EL DERECHO AL DESARROLLO, UN DERECHO HUMANO INALIENABLE

CIUDAD DEL VATICANO, 23 MAR 2005 (VIS).-El arzobispo Silvano Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, intervino ayer en la LXI sesión de la Comisión de Derechos Humanos, centrándose en los progresos efectuados y en las carencias de la puesta en práctica de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo (1986).

"Casi 20 años después de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo -dijo el prelado- vastos sectores de la población del globo están todavía privados de un derecho proclamado con claridad en este importante documento: 'El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable en virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos deben poder participar, contribuir y disfrutar del desarrollo económico, social, cultural y político en el cual todos los derechos humanos y las libertades fundamentales se realizan plenamente".

Si bien se ha progresado mucho, agregó Tomasi, "es necesario redoblar los esfuerzos ya que el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio se presenta en este momento como una meta muy difícil para los países menos desarrollados". Todavía hay mucha pobreza en el mundo, dijo, y en muchas regiones han empeorado las condiciones sanitarias, subsiste el analfabetismo y la falta de acceso a los alimentos y al agua potable.

"La experiencia demuestra que la puesta en práctica del derecho al desarrollo tiene éxito si se centra en la persona y en las comunidades humanas, como afirma la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo. La persona debe ser parte activa y beneficiaria de este derecho. La red de instituciones educativas y sanitarias y los organismos de asistencia, por ejemplo, dirigidos por organizaciones que se basan en la fe, en sus acciones en favor de las personas más pobres del mundo, han demostrado ser motores de cambio y capacitación debido a que se concentran directamente en el ser humano y en el desarrollo sostenible".

El nuncio subrayó también que "la colaboración debe superar las barreras geográficas y políticas" y debe incluir "la apertura de los mercados de los países desarrollados a los productos agrarios del Sur y el abaratamiento de los aranceles de ingreso para esos productos". Es clave, concluyó el arzobispo Tomasi, que se escuche a las comunidades locales, si no "los proyectos de desarrollo pueden terminar siendo catedrales en el desierto".
DELSS/DESARROLLO/GINEBRA:TOMASI VIS 20050323 (430)