Ciudad
del Vaticano, 11 de enero de 2016 (Vis).-Como es tradición al
comienzo del nuevo año, el Santo Padre recibió en audiencia en la
Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, a los miembros del Cuerpo
Diplomatico acreditado ante la Santa Sede para el intercambio de
felicitaciones. El Papa recibió el saludo del nuevo decano del
Cuerpo Diplomático, Armindo Fernandes do Espírito Santo Vieira,
embajador de Angola y recordó, por su parte, a los diplomáticos
fallecidos en el curso de 2015, los embajadores de Cuba, Rodney
Alejandro López Clemente y de Liberia, Rudolf P. von Ballmoos.
También saludó a los que participaban por primera vez en el
encuentro constatando con agrado que en el último año se había
incrementado el número de embajadores residentes en Roma. ''Es un
signo importante -dijo- del interés con que la comunidad
internacional sigue la actividad diplomática de la Santa Sede''.
Prueba
de ese interés son también los acuerdos internacionales firmados o
ratificados durante el año que acaba de terminar. En particular
Francisco mencionó los acuerdos en materia fiscal firmados con
Italia y con los Estados Unidos de América, ''que demuestran el
creciente compromiso de la Santa Sede en favor de una mayor
transparencia en materia económica. Igualmente importantes son los
acuerdos de carácter general, orientados a regular los aspectos
esenciales de la vida y de la actividad de la Iglesia en varios
países, como el acuerdo firmado en Dili con la República
Democrática de Timor Oriental''. También citó el intercambio de
los instrumentos de ratificación del Acuerdo con Chad sobre el
estatuto jurídico de la Iglesia católica en ese País, así como el
Acuerdo firmado y ratificado con Palestina porque '' se trata de dos
acuerdos que, junto con el Memorándum de Entendimiento entre la
Secretaría de Estado y el Ministerio de Asuntos Exteriores de
Kuwait, demuestran, entre otras cosas, que la convivencia pacífica
entre los creyentes de distintas religiones es posible, allí donde
la libertad religiosa se reconoce, y se garantiza la posibilidad
efectiva de colaborar en la edificación del bien común, en el
respeto mutuo de la identidad cultural de cada uno''.
El
Pontífice, subrayó en este sentido que ''toda experiencia
religiosa auténticamente vivida promueve la paz'' y que ''el
misterio de la Encarnación nos muestra el verdadero rostro de Dios,
para quien el poder no significa fuerza y destrucción, sino amor; la
justicia no significa venganza, sino misericordia''. De ahí que
situara en esa perspectiva el Jubileo extraordinario de la
Misericordia, inaugurado excepcionalmente en Bangui durante su viaje
apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana.
''En
un país tan golpeado por el hambre, la pobreza y los conflictos, en
el que la violencia fratricida de los últimos años ha dejado
profundas heridas en las almas, desgarrando la comunidad nacional y
generando pobreza material y moral -recordó- la apertura de la
Puerta Santa de la Catedral de Bangui pretendía ser un signo de
aliento para alzar la mirada, para retomar el camino y para volver a
encontrar las razones para el diálogo. Allí donde se ha abusado del
nombre de Dios para cometer injusticias, he querido reafirmar, junto
con la comunidad musulmana de la República Centroafricana, que
''quien dice que cree en Dios ha de ser también un hombre o una
mujer de paz'' , y, por lo tanto, de misericordia, porque nunca se
puede matar en nombre de Dios. Sólo una forma ideológica y desviada
de religión puede pensar que se hace justicia en nombre del
Omnipotente masacrando deliberadamente a personas indefensas, como
ocurrió en los sanguinarios atentados terroristas de los últimos
meses en África, Europa y Oriente Medio''.
El
Papa se detuvo a continuación sobre sus viajes apostólicos a lo
largo del año pasado en los que la Misericordia fue el ''hilo
conductor'', empezando por la visita a Sarajevo, ciudad
profundamente golpeada por la guerra en los Balcanes y capital de un
país, Bosnia y Herzegovina, que tiene un significado especial para
Europa y para el mundo entero y que ''como encrucijada de culturas,
naciones y religiones se está esforzando, con resultados positivos,
en construir puentes nuevos, valorar lo que une y ver las diferencias
como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos''.
