Ciudad
del Vaticano, 3 de septiembre de 2015 (Vis).-Contemplación,
servicio, fraternidad. Tres aptitudes de la vida sacerdotal que el
Papa ha propuesto a los participantes en el capítulo general de los
Sacerdotes de Schönstatt. El Movimiento Apostólico de Schoenstatt
fue fundado el 18 de octubre de 1914 por el padre José Kentenich
como un camino de renovación espiritual dentro de la Iglesia
Católica y su nombre es el del santuario mariano que cerca de
Coblenza (Alemania) alberga la imagen de la Virgen. Allí tienen sus
casas centrales las comunidades de ese movimiento actualmente
presente en 42 países. El Instituto Secular de los Padres de
Schoenstatt, fue instituido por el Padre José Kentenich el 18 julio
de 1965, para estar al servicio del Movimiento Apostólico.
''Tras
estos años de recorrido -dijo el Papa a los sacerdotes- les
preocupa mantener vivo el carisma fundacional y la capacidad de saber
transmitirlo a los más jóvenes...de tal manera que siga
inspirando y sosteniendo sus vidas y su misión. Ustedes saben que un
carisma no es una pieza de museo, que permanece intacta en una
vitrina, para ser contemplada y nada más. La fidelidad, el mantener
puro el carisma, no significa de ningún modo encerrarlo en una
botella sellada, como si fuera agua destilada, para que no se
contamine con el exterior....El P. Kentenich lo expresaba muy bien
cuando decía que había que estar ''con el oído en el corazón de
Dios y la mano en el pulso del tiempo''.. Aquí están los dos
pilares de una auténtica vida espiritual''.
''Por
una parte, el contacto con Dios -prosiguió el Santo Padre- No es
buen camino descuidar la oración o, peor aún, abandonarla con la
excusa de un ministerio absorbente... Sería un grave error pensar
que el carisma se mantiene vivo concentrándose en las estructuras
externas... o la forma. Dios nos libre del espíritu de
funcionalismo. La vitalidad del carisma radica en ''el primer amor''
renovado día a día, en la disposición a escuchar y responder con
generosidad enamorada...Se opera en nosotros ese sano y necesario
descentramiento, en el que nosotros nos apartamos para que Cristo
ocupe el centro de nuestra vida''.
El
segundo pilar está constituido por la expresión ''tomar el pulso
del tiempo'', es decir, de la realidad, de las personas. ''No hay
que tenerle miedo a la realidad -recalcó Francisco- ... El diálogo
con Dios en la oración nos lleva también a escuchar su voz en las
personas y en las situaciones que nos rodean. No son dos oídos
distintos...Cuando nos encontramos con nuestros hermanos,
especialmente con aquellos que a los ojos nuestros o del mundo son
menos agradables, ¿qué vemos? ¿Nos damos cuenta de que Dios los
ama, de que tienen la misma carne que Cristo asumió o me quedo
indiferente ante sus problemas?...En la oración aprendemos a no
pasar de largo ante Cristo que sufre en sus hermanos. Aprendemos a
servir''.
''Ustedes
son, prácticamente, la última realidad del Movimiento fundada por
el Padre Kentenich; y esto encierra una gran lección, es algo
hermoso -observó el Pontífice- Este ser los ''últimos'' refleja
de modo claro el puesto que ocupan los sacerdotes en relación a sus
hermanos: El sacerdote no está más arriba, ni por delante de los
demás, sino que camina con ellos, amándolos con el mismo amor de
Cristo, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en
rescate por muchos... Pidamos al Señor que nos dé unas espaldas
como las suyas, fuertes para cargar en ellas a los que no tienen
esperanza, a los que parecen estar perdidos, a aquellos que nadie
dedica ni siquiera una mirada… y, por favor, que nos libre del
''escalafonismo''en nuestra vida sacerdotal''.
Por
último, el Santo Padre habló de la fraternidad sacerdotal. ''Por
favor, solos nunca -advirtió- El ministerio presbiteral no se puede
concebir de una manera individual o, peor aún, individualista. La
fraternidad es gran escuela de discipulado... No somos nosotros los
que elegimos a nuestros hermanos, pero sí somos nosotros quienes
podemos hacer la opción consciente y fecunda de amarlos así como
son, con defectos y virtudes...Por favor, que en sus comunidades
nunca haya indiferencia. Compórtense como hombres; si surgen
discusiones o diferencias de pareceres, no se preocupen, mejor el
calor de la discusión que la frialdad de la indiferencia, verdadero
sepulcro de la caridad fraterna''.
Al
final del encuentro el Papa encomendó tres cosas a los sacerdotes de
Schönstatt. ''En primer lugar acompañar y cuidar a las familias...
para que vivan santamente su alianza de amor y de vida, especialmente
a aquellas que atraviesan por momentos de crisis o dificultad. En
segundo lugar, y pensando en el próximo jubileo de la misericordia,
que dediquen mucho tiempo al sacramento de la reconciliación. Sean
grandes perdonadores...Que en sus comunidades sean testigos de
la misericordia y la ternura de Dios. Y en tercer lugar, les pido
que recen por mí, porque lo necesito'', concluyó.
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