CIUDAD DEL VATICANO, 17 DIC 2006 (VIS).-Esta mañana, a las 12,00, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro para rezar el Angelus con los miles de personas allí reunidas.
"En este tercer domingo de Adviento -dijo el Papa- la liturgia nos invita a la alegría del espíritu. (...) La alegría que despierta la liturgia en el corazón de los cristianos no está reservada solamente a ellos: es un anuncio profético destinado a toda la humanidad, en particular, a los más pobres, en este caso, a los más pobres de alegría".
"Nuestros hermanos y hermanas en Oriente Medio, en algunas zonas de África y en otras partes del mundo que viven el drama de la guerra: ¿qué alegría pueden vivir? -se preguntó el Santo Padre-. ¿Cómo será su Navidad?". Benedicto XVI recordó también a los "tantos enfermos y personas solas que, además de sufrir físicamente, sufren en sus sentimientos porque a veces se sienten abandonados: ¿cómo compartir con ellos la alegría sin faltarles de respeto por su sufrimiento?".
"Pensemos también en aquellos, sobre todo en los jóvenes, que han perdido el sentido de la alegría verdadera, y la buscan en vano allí donde es imposible encontrarla: en la carrera exasperada hacia la afirmación de sí mismo y el éxito, (...) en el consumismo, en los momentos de embriaguez, en los paraísos artificiales de la droga y de cualquier otra forma de alienación. No podemos dejar de confrontar la liturgia de hoy y su invitación -"¡Alegraos!"- con estas dramáticas realidades".
Pero "la Palabra del Señor -concluyó el Papa- se dirige precisamente a quien se encuentra en la prueba, a los "heridos de la vida y huérfanos de alegría". La invitación a la alegría no es un mensaje alienante, ni un paliativo estéril, sino al contrario, una profecía de salvación, un llamamiento a un rescate que parte de la renovación interior".
ANG/ALEGRIA/... VIS 20061218 (330)
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