Después
se refirió al viaje a Bolivia, Ecuador y Paraguay, donde encontró
''a pueblos que no se rinden ante las dificultades, y se enfrentan
con valentía, determinación y espíritu de fraternidad a los muchos
retos que los afligen, empezando por la pobreza generalizada y las
desigualdades sociales''. Mientras que en el viaje a Cuba y a los
Estados Unidos de América pudo ''abrazar a dos países que durante
mucho tiempo han estado divididos, y que han decidido escribir una
nueva página de la historia, emprendiendo un camino de acercamiento
y reconciliación''.
En
Filadelfia, con ocasión del Encuentro Mundial de las Familias, así
como durante el viaje a Sri Lanka y Filipinas, y con el reciente
Sínodo de los Obispos, recordó la importancia de la familia, que
es la primera y más importante escuela de la misericordia. ''Por
desgracia -observó- sabemos cuántos desafíos tiene que afrontar
la familia en este tiempo en el que está ''amenazada por el
creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución
misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo
efímero, la falta de apertura a la vida''. Hoy existe un miedo
generalizado a la estabilidad que la familia reclama y quienes pagan
las consecuencias son sobre todo los más jóvenes, a menudo frágiles
y desorientados, y los ancianos que terminan siendo olvidados y
abandonados''.
A
continuación, el Papa, pidió a los embajadores que reflexionaran
con él acerca los últimos de la sociedad, centrándose en ''la
grave emergencia migratoria que estamos afrontando, para discernir
sus causas, plantear soluciones, y vencer el miedo inevitable que
acompaña un fenómeno tan consistente e imponente, que a lo largo
del año 2015 ha afectado principalmente a Europa, pero también a
diversas regiones de Asia, así como del norte y el centro de
América.
''Toda
la Biblia -afirmó- nos narra la historia de una humanidad en
camino, porque el estar en camino es connatural al hombre. Su
historia está hecha de tantas migraciones, a veces como fruto de su
conciencia del derecho a una libre elección; otras, impuestas a
menudo por las circunstancias externas. Desde el exilio del paraíso
terrenal hasta Abrahán, en camino hacia la tierra prometida, desde
la narración del Éxodo hasta la deportación en Babilonia, la
Sagrada Escritura narra fatigas y sufrimientos, aspiraciones y
esperanzas, que son comunes a los de cientos de miles de personas
que, también en nuestros días, con la misma determinación de
Moisés, se ponen en marcha para llegar a una tierra en la cual que
destile ''leche y miel'' , donde poder vivir en libertad y en paz. Y
así, también hoy como entonces, oímos el grito de Raquel que llora
por sus hijos porque ya no están. Es la voz de los miles de personas
que lloran huyendo de guerras espantosas, de persecuciones y de
violaciones de los derechos humanos, o de la inestabilidad política
o social, que hace imposible la vida en la propia patria. Es el grito
de cuantos se ven obligados a huir para evitar las indescriptibles
barbaries cometidas contra personas indefensas, como los niños y los
discapacitados, o el martirio por el simple hecho de su fe
religiosa''.
''También
hoy como entonces, escuchamos la voz de Jacob que dice a sus hijos:
''Bajad y comprad allí el grano para nosotros, a fin de que
sobrevivamos y no muramos'' Es la voz de los que escapan de la
miseria extrema, al no poder alimentar a sus familias ni tener acceso
a la atención médica y a la educación, de la degradación, porque
no tienen ninguna perspectiva de progreso, o de los cambios
climáticos y las condiciones climáticas extremas. Todos saben que
el hambre sigue siendo, desgraciadamente, una de las plagas más
graves de nuestro mundo, con millones de niños que mueren cada año
por su causa. Duele constatar, sin embargo, que a menudo estos
emigrantes no entran en los sistemas internacionales de protección
en virtud de los acuerdos internacionales''.
