CIUDAD DEL VATICANO, 2 DIC 2004 (VIS).-Se ha publicado esta mañana un mensaje de Juan Pablo II al embajador Wolfgang Petritsch, representante permanente de Austria en los organismos de las Naciones Unidas en Ginebra y presidente de la Primera Conferencia de la Convención de Ottawa sobre la Prohibición del uso, almacenado, producción y traslado de las minas antipersona y sobre su destrucción, en curso en Nairobi (Kenya).
Leyó el mensaje, escrito en francés, el obispo Giampaolo Crepaldi, secretario del Pontificio Consejo "Justicia y Paz" y jefe de la delegación de la Santa Sede.
El Papa comienza manifestando su alegría por la acción emprendida para "erradicar de forma definitiva este azote terrible de nuestra época. (...) Cinco años después de su entrada en vigor, la Convención ha pasado a ser para los países que la han ratificado una norma fundamental e ineludible que refuerza la aplicación estricta del derecho humanitario internacional y una prueba tangible de solidaridad entre las naciones y los pueblos".
"La Santa Sede, que fue una de las primeras en ratificar la Convención quiere contribuir activamente a su aplicación mediante un diálogo sincero y constructivo con los otros Estados firmantes. (...) La Santa Sede ha lanzado una campaña de sensibilización de las Iglesias locales sobre el problema de las minas antipersona, difundiendo numerosas informaciones" y solicita un "compromiso activo" además de "pedir oraciones por las víctimas de las minas y por el éxito de la Conferencia".
"Es importante -prosigue el Santo Padre- la destrucción de los depósitos de minas" y "la reinserción socio-económico de las víctimas", en su mayor parte inocentes mutilados o asesinados. Hay que suscitar "la cooperación bilateral y multilateral" entre los países afectados para tomar las decisiones oportunas y erradicar las minas. "La causa de la paz progresa en la conciencia de las personas y de toda la humanidad cuando los Estados se unen, en un clima de comprensión, de respeto mutuo y de cooperación para oponerse a la cultura de la muerte y edificar con confianza una cultura de la vida".
Juan Pablo II subraya que las víctimas de las minas merecen atención especial, incluso después de que los depósitos de minas se reduzcan o eliminen y que la comunidad internacional debe facilitar los recursos humanos y financieros para que las personas sean protagonistas de su propio desarrollo, para rehabilitar a los discapacitados y para reinsertar a las víctimas de las minas en la sociedad.
El Papa concluye con un "llamamiento ferviente para la universalización de la Convención de Ottawa, invitando a las naciones que todavía vacilan en adherir a ella, a pasar al lado de la paz, neutralizando definitivamente estas ingenierías de muerte".
MESS/MINAS ANTIPERSONA/GINEBRA:CREPALDI VIS 20041202 (460)
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