CIUDAD DEL VATICANO, 16 MAR 2002 (VIS) - Juan Pablo II recibió hoy a los miembros de la asamblea plenaria del Pontificio Consejo de la Cultura que celebra este año su XX aniversario. "Proseguid con celo renovado -dijo- vuestras relaciones con las culturas, para lanzar puentes entre los hombres, para dar testimonio de Cristo y hacer que nuestros hermanos sean receptivos al Evangelio".
El Papa recordó que en 1993, este dicasterio y el Consejo para el Diálogo con los No Creyentes se unieron con el objetivo de promoverá "el estudio de los problemas de la ausencia de creencia y de la indiferencia religiosa presentes en varias formas en los diversos ambientes culturales" y para ayudar a la Iglesia "en la evangelización de las culturas y la inculturación del Evangelio".
Hoy los ambientes culturales, prosiguió, "a menudo son ajenos a toda dimensión espiritual y de interioridad" o se encuentran "en una situación en la que predominan los aspectos materiales. M s que en cualquier otro período histórico, se observa sin duda alguna una ruptura en el proceso de transmisión de los valores morales y religiosos entre las generaciones, que desemboca en una especie de heterogeneidad entre la Iglesia y el mundo moderno".
Juan Pablo II mencionó las dificultades que encuentran familias e instituciones educativas en "su ardua tarea de transmitir a las generaciones jóvenes los valores humanos, espirituales y morales que les permitir n llegar a ser hombres y mujeres deseosos de vivir con dignidad y de comprometerse en la vida de la sociedad".
El Santo Padre observó también que "el fenómeno de la mundialización, que hoy se ha convertido en un hecho cultural, constituye a la vez una dificultad y una oportunidad". Las dificultades se producen cuando se tiende a nivelar las identidades específicas de las culturas, comunidades y razas y a despojarlas de sus valores originales. Los factores positivos son en cambio "el abatir las barreras entre las culturas y el ofrecer a las personas la posibilidad de encontrarse y reconocerse". E invitó a los líderes de las naciones a "respetar lo que es propio de los individuos y las culturas para garantizar el bien de las personas y de los pueblos".
"La Iglesia -concluyó- no pretende sustituir a los responsables de los asuntos públicos, pero espera ocupar el lugar que le pertenece a la hora de discutir cuestiones vitales".
CON-C;PLENARIA; ANIVERSARIO;...;...;VIS;20020318;400;
El Papa recordó que en 1993, este dicasterio y el Consejo para el Diálogo con los No Creyentes se unieron con el objetivo de promoverá "el estudio de los problemas de la ausencia de creencia y de la indiferencia religiosa presentes en varias formas en los diversos ambientes culturales" y para ayudar a la Iglesia "en la evangelización de las culturas y la inculturación del Evangelio".
Hoy los ambientes culturales, prosiguió, "a menudo son ajenos a toda dimensión espiritual y de interioridad" o se encuentran "en una situación en la que predominan los aspectos materiales. M s que en cualquier otro período histórico, se observa sin duda alguna una ruptura en el proceso de transmisión de los valores morales y religiosos entre las generaciones, que desemboca en una especie de heterogeneidad entre la Iglesia y el mundo moderno".
Juan Pablo II mencionó las dificultades que encuentran familias e instituciones educativas en "su ardua tarea de transmitir a las generaciones jóvenes los valores humanos, espirituales y morales que les permitir n llegar a ser hombres y mujeres deseosos de vivir con dignidad y de comprometerse en la vida de la sociedad".
El Santo Padre observó también que "el fenómeno de la mundialización, que hoy se ha convertido en un hecho cultural, constituye a la vez una dificultad y una oportunidad". Las dificultades se producen cuando se tiende a nivelar las identidades específicas de las culturas, comunidades y razas y a despojarlas de sus valores originales. Los factores positivos son en cambio "el abatir las barreras entre las culturas y el ofrecer a las personas la posibilidad de encontrarse y reconocerse". E invitó a los líderes de las naciones a "respetar lo que es propio de los individuos y las culturas para garantizar el bien de las personas y de los pueblos".
"La Iglesia -concluyó- no pretende sustituir a los responsables de los asuntos públicos, pero espera ocupar el lugar que le pertenece a la hora de discutir cuestiones vitales".
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