''¿Cómo
no ver en todo esto el fruto de una ''cultura del descarte'' que pone
en peligro a la persona humana, sacrificando a hombres y mujeres a
los ídolos del beneficio y del consumismo? Es grave acostumbrarse a
estas situaciones de pobreza y necesidad, al drama de tantas
personas, y considerarlas como ''normales''... Nos hemos hecho
insensibles a cualquier forma de despilfarro, comenzando por el de
los alimentos, que es uno de los más vergonzosos, pues son muchas
las personas y las familias que sufren hambre y desnutrición''.
En
este sentido la Santa Sede espera que el Primer Vértice Humanitario
Mundial, convocado por las Naciones Unidas pueda tener éxito en su
intento de colocar a la persona humana y su dignidad en el centro de
cualquier respuesta humanitaria. ''Se hace necesario un compromiso
común que acabe decididamente con la cultura del descarte y de la
ofensa a la vida humana, de modo que nadie se sienta descuidado u
olvidado, y que no se sacrifiquen más vidas por falta de recursos y,
sobre todo, de voluntad política''.
Pero
también seguimos escuchando hoy ''la voz de Judas que sugiere
vender a su propio hermano . Es la arrogancia de los poderosos que,
con fines egoístas o cálculos estratégicos y políticos,
instrumentalizan a los débiles y los reducen a objetos. Allí donde
una migración regular es imposible, los emigrantes se ven obligados
a dirigirse, ordinariamente, a quienes practican la trata o el
contrabando de seres humanos, a pesar de que son, en gran parte,
conscientes del peligro que corren de perder durante la travesía sus
bienes, su dignidad e, incluso, la propia vida. En este sentido,
renuevo una vez más el llamado a detener el tráfico de personas,
que convierte a los seres humanos en mercancía, especialmente a los
más débiles e indefensos. Permanecerán siempre indelebles en
nuestra mente y en nuestro corazón las imágenes de los niños
ahogados en el mar, víctimas de la falta de escrúpulos de los
hombres y de la inclemencia de la naturaleza. Quien logra sobrevivir
y llegar a un país que lo acoge, lleva permanentemente las profundas
cicatrices provocadas por esas experiencias, además de las
producidas por los horrores que acompañan siempre a las guerras y a
las violencias''.
''Igual
que en aquel tiempo, también hoy se oye repetir al Ángel:
''Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate
allí hasta que yo te avise'' . Es la voz que escuchan muchos de los
emigrantes que jamás habrían dejado su propia patria si no se
hubieran visto obligados a ello. Se cuentan entre ellos la multitud
de cristianos que, cada vez más en masa, han tenido que abandonar
durante los últimos años su propia tierra, en la que han vivido
incluso desde los orígenes del cristianismo. Por último, también
hoy escuchamos la voz del salmista que dice: ''Junto a los canales de
Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sion''. Es el llanto
de quienes regresarían de buena gana a sus propios países si
encontraran adecuadas condiciones de seguridad y de subsistencia.
También en este caso, pienso en los cristianos del Medio Oriente,
deseosos de contribuir, como ciudadanos a pleno título, al bienestar
espiritual y material de sus respectivas naciones.
''Gran
parte de las causas que provocan la emigración se podían haber ya
afrontado desde hace tiempo -advirtió el Pontífice- Así, se
podría haber evitado o, al menos, mitigado sus consecuencias más
crueles. Todavía ahora, y antes de que sea demasiado tarde, se puede
hacer mucho para detener las tragedias y construir la paz. Para ello,
habría que poner en discusión costumbres y prácticas consolidadas,
empezando por los problemas relacionados con el comercio de armas, el
abastecimiento de materias primas y de energía, la inversión, la
política financiera y de ayuda al desarrollo, hasta la grave plaga
de la corrupción. Somos conscientes de que, con relación al tema de
la emigración, se necesitan establecer planes a medio y largo plazo
que no se queden en la simple respuesta a una emergencia. Deben
servir, por una parte, para ayudar realmente a la integración de los
emigrantes en los países de acogida y, al mismo tiempo, favorecer el
desarrollo de los países de proveniencia, con políticas solidarias,
que no sometan las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas
ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van
dirigidas''.
