a la veneración de la Iglesia universal.

Hablando de san Stanislaw Kazimierczyk, polaco, recordó que “toda su vida estaba ligada a la Eucaristía”, pero “de manera especial mediante un amor ardiente por Cristo presente bajo las especies del pan y del vino; (…) a través de la práctica del amor al prójimo, del que la Comunión es fuente y signo”.

“El hermano André Bessette, originario de Quebec, Canadá, “conserje del colegio de Notre Dame de Montreal, manifiesta –dijo- una caridad sin límites y se esfuerza por aliviar las angustias de quienes se confiaban a él. (…) Fue testigo de innumerables curaciones y conversiones. (...) Para él, todo hablaba de Dios y de su presencia. (Que nosotros posamos como él, buscar a Dios con sencillez para descubrirlo siempre presente en medio de nuestra vida”.

De la madre Cándida María de Jesús Cipitria y Barriola, española, el Papa destacó que “vivió para Dios y para lo que Él más quiere: llegar a todos, llevarles a todos la esperanza que no vacila, y especialmente a quienes más lo necesitan. (…) Con escasos medios contagió a otras hermanas para seguir a Jesús y dedicarse a la educación y promoción de la mujer. Nacieron así las Hijas de Jesús, que hoy tienen en su fundadora un modelo de vida muy alto que imitar, y una misión apasionante que proseguir en los numerosos países donde ha llegado el espíritu y los anhelos de apostolado de la Madre Cándida”.

Benedicto XVI dijo que la madre Mary MacKillop, primera santa australiana, “se dedicó en su juventud a la educación de los pobres en la difícil zona rural de Australia. (…) Atendió a las necesidades de los jóvenes que se confiaron a ella, sin reparar en su posición social o riqueza, proporcionándoles tanto una formación espiritual como intelectual. A pesar de los muchos desafíos, sus oraciones a san José y su inquebrantable devoción al Sagrado Corazón de Jesús, a quien dedicó su nueva congregación, le confirieron a esta santa mujer las gracias necesarias para permanecer fiel a Dios y a la Iglesia. (Qué mediante su intercesión sus seguidores sigan sirviendo hoy a Dios y a la Iglesia con fe y humildad!”.

Giulia Salzano, continuó el Santo Padre, “comprendió bien la importancia de la catequesis en la Iglesia y, uniendo la preparación pedagógica al fervor espiritual, se dedicó a ella con generosidad e inteligencia, contribuyendo a la formación de personas de toda edad y posición social. Repetía a sus hermanas que deseaba hacer catecismo hasta la última hora de su vida, demostrando con todo su ser que si “Dios nos ha creado para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida”, nada había que anteponer a esta tarea. (Qué el ejemplo y la intercesión de santa Giulia Salzano sostengan la Iglesia en su perenne tarea de anunciar a Cristo y de formar auténticas conciencias cristianas!”.

El Papa concluyó refiriéndose a santa Battista Camilla Da Varano, que “testimonió hasta el fondo el sentido evangélico de la vida, especialmente perseverando en la oración. (…) Su vida, totalmente inmersa en las profundidades divinas, fue una elevación constante en el camino de la perfección, con un amor heroico hacia Dios y al prójimo. Estuvo marcada por grandes sufrimientos y místicos consuelos. (…). En un tiempo en el que la Iglesia sufría una relajación de las costumbres, recorrió con decisión el camino de la penitencia y de la oración, animada por el ardiente deseo de renovación del Cuerpo místico de Cristo”.
HML/ VIS 20101018 (820)

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