CIUDAD DEL VATICANO, 22 ENE 2007 (VIS).-El Santo Padre recibió hoy en el Vaticano las cartas credenciales de Antun Sbutega, primer embajador de la República de Montenegro ante la Santa Sede.
Benedicto XVI saludó a través del diplomático a toda la sociedad montenegrina, que "en su pluralidad étnica ha querido instaurar un diálogo directo y cordial con la Santa Sede", y observó que "durante siglos los pueblos activos en la actual Crna Gora han conservado siempre una relación dinámica y cordial con las gentes vecinas, ofreciendo interesantes aportaciones a la vida de las naciones europeas".
El Papa habló después del príncipe Nicolás de Montenegro, que en 1886 estipuló una convención para proveer a las necesidades espirituales de los católicos en aquel país. "Reflexionando sobre los siglos pasados, cuando el mensaje evangélico de la salvación llegó a las tierras de Montenegro, abrazando la tradición oriental y occidental -prosiguió el Santo Padre-, su patria se ha caracterizado siempre como un lugar privilegiado del encuentro ecuménico que todos auspician. Incluso el encuentro entre cristianos y musulmanes se ha realizado de forma convincente en Montenegro".
"Es necesario seguir por este camino, donde la Iglesia espera que todos converjan en el compromiso de aunar sus esfuerzos en servicio de la nobleza natural del ser humano. La Iglesia considera que ésta es una parte significativa de su misión, (...) respetando las tradiciones que identifican a una tierra como tal".
Tras manifestar su convicción de que en el ámbito europeo Montenegro "no dejará de dar su aportación en el campo civil, político, social, cultural y religioso", el Papa dijo que una de las prioridades de la nación era actualmente "el refuerzo del estado de derecho en los diversos sectores de la vida pública" para promover "el crecimiento de la confianza social de los ciudadanos", tanto "como individuos que como comunidad dentro de la cual han decidido reagruparse".
Refiriéndose a la situación de los católicos en el país Benedicto XVI constató que "el reconocimiento pleno de la vida y los objetivos de la comunidad católica, en el contexto de la sociedad montenegrina, que se remonta a más de un siglo, se ha revelado útil para la soberanía del Estado y grato para la misión específica de la Iglesia". El Santo Padre recordó también en aquella circunstancia "la respetuosa actitud de la Iglesia ortodoxa, que no se opuso a un acuerdo con la Sede Apostólica", sino que lo consideró "una herramienta útil para servir mejor las necesidades espirituales de la población".
El Papa concluyó su discurso reafirmando su estima por Montenegro, con el deseo de que prosiga el "diálogo fraterno con la Ortodoxia, tan presente y viva en el país", del que son testigos las "milenarias relaciones de consideración recíproca".
Benedicto XVI saludó a través del diplomático a toda la sociedad montenegrina, que "en su pluralidad étnica ha querido instaurar un diálogo directo y cordial con la Santa Sede", y observó que "durante siglos los pueblos activos en la actual Crna Gora han conservado siempre una relación dinámica y cordial con las gentes vecinas, ofreciendo interesantes aportaciones a la vida de las naciones europeas".
El Papa habló después del príncipe Nicolás de Montenegro, que en 1886 estipuló una convención para proveer a las necesidades espirituales de los católicos en aquel país. "Reflexionando sobre los siglos pasados, cuando el mensaje evangélico de la salvación llegó a las tierras de Montenegro, abrazando la tradición oriental y occidental -prosiguió el Santo Padre-, su patria se ha caracterizado siempre como un lugar privilegiado del encuentro ecuménico que todos auspician. Incluso el encuentro entre cristianos y musulmanes se ha realizado de forma convincente en Montenegro".
"Es necesario seguir por este camino, donde la Iglesia espera que todos converjan en el compromiso de aunar sus esfuerzos en servicio de la nobleza natural del ser humano. La Iglesia considera que ésta es una parte significativa de su misión, (...) respetando las tradiciones que identifican a una tierra como tal".
Tras manifestar su convicción de que en el ámbito europeo Montenegro "no dejará de dar su aportación en el campo civil, político, social, cultural y religioso", el Papa dijo que una de las prioridades de la nación era actualmente "el refuerzo del estado de derecho en los diversos sectores de la vida pública" para promover "el crecimiento de la confianza social de los ciudadanos", tanto "como individuos que como comunidad dentro de la cual han decidido reagruparse".
Refiriéndose a la situación de los católicos en el país Benedicto XVI constató que "el reconocimiento pleno de la vida y los objetivos de la comunidad católica, en el contexto de la sociedad montenegrina, que se remonta a más de un siglo, se ha revelado útil para la soberanía del Estado y grato para la misión específica de la Iglesia". El Santo Padre recordó también en aquella circunstancia "la respetuosa actitud de la Iglesia ortodoxa, que no se opuso a un acuerdo con la Sede Apostólica", sino que lo consideró "una herramienta útil para servir mejor las necesidades espirituales de la población".
El Papa concluyó su discurso reafirmando su estima por Montenegro, con el deseo de que prosiga el "diálogo fraterno con la Ortodoxia, tan presente y viva en el país", del que son testigos las "milenarias relaciones de consideración recíproca".
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