El
Papa sin olvidar la referencia a otras situaciones dramáticas, como
la creada en la frontera entre México y los Estados Unidos de
América, a la que se acercará el próximo mes cuando visite Ciudad
Juárez, dedicó una especial reflexión a Europa. ''En efecto
-dijo- durante el último año se ha visto afectada por un flujo
masivo de prófugos, muchos de los cuales han encontrado la muerte en
el tentativo de alcanzarla, que no tiene precedentes en la historia
reciente, ni siquiera al final de la Segunda Guerra Mundial. Muchos
emigrantes procedentes de Asía y África, ven a Europa como un
referente por sus principios, como la igualdad ante la ley, y por los
valores inscritos en la naturaleza misma de todo hombre, como la
inviolabilidad de la dignidad y la igualdad de toda persona, el amor
al prójimo sin distinción de origen y pertenencia, la libertad de
conciencia y la solidaridad con sus semejantes''.
''Sin
embargo, los desembarcos masivos en las costas del Viejo Continente
parece que ponen en dificultad al sistema de acogida construido
laboriosamente sobre las cenizas del segunda conflicto mundial, que
sigue siendo un faro de humanidad al cual referirse. Ante la magnitud
de los flujos y sus inevitables problemas asociados han surgido
muchos interrogantes acerca de las posibilidades reales de acogida y
adaptación de las personas, sobre el cambio en la estructura
cultural y social de los países de acogida, así como sobre un nuevo
diseño de algunos equilibrios geopolíticos regionales. Son
igualmente relevantes los temores sobre la seguridad, exasperados
sobremanera por la amenaza desbordante del terrorismo internacional.
La actual ola migratoria parece minar la base del ''espíritu
humanista'' que desde siempre Europa ha amado y defendido. Sin
embargo, no podemos consentir que pierdan los valores y los
principios de humanidad, de respeto por la dignidad de toda persona,
de subsidiariedad y solidaridad recíproca, a pesar de que puedan
ser, en ciertos momentos de la historia, una carga difícil de
soportar. Deseo, por tanto, reiterar mi convicción de que Europa,
inspirándose en su gran patrimonio cultural y religioso, tiene los
instrumentos necesarios para defender la centralidad de la persona
humana y encontrar un justo equilibrio entre el deber moral de
tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra,
el de garantizar la asistencia y la acogida de los emigrantes''.
Al
mismo tiempo, Francisco expresó su gratitud por todas las
iniciativas que se han adoptado para facilitar una acogida digna de
las personas como del Fondo Migrantes y Refugiados del Banco de
Desarrollo del Consejo de Europa, así como por el compromiso de
aquellos países que han mostrado una generosa disponibilidad a la
ayuda. ''Me refiero sobre todo -señaló- a las Naciones vecinas a
Siria, que han respondido inmediatamente con la asistenta y la
acogida, especialmente el Líbano, donde los refugiados constituyen
una cuarta parte de la población total, y Jordania, que no ha
cerrado sus fronteras a pesar de que alberga a cientos de miles de
refugiados. Del mismo modo, no hay que olvidar los esfuerzos de otros
países que se encuentran en la primera línea, especialmente Turquía
y Grecia. Deseo expresar un agradecimiento especial a Italia, cuyo
firme compromiso ha salvado muchas vidas en el Mediterráneo y que,
incluso en su territorio, se ocupa de un ingente número de
refugiados. Espero que el tradicional sentido de hospitalidad y
solidaridad que caracteriza al pueblo italiano no se debilite ante
las inevitables dificultades del momento, sino que, a la luz de su
tradición milenaria, sea capaz de acoger e integrar la aportación
social, económica y cultural que los emigrantes pueden ofrecer''.
