Ciudad
del Vaticano, 8 diciembre 2015 (VIS).-Poco antes de las 16.00, el
Santo Padre llegaba a la Plaza de España para rendir homenaje -como
todos los años en la solemnidad de la Inmaculada Concepción- a la
estatua de la Virgen María que corona la columna de mármol romano
frente a la embajada de España, en recuerdo de la proclamación del
dogma por el Papa Pío IX (8 diciembre 1854).
Francisco,
continuando una tradición inaugurada por san Juan XXIII en 1958,
depositó personalmente un ramo de flores a los pies de la imagen y,
acompañado de miles de fieles encabezados por el cardenal Agostino
Vallini, vicario de Su Santidad para la diócesis de Roma rezó una
oración a la Virgen, compuesta por él mismo y que reproducimos a
continuación:
''Virgen
María, en este día de fiesta por tu Inmaculada Concepción, vengo a
rendirte el homenaje de fe y de amor del pueblo santo de Dios que
vive en esta ciudad y en esta diócesis.Vengo en nombre de las
familias, con sus alegrías y dificultades, de los niños y jóvenes,
abiertos a la vida, de los ancianos, cargados de años y de
experiencias. De forma particular vengo a tí, de parte de los
enfermos, de los presos, de los que sienten que el camino es más
duro. Como Pastor vengo también en nombre de los que han llegado de
tierras lejanas en busca de paz y de trabajo''.
Bajo
tu manto hay sitio para todos porque tu eres la Madre de la
Misericordia. Tu corazón está lleno de ternura por todos tus hijos;
la ternura de Dios, que se encarnó en tí y se convirtió en hermano
nuestro, Jesús, Salvador de todo hombre y toda mujer. Mirándote,
Madre nuestra Inmaculada, reconocemos la victoria de la Misericordia
divina sobre el pecado y sobre todas sus consecuencias y se enciende
en nosotros la esperanza de una vida mejor, libre de esclavitud,
rencores y miedos''.
''Hoy,
aquí, en el corazón de Roma, escuchamos tu voz de madre que nos
llama a ponernos en camino hacia esa Puerta que representa a Cristo.
Tu dices a todos: ''Vendi, acercaos, confíados; entrad y recibid el
don de la Misericordia; no temáis, no os avergoncéis. El Padre os
espera con los brazos abiertos para perdonaros y recibiros en su
casa. Venid todos a la fuente de la paz y la alegría''.
Gracias,
Madre Inmaculada, porque en este camino de reconciliación, no nos
dejas solos
sino
que nos acompañas, estás a nuestro lado y nos sostienes en cada
dificultad. Bendita seas ahora y siempre. Amén''.
Después
del homenaje a la estatua de la Inmaculada, el Papa saludó a los
presentes y como último acto de la primera jornada del Año Santo de
la Misericordia se desplazó a la basílica de Santa María la Mayor
para rezar ante la imagen de Maria Salus Populi Romani donde lo
esperaba una multitud de personas. A su regreso al Vaticano, las
campanas de esa basílica, cuya Puerta Santa abrirá Francisco el 1
de enero de 2016, tocaron a fiesta.
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