CIUDAD DEL VATICANO, 11 ABR 2002 (VIS) - Ayer por la tarde se hizo público un mensaje del Papa a los participantes en la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, que se celebra en Madrid (España) del 8 al 12 de abril.
El Santo Padre escribe que "una sociedad se muestra justa en la medida en que responde a las necesidades asistenciales de todos sus miembros". Y se pregunta: "¿Cómo garantizar la duración de una sociedad que está envejeciendo, consolidando la seguridad social de las personas ancianas y su calidad de vida?
"Para responder a esta cuestión -continúa- es necesario no dejarse guiar principalmente por criterios económicos, sino inspirarse más bien en sólidos principios morales. Hace falta, en primer lugar, que se considere al anciano en su dignidad de persona, dignidad que no merma con el pasar de los años y el deterioro de la salud física y psíquica. (...) La experiencia dice que, cuando falta esta visión positiva, es fácil que se margine al anciano y se le relegue a una soledad comparable a una verdadera muerte social. Y la estima que el anciano tiene de sí mismo, ¿no depende acaso en buena parte de la atención que recibe en la familia y en la sociedad?".
Juan Pablo II afirma que la "inserción efectiva" del anciano en la sociedad con su aportación de experiencia, conocimientos y sabiduría supone "una ayuda para la solución de los problemas relacionados con el envejecimiento de la población".
Por otra parte, añade, son necesarios programas formativos para educar a las personas a la ancianidad de modo que se adapten a los cambios en el modo de vida y de trabajo.
El Papa subraya que en los momentos de sufrimiento y dependencia, los ancianos "no sólo necesitan ser atendidos con los medios que ofrecen la ciencia y la técnica, sino también acompañados con competencia y amor, para que no se sientan un peso inútil y, lo que es peor, lleguen a desear y solicitar la muerte. Nuestra civilización tiene que asegurar a los ancianos una asistencia rica en humanidad e impregnada de valores auténticos".
MESS;ENVEJECIMIENTO;...;...;VIS;20020411;360;
El Santo Padre escribe que "una sociedad se muestra justa en la medida en que responde a las necesidades asistenciales de todos sus miembros". Y se pregunta: "¿Cómo garantizar la duración de una sociedad que está envejeciendo, consolidando la seguridad social de las personas ancianas y su calidad de vida?
"Para responder a esta cuestión -continúa- es necesario no dejarse guiar principalmente por criterios económicos, sino inspirarse más bien en sólidos principios morales. Hace falta, en primer lugar, que se considere al anciano en su dignidad de persona, dignidad que no merma con el pasar de los años y el deterioro de la salud física y psíquica. (...) La experiencia dice que, cuando falta esta visión positiva, es fácil que se margine al anciano y se le relegue a una soledad comparable a una verdadera muerte social. Y la estima que el anciano tiene de sí mismo, ¿no depende acaso en buena parte de la atención que recibe en la familia y en la sociedad?".
Juan Pablo II afirma que la "inserción efectiva" del anciano en la sociedad con su aportación de experiencia, conocimientos y sabiduría supone "una ayuda para la solución de los problemas relacionados con el envejecimiento de la población".
Por otra parte, añade, son necesarios programas formativos para educar a las personas a la ancianidad de modo que se adapten a los cambios en el modo de vida y de trabajo.
El Papa subraya que en los momentos de sufrimiento y dependencia, los ancianos "no sólo necesitan ser atendidos con los medios que ofrecen la ciencia y la técnica, sino también acompañados con competencia y amor, para que no se sientan un peso inútil y, lo que es peor, lleguen a desear y solicitar la muerte. Nuestra civilización tiene que asegurar a los ancianos una asistencia rica en humanidad e impregnada de valores auténticos".
MESS;ENVEJECIMIENTO;...;...;VIS;20020411;360;
No hay comentarios:
Publicar un comentario