''Es
importante que no se deje solas a las naciones que se encuentran en
primera línea haciendo frente a la emergencia actual, y es
igualmente indispensable que se inicie un diálogo franco y
respetuoso entre todos los países implicados en el problema –de
origen, tránsito o recepción– para que, con mayor audacia
creativa, se busquen soluciones nuevas y sostenibles. En la coyuntura
actual, en efecto, los Estados no pueden pretender buscar por su
cuenta dichas soluciones, ya que las consecuencias de las opciones de
cada uno repercuten inevitablemente sobre toda la Comunidad
internacional. Se sabe que las migraciones constituirán un elemento
determinante del futuro del mundo, mucho más de lo que ha sido hasta
ahora, y de que las respuestas sólo vendrán como fruto de un
trabajo común, que respete la dignidad humana y los derechos de las
personas. La Agenda para el Desarrollo, que las Naciones Unidas ha
adoptado en septiembre pasado para los próximos 15 años, aborda
muchos de los problemas que llevan a la emigración, al igual que
otros documentos de la Comunidad internacional sobre la gestión de
la problemática migratoria, sólo responderán a las expectativas si
saben colocar a la persona en el centro de las decisiones políticas,
a todos los niveles, y ven a la humanidad como una sola familia y a
los hombres como hermanos, respetando las reciprocas diferencias y
las convicciones de conciencia''.
Para
afrontar el tema de la emigración es importante ''que se preste
atención a sus implicaciones culturales, empezando por las que están
relacionadas con la propia confesión religiosa. El extremismo y el
fundamentalismo se ven favorecidos, no sólo por una
instrumentalización de la religión en función del poder, sino
también por la falta de ideales y la pérdida de la identidad,
incluso religiosa, que caracteriza dramáticamente al así llamado
Occidente. De este vacío nace el miedo que empuja a ver al otro como
un peligro y un enemigo, a encerrarse en sí mismo, enrocándose en
sus planteamientos preconcebidos. El fenómeno migratorio, por tanto,
plantea un importante desafío cultural, que no se puede dejar sin
responder. La acogida puede ser una ocasión propicia para una nueva
comprensión y apertura de mente, tanto para el que es acogido, y
tiene el deber de respetar los valores, las tradiciones y las leyes
de la comunidad que lo acoge, como para esta última, que está
llamada a apreciar lo que cada emigrante puede aportar en beneficio
de toda la comunidad. En este contexto, la Santa Sede renueva su
compromiso en el campo ecuménico e interreligioso para establecer un
diálogo sincero y leal que, valorando las peculiaridades y la
identidad de cada uno, favorezca una convivencia armónica de todos
los miembros de la sociedad''.
No
dejó de mencionar el Papa los importantes acuerdos internacionales
de 2015 que son un buen augurio para el futuro. En primer lugar,el
llamado Acuerdo sobre el programa nuclear iraní y el acuerdo sobre
el clima en la Conferencia de París ''que representa un logro
significativo para toda la Comunidad internacional y que pone de
manifiesto una fuerte conciencia colectiva acerca de la grave
responsabilidad que todos, individuos y naciones, tenemos en la
protección de la creación, y en la promoción de una ''cultura del
cuidado que impregne toda la sociedad. Ahora es vital que los
compromisos asumidos no sólo representen un buen propósito, sino
que todos los Estados sientan la obligación real de poner en marcha
las acciones necesarias para salvaguardar nuestra amada Tierra, para
bien de toda la humanidad, especialmente de las generaciones futuras.
