Ciudad
del Vaticano, 9 de octubre de 2015 (Vis).-Esta mañana durante la
cuarta congregación general los diversos círculos menores -trece en
total- han presentado el resultado de sus reflexiones sobre la
primera parte del Instrumentum Laboris que aborda la misión de la
familia y de la Iglesia en el mundo contemporanéo.
En
general los relatores -tanto de habla inglesa, como francesa,
española, alemana e italiana- consideran que se debería ''dar una
lectura menos negativa de la historia, la cultura y la situación de
la familia en nuestros días'', como escribe el arzobispo australiano
Mark Coleridge porque de ser así ''la única opción de la Iglesia
sería la de condenar''. Sin embargo, recalca ''No todo es así.
También hay fuerzas positivas, incluso luminosas que debemos
identificar porque podrían ser signos de Dios en la historia''.
''La
Iglesia no vive en un mundo fuera del tiempo, como afirmó el
Concilio Vaticano II -nota el prelado- Ni tampoco vive en un mundo
fuera de las culturas humanas; la Iglesia da forma a las culturas y
las culturas dan forma a la Iglesia. Considerando el matrimonio y la
familia, aquí y ahora, somos conscientes de la necesidad de
enfrentarnos a los datos de la historia y a la realidad de las
culturas -tanto con los ojos de la fe como con el corazón de Dios-
Esto es lo que significa para nosotros leer los signos de los
tiempos''.
Otra
necesidad expresada en diversos círculos es la de servirse más del
lenguaje de las Escrituras, -que puede ser más cercano a las
experiencias diarias de la familia y servir de puente entre fe y
vida- evitando las expresiones demasiado ''eclesiásticas''. Se trata
de comprender y hacer comprender a las familias cual es ''la
naturaleza del sueño divino que están llamadas a hacer propio,
para que se den cuenta de que en las dificultades de la vida pueden
poner su confianza en un Dios que no desdeña ni abandona a
ninguno'', como explica el arzobispo irlandés Diarmuid Martin. El
prelado observa también que al analizar la situación de las
familias habría que reconocer que ''con la ayuda de la gracia,
familias que están muy lejos de ser perfectas y viven en un mundo
imperfecto cumplen su vocación, incluso si caen durante el
recorrido. Como miembros de nuestro grupo, hemos reflexionado sobre
la naturaleza de nuestras propias familias y lo que ha surgido estaba
muy lejos de un estereotipo de ''familia ideal'', se trataba más
bien de un ''collage'' de familias que difieren en su bagaje social,
étnico y religioso. Pero, entre tantas dificultades nuestras
familias nos dieron el don del amor y de la fe''.
Hombres
de familia, hombres de fe y pastores. Según esta concepción,
expresada por el arzobispo canadiense Paul-André Durocher, los
sacerdotes y obispos deben encauzar la pastoral familiar. ''Todos
nosotros somos, en primer lugar, hombres de familia -afirma- Tenemos
padres, hermanos, sobrinos, primos. Por lo tanto las familias de las
que hablamos no son ajenas a nosotros, forman parte de nuestras
vidas. Esto debe transparentarse en nuestro lenguaje, en nuestros
textos, en nuestra atención y compasión por las familias de la
tierra. Existe el peligro de hablar de ''familia'', como de una
realidad externa a nosotros. Somos hombres de fe.. No pretendemos ser
psicólogos, ni sociólogos, ni economistas, aunque algunos de
nosotros tengan una formación de ese tipo.. Hablamos ante todo como
hombres de fe y esto se debe ver en la primera parte analítica del
documento. Somos pastores. Nuestra preocupación es que la misión
que Cristo confío a su Iglesia, la misión que es la Iglesia, se
cumpla cada vez más en nuestro mundo de hoy. Todo el esfuerzo
sinodal debe tender a este objetivo. Todos los documentos que
elaboremos deben obedecer a esta preocupación fundamental. En
particular, queremos ayudar a nuestras familias a responder a dos
preguntas, la de la vocación: Familia, ¿quien eres? Y la de la
misión: Familia ¿que haces?''.
''Nuestro
documento final -prosigue- debe dar esperanza a nuestras familias,
manifestar la confianza que tenemos en ellas y suscitar su confianza
en nosotros. Habría que evitar que algunas personas se sientan
excluidas de nuestra solicitud, porque todas las familias participan
en la misión de la Iglesia. Recordemos que las familias de la
Bibilia son a menudo disfuncionales y que la Palabra de Dios se ha
realizado en ellas y por ellas. Dios puede hacer las mismas
maravillas hoy''.
