CIUDAD DEL VATICANO, 27 NOV 2002 (VIS) - El Salmo 98, "Santo es el Señor, Dios nuestro", fue el tema de la catequesis del Papa durante la audiencia general de hoy celebrada en el Aula Pablo VI.
Juan Pablo II explicó que el Salmo 98 "es un canto elevado por el pueblo de Dios al Señor, que gobierna el mundo y la historia como soberano trascendente y supremo".
"El fiel, al iniciar su jornada -dijo-, sabe que no va a ser abandonado a la merced, ni dejado a la incertidumbre de su libertad, ni confiado a las decisiones de los demás, ni dominado por las vicisitudes de la historia. Sabe que, por encima de todas las realidades terrenas, se alza el Creador y Salvador en su grandeza, santidad y misericordia".
El Santo Padre afirmó que "Dios es superior a nosotros y se coloca infinitamente por encima de todas sus criaturas. Sin embargo, esta trascendencia no hace de El un soberano impasible y extraño: cuando es invocado, responde. Dios es aquel que puede salvar, el único que puede liberar a la humanidad del mal y de la muerte".
Tras hacer hincapié en el vínculo profundo entre "'santidad' y cercanía de Dios", el Salmista, señaló el Papa, recuerda que "Dios estaba continuamente en contacto con su pueblo" y que "hablaba y era escuchado, castigaba los delitos, pero también perdonaba". "Dios ha venido entre nosotros -terminó- sobre todo en su Hijo, que se ha hecho uno de nosotros para infundirnos su vida y su santidad. Por eso, nosotros nos acercamos ahora a Dios no con terror sino con confianza. En Cristo tenemos al sumo sacerdote santo, inocente, sin mancha. (...) Nuestro canto se llena entonces de serenidad y de alegría: exalta al Señor rey, que mora entre nosotros, enjugando todas las lágrimas de nuestros ojos".
AG;SALMO 98;...;...;VIS;20021127;300;
Juan Pablo II explicó que el Salmo 98 "es un canto elevado por el pueblo de Dios al Señor, que gobierna el mundo y la historia como soberano trascendente y supremo".
"El fiel, al iniciar su jornada -dijo-, sabe que no va a ser abandonado a la merced, ni dejado a la incertidumbre de su libertad, ni confiado a las decisiones de los demás, ni dominado por las vicisitudes de la historia. Sabe que, por encima de todas las realidades terrenas, se alza el Creador y Salvador en su grandeza, santidad y misericordia".
El Santo Padre afirmó que "Dios es superior a nosotros y se coloca infinitamente por encima de todas sus criaturas. Sin embargo, esta trascendencia no hace de El un soberano impasible y extraño: cuando es invocado, responde. Dios es aquel que puede salvar, el único que puede liberar a la humanidad del mal y de la muerte".
Tras hacer hincapié en el vínculo profundo entre "'santidad' y cercanía de Dios", el Salmista, señaló el Papa, recuerda que "Dios estaba continuamente en contacto con su pueblo" y que "hablaba y era escuchado, castigaba los delitos, pero también perdonaba". "Dios ha venido entre nosotros -terminó- sobre todo en su Hijo, que se ha hecho uno de nosotros para infundirnos su vida y su santidad. Por eso, nosotros nos acercamos ahora a Dios no con terror sino con confianza. En Cristo tenemos al sumo sacerdote santo, inocente, sin mancha. (...) Nuestro canto se llena entonces de serenidad y de alegría: exalta al Señor rey, que mora entre nosotros, enjugando todas las lágrimas de nuestros ojos".
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