CIUDAD DEL VATICANO, 17 OCT 2006 (VIS).-El arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, intervino ayer en el VI comité de la Asamblea General de ese organismo que discute en estos días acerca de las medidas para eliminar el terrorismo internacional.
El nuncio puso de relieve que actualmente el terrorismo es una "red sofisticada de colusión política, económica y técnica que atraviesa las fronteras nacionales y abraza al mundo entero", de ahí la necesidad de instituir un "Tratado General sobre el terrorismo internacionalmente vinculante".
El Tratado debería afirmar ante todo que "las medidas antiterroristas y la protección de los derechos humanos no son objetivos contrastantes". Dado que el terrorismo es absolutamente inaceptable porque "utiliza a las personas inocentes como medio para alcanzar sus fines, (...) la estrategia antiterrorista no debe sacrificar los derechos humanos en nombre de la seguridad. Mas bien, debería evitar poner en práctica medidas (...) que atenten a los valores que quiere proteger".
"Nunca se debe dar pábulo a que los terroristas invoquen esta carencia por parte de los estados para justificar sus acciones -agregó el arzobispo-. Por otra parte, ni siquiera el desprecio de los terroristas por la vida y la dignidad humanas justifica que se les niegue un trato conforme con el derecho humanitario internacional".
El Tratado General sobre el terrorismo debería aclarar que "ninguna causa, por muy justa que sea, puede legitimar la matanza deliberada (...) de la población civil. Incluso el derecho legítimo de resistir a la autoridad injusta y el derecho a la autodeterminación y la liberación nacional, no pueden amenazar el tejido social y el orden público".
"El terrorismo -subrayó el arzobispo- es una manifestación cultural (...) de percepción distorsionada de la realidad, de complejos xenófobos, de desprecio hacia el otro, (...) de abuso cínico de la religión, (...) al que se debe responder con herramientas culturales" y de esta respuesta forma parte "un decidido compromiso político para acabar con las situaciones de opresión y marginación que facilitan los proyectos de los terroristas"
"De todos modos, hay que declarar firmemente que no se pueden invocar las injusticias del mundo para justificar las acciones terroristas y que las víctimas del colapso del orden establecido son ante todo millones de hombres y mujeres que no son capaces de resistir al derrumbamiento de la solidaridad internacional. La pretensión de los terroristas de actuar en nombre de los pobres es una falsedad evidente".
"Las religiones y el diálogo interreligioso -concluyó el nuncio- tienen un papel fundamental a la hora de afirmar que las incitaciones de los terroristas al odio y la violencia son contrarias a la verdadera religión".
DELSS/ANTITERRORISMO/MIGLIORE VIS 20061017 (430)
El nuncio puso de relieve que actualmente el terrorismo es una "red sofisticada de colusión política, económica y técnica que atraviesa las fronteras nacionales y abraza al mundo entero", de ahí la necesidad de instituir un "Tratado General sobre el terrorismo internacionalmente vinculante".
El Tratado debería afirmar ante todo que "las medidas antiterroristas y la protección de los derechos humanos no son objetivos contrastantes". Dado que el terrorismo es absolutamente inaceptable porque "utiliza a las personas inocentes como medio para alcanzar sus fines, (...) la estrategia antiterrorista no debe sacrificar los derechos humanos en nombre de la seguridad. Mas bien, debería evitar poner en práctica medidas (...) que atenten a los valores que quiere proteger".
"Nunca se debe dar pábulo a que los terroristas invoquen esta carencia por parte de los estados para justificar sus acciones -agregó el arzobispo-. Por otra parte, ni siquiera el desprecio de los terroristas por la vida y la dignidad humanas justifica que se les niegue un trato conforme con el derecho humanitario internacional".
El Tratado General sobre el terrorismo debería aclarar que "ninguna causa, por muy justa que sea, puede legitimar la matanza deliberada (...) de la población civil. Incluso el derecho legítimo de resistir a la autoridad injusta y el derecho a la autodeterminación y la liberación nacional, no pueden amenazar el tejido social y el orden público".
"El terrorismo -subrayó el arzobispo- es una manifestación cultural (...) de percepción distorsionada de la realidad, de complejos xenófobos, de desprecio hacia el otro, (...) de abuso cínico de la religión, (...) al que se debe responder con herramientas culturales" y de esta respuesta forma parte "un decidido compromiso político para acabar con las situaciones de opresión y marginación que facilitan los proyectos de los terroristas"
"De todos modos, hay que declarar firmemente que no se pueden invocar las injusticias del mundo para justificar las acciones terroristas y que las víctimas del colapso del orden establecido son ante todo millones de hombres y mujeres que no son capaces de resistir al derrumbamiento de la solidaridad internacional. La pretensión de los terroristas de actuar en nombre de los pobres es una falsedad evidente".
"Las religiones y el diálogo interreligioso -concluyó el nuncio- tienen un papel fundamental a la hora de afirmar que las incitaciones de los terroristas al odio y la violencia son contrarias a la verdadera religión".
DELSS/ANTITERRORISMO/MIGLIORE VIS 20061017 (430)
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