Asimismo
subrayó que el año que acaba de comenzar se presenta lleno de
desafíos y ya han aparecido en el horizonte muchas tensiones, como
los graves contrastes que han surgido en la región del Golfo
Pérsico, así como al preocupante ensayo militar realizado en la
península coreana, y manifestó el deseo de que ''los antagonismos
abran paso a la voz de la paz y de la buena voluntad en la búsqueda
de acuerdos. En esa perspectiva -añadió- veo con agrado que no
faltan gestos significativos y especialmente ilusionantes. Me refiero
en particular al clima pacífico de convivencia en el que se han
realizado las recientes elecciones en la República Centroafricana y
que representa un signo positivo de la voluntad de proseguir el
camino emprendido hacia una plena reconciliación nacional. Pienso,
además, en las nuevas iniciativas que se han puesto en marcha en
Chipre, para resolver una división que dura ya mucho tiempo, y a los
esfuerzos del pueblo colombiano para superar los conflictos del
pasado y lograr la tan ansiada paz. Todos miramos con esperanza los
pasos importantes que la Comunidad internacional ha emprendido para
encontrar una solución política y diplomática a la crisis en
Siria, que ponga fin a un sufrimiento de la población que dura ya
demasiado tiempo. Del mismo modo, llegan señales positivas de Libia,
que permiten confiar en un renovado compromiso para erradicar la
violencia y restaurar la unidad del país. Por otro lado, cada vez es
más claro que sólo la acción política conjunta y acordada ayudará
a contener la propagación del extremismo y del fundamentalismo, con
sus implicaciones de carácter terrorista, que producen tantas
víctimas en Siria y Libia, así como en otros países, como Irak y
Yemen''.
''Espero
que este Año Santo de la Misericordia sea también una ocasión para
el diálogo y la reconciliación que ayude a la construcción del
bien común en Burundi, la República Democrática del Congo y Sudán
del Sur. Que sea, sobre todo, un momento propicio para poner
definitivamente fin al conflicto en las regiones orientales de
Ucrania. Es fundamental el apoyo que, desde muchos puntos de vista,
la comunidad internacional, los estados y las organizaciones
humanitarias pueden ofrecer al país para que supere la crisis
actual. El reto principal que nos espera es, sin embargo, el de
vencer la indiferencia para construir juntos la paz, que es un bien
que hay perseguir siempre. Por desgracia, entre las muchas partes de
nuestro querido mundo que la anhelan ardientemente está la Tierra
que Dios ha preferido y elegido para mostrar a todos el rostro de su
misericordia. Mi esperanza es que en este nuevo año se cierren las
profundas heridas que dividen a israelíes y palestinos y se consiga
la convivencia pacífica de dos pueblos que, en lo profundo de sus
corazones –estoy seguro–, no desean otra cosa que la paz''.
El
Papa concluyó su discurso reiterando que en ámbito diplomático la
Santa Sede ''no dejará nunca de trabajar para que la voz de la paz
llegue hasta los extremos de la tierra'' y renovó la plena
disponibilidad de la Secretaría de Estado para colaborar con los
embajadores en el fomento de un diálogo constante entre la Sede
Apostólica y los países que representan, para el bien de toda la
Comunidad internacional, ''con la certeza interior de que este año
jubilar será una buena oportunidad para vencer, con el calor de la
misericordia, don precioso de Dios que transforma el miedo en amor y
nos hace artífices de paz, la fría indiferencia de tantos
corazones. Con estos sentimientos -concluyó- renuevo a cada uno de
ustedes, a sus familias, a sus países, mis más fervientes deseos de
un año lleno de bendiciones''.
Los
Estados que tienen actualmente relaciones diplomáticas con la Santa
Sede son 180. a los que hay que añadir la Unión Europea, la
Soberana Orden Militar de Malta así como la Misión Permanente del
Estado de Palestina. Por lo que se refiere a las Organizaciones
Internacionales la Santa Sede pasó a ser Observador en la Comunidad
del Cariube (CARICOM) el pasado 4 de junio.
Las
Cancillerías de embajada con sede en Roma, incluidas las de la Unión
Europea y de la Soberana Orden Militar de Malta son 86; en el último
año se han sumado las embajadas de Belice, de Burkina Faso y de
Guinea Ecuatorial. También tienen sede en Roma la Misión del Estado
de Palestina y las Oficinas de la Liga de los Estados Árabes, de la
Organización Internacional para las Migraciones y del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
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