CIUDAD DEL VATICANO, 19 JUN 2003 (VIS) - Por vigesimoquinta vez en su pontificado Juan Pablo II presidió esta tarde la Santa Misa a las 19,00 frente a la basílica de San Juan de Letrán, la iglesia catedral del obispo de Roma. Posteriormente se dirigió en procesión a la basílica de Santa María Mayor, en un automóvil descapotable en el que se colocó frente a él una custodia con el Santísimo Sacramento. El cardenal vicario Camillo Ruini celebró la Eucaristía y el Papa pronunció la homilía.
El Santo Padre se refirió varias veces a su encíclica sobre la Eucaristía, fechada el Jueves Santo de este año, y afirmó que la solemnidad del Corpus Christi nos recuerda la "sugestiva celebración" de la Ultima Cena y la institución de la Eucaristía. "Esta tarde, con profunda gratitud a Dios, permanecemos en silencio ante el misterio de la fe. Lo contemplamos con ese sentimiento íntimo que en la encíclica he definido 'asombro eucarístico'. (...) Contemplamos el rostro de Cristo, como hicieron los apóstoles y, tras ellos, los santos a lo largo de los siglos".
"De la Eucaristía -prosiguió- viven el obispo de Roma, Sucesor de Pedro, sus hermanos en el episcopado y el sacerdocio, todos los religiosos, los laicos consagrados y todos los bautizados. De la Eucaristía viven, en particular, las familias cristianas. (...) Queridas familias de Roma, ¡que la presencia real de Cristo en la Eucaristía alimente en vosotros la gracia del matrimonio y haga que progreséis en el camino de la santidad conyugal y familiar!".
"Después de la Misa iremos cantando y rezando hacia la basílica de Santa María Mayor. Con esta procesión queremos manifestar simbólicamente nuestro existencia de peregrinos, 'viatores' hacia la patria celestial. No estamos solos en nuestra peregrinación: Cristo, pan de vida, camina con nosotros".
La oración de los fieles incluyó peticiones por Juan Pablo II, por la Iglesia de Roma, por las familias, "especialmente por los que atraviesan por momentos de cansancio y dificultad" y "por los pueblos de Tierra Santa y por todos aquellos que en diversas partes del mundo viven el drama de la guerra, de la opresión, de la injusticia social: para que el Señor extirpe el odio, aplaque los enfrentamientos e inspire en los gobiernos amplitud de miras y voluntad para buscar soluciones equitativas y respetuosas de la dignidad de todo ser humano".
Santa Juliana de Mont Cornillon, nacida cerca de Lieja (Bélgica) en 1193 era una monja agustina que durante sus años en el convento supo, mediante una serie de visiones, que el Señor deseaba una fiesta especial en honor de la Eucaristía. Sor Juliana comunicó estas visiones al obispo de Lieja, Roberto de Thorete, que instituyó esa festividad en 1246, decretando que se debía celebrar el primer jueves después de la octava de la Santísima Trinidad.
El Papa Urbano IV (1261-1264), que había sido archidi cono de Lieja, supo de esta fiesta y la extendió a toda la Iglesia mediante la publicación de la bula "Transiturus", el 8 de septiembre de 1264. Ordenó que la festividad se celebrase el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad y concedió numerosas indulgencias a los fieles que oyeran Misa y rezasen un oficio. El Papa pidió a Santo Tomás de Aquino, un amigo de Sor Juliana, que compusiera el oficio, utilizado aún en nuestros días. El Concilio de Viena confirmó la bula de Urbano IV en 1312 y a partir de esa fecha la fiesta se generalizó.
La procesión que se celebra hoy en esta festividad surgió espontáneamente hace varios siglos en muchas ciudades y pueblos de Europa. La procesión de Roma, que va de la basílica de San Juan de Letrán, a la de Santa María Mayor, comenzó a finales de 1400. Su itinerario actual inició en 1575 cuando durante el pontificado del Papa Gregorio XIII se construyó la calle que une estas dos basílicas. Esta ruta se utilizó durante más de 300 años, hasta que la procesión cayó en desuso. Juan Pablo II reanudó esta costumbre en 1979.
HML;CORPUS CHRISTI; HISTORIA;...;...;VIS;20030620;640;
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