Algunos
círculos han observado que el análisis de la situación de la
familia del Instrumentum Laboris no refleja una condición universal,
sino sobre todo occidental y, en particular, europea. ''Los contextos
históricos y las culturas no son los mismos – escribe el arzobispo
francés Laurent Ulrich- No se puede decir que los matrimonios y los
bautismos disminuyen en todo el mundo. Y no se puede hablar de la
misma forma de la presencia de la Iglesia en nuestras respectivas
sociedades. Las posibilidades de compartir la fe en nuestros países
no son idénticas, ni el testimonio público que se puede dar. Y
tampoco son las mismas razones las que lo hacen difícil: la libertad
de actuar en los países ''liberados'', no significa que se reconozca
realmente y puede llevar a actitudes contradictorias ´-unos escogen
una posición de fuerte identidad, mientras otros eligen un diálogo
paciente y no siempre comprendido-. En otros países la presión
religiosa o cultural que se ejerce sobre los cristianos no significa
que callen, sino que después de muchos siglos deben afrontar un
camino doloroso''.
El
tema de la presencia de familias cristianas en Oriente Medio está
presente en buena parte de las relaciones de los círculos menores,
que además de brindar su solidaridad, alertan de que su huída de la
región pondría fin a una presencia cristiana milenaria.
La
diversidad de contextos socio-culturales y de situaciones pastorales
la nota también el círculo cuyo relator es el Rev.do P.
François-Xavier Dumortier S.I. , que subraya que esa diversidad
exige ''articular lo que es de orden universal y de orden particular,
una palabra común fuerte y que responda a las situaciones
particulares encontradas. Al respecto se ha propuesto, aunque no se
haya discutido entre todos, que las conferencias episcopales tengan
un poder determinado para permitir a sus pastores ser 'buenos
samaritanos' en su servicio eclesial''. El purpurado pide también
que el Sínodo ''facilite caminos.. para que la familia viva su
vocación y su misión según el plan de Dios y la enseñanza de la
Iglesia''' y que haya una ''intervención del magisterio encaminada a
dar más coherencia a un conjunto de textos sea de orden teológico
que canónico que parecen más yuxtapuestos que articulados para
simplificar así su expresión''.
Es
común, en todos los círculos, la exigencia de que los Estados
concedan mayor atención a las necesidades de las familias y sobre
todo a sus miembros más frágiles, como los ancianos o los
discapacitados. Varios manifiestan preocupación por las llamadas
teorías del género que, como escribe el arzobispo Durocher ''se
han desarrollado en la sociología y la filosofía, tratando de
analizar algunos fenómenos humanos y sociales que pueden
enriquecer nuestra comprensión del mundo. Pero cuando estas teorías
se convierten en un absoluto...apuntan a imponer un punto de vista
que niega la relación entre la identidad sexual y el ser sexuado que
somos en nuestro cuerpo''.
El
círculo de habla hispana, cuyo relator es el cardenal panameño José
Luis Lacunza Maestrojuan, señala, como otros, ''el desafío de la
renovación de la propia Iglesia''. ''Hemos fallado en la 'formación
cristiana' y en la 'educación de la fe' y se llega al matrimonio con
muchas lagunas -matiza el prelado- No se dice que es la familia. Y no
es cuestión solo de preparación porque muchos sin preparación han
sido fieles y felices, y otros, con mucha preparación, han terminado
separados''. El cardenal habla también de la ruptura de la unidad
''entre amor, sexualidad y procreación'' y señala además que se ha
separado también de su dimensión educativa. ''Se ha roto -dice- la
relación entre amor, sexualidad, matrimonio, familia y educación de
los hijos''.
Los
Padres Sinodales italianos, al igual que tantos otros sienten la
preocupación por el fenómeno migratorio, que afecta a tantas
familias que huyen de la guerra o de la pobreza e involucra cada vez
más a otras familias y a la Iglesia. Muy sentida es también la
cuestión bioética, sobre todo la de las parejas que no pueden tener
hijos. Tras reafirmar la
oportunidad de recordar que la igual dignidad entre el hombre y la
mujer tiene raíces evangélicas, el círculo italiano, cuyo relator
es el cardenal Mauro Piacenza, señala a todos la necesidad de
denunciar la explotación del trabajo infantil, de los niños
soldados, del cuerpo de la mujer (prostitución, útero de alquiler,
violencia hasta el feminicidio y violación como 'arma de guerra'.
Por último, advierten que es
necesario reafirmar que la Iglesia tiene ''una mirada positiva de la
sexualidad, porque es expresión de tensión sinfónica entre eros y
agape''.
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