CIUDAD DEL VATICANO, 9 NOV 2005 (VIS).-El gran Hallel, la alabanza solemne que el pueblo judío entonaba durante la pascua, fue el tema principal de la catequesis de Benedicto XVI durante la audiencia general de los miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro y a la que asistieron miles de personas.
En la primera parte del "Hallel" (Salmo 135), como explicó el Papa, "resuena la palabra misericordia (...) con la que se expresa la fidelidad, la lealtad, el amor que define la alianza entre Dios y su pueblo. (...) En esta relación, Dios no aparece como un Señor oscuro e indescifrable, similar al hado, contra cuya fuerza misteriosa es inútil luchar. Se manifiesta en cambio como una persona que ama a sus criaturas, vela sobre ellas, las sigue en el camino de la historia y sufre por la infidelidad del pueblo a su amor misericordioso y paterno".
Para el salmista, el primer signo de este amor divino es "la creación (...) porque antes de descubrir al Dios que se revela en la historia hay una revelación cósmica, abierta a todos. (...) Existe, por lo tanto, un mensaje divino, grabado secretamente en lo creado y signo de la fidelidad amorosa de Dios, que da a sus criaturas el ser y la vida. Así la oración surge de la contemplación de las maravillas de Dios y se transforma en un himno de alabanza y agradecimiento".
El Santo Padre recordó después que esta elevación, partiendo de lo creado para llegar a la amorosa misericordia de Dios, es una constante en la enseñanza de los Padres de la Iglesia y citó en particular los escritos sobre la Génesis de San Basilio Magno. "Si algunos (...) imaginaron el universo privado de orden y guía, como presa del caos", el escritor sacro en cambio -recuerda el Papa- "ilumina de inmediato nuestra mente con el nombre de Dios al inicio del relato: "En principio Dios creó. (...) Si el mundo tiene un principio y ha sido creado, busca quien le dio inicio y quien es el Creador".
AG/SALMO 135:CREACION/... VIS 20051109 (350)
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