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viernes, 5 de junio de 2015

Solemnidad del Corpus Christi: La Eucaristía no es un premio para los buenos


Ciudad del Vaticano, 5 de junio de 2015 (VIS).- Ayer, en la Solemnidad del Cuerpo y la Sandre de Cristo (Corpus Christi), el Santo Padre celebró la santa misa ante miles de personas en la basílica de San Juan de Letrán. Finalizada la Eucaristía comenzó la procesión, presidida por el cardenal Agostino Villani, vicario de Su Santidad para la diócesis de Roma, que recorrió la Via Merulana hasta llegar a la basílica de Santa María la Mayor donde el Papa impartió la bendición solemne con el Santísimo Sacramento.

En la homilía el Obispo de Roma recordó que en la Última Cena, Jesús nos da su Cuerpo y su Sangre, mediante el pan y el vino, para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito y a través de ese viático los discípulos tienen todo lo necesario para su camino a lo largo de la historia y para hacer llegar a todos el Reino de Dios. Así lo demuestra el Responsorio de la segunda lectura de hoy que dice: ''Tomad y comed el cuerpo de Cristo, bebed su sangre: porque ahora sois miembros de Cristo. Para no disgregaros, comed este vínculo de comunión; para no envileceros, bebed el precio de vuestro rescate''.

Francisco explicó que significaban hoy los términos ''disgregarse'', y ''envilecerse''. ''Nos disgregamos -dijo- cuando no somos dóciles a la Palabra del Señor, cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando competimos por ocupar los primeros lugares... cuando no encontramos el valor para testimoniar la caridad, cuando no somos capaces de ofrecer esperanza. La Eucaristía permite que no nos disgreguemos, porque es vínculo de comunión y cumplimiento de la Alianza... El Cristo presente en medio de nosotros, en el signo del pan y del vino, exige que la fuerza del amor supere toda laceración, y al mismo tiempo que se convierta también en comunión con el más pobre, en apoyo para el débil, en atención fraterna con los que fatigan en llevar el peso de la vida cotidiana y están en peligro de perder la fe''.

Envilecerse, es decir ''aguar nuestra dignidad cristiana'' significa ''dejarse corroer por las idolatrías de nuestro tiempo: el aparecer, el consumir, el yo al centro de todo; pero también el ser competitivos, la arrogancia como actitud vencedora, el no admitir nunca que nos hemos equivocado o necesitamos algo. Todo esto nos envilece, nos vuelve cristianos mediocres, tibios, insípidos, paganos''.

''Jesús -prosiguió Francisco – derramó su Sangre como precio y lavacro para purificarnos de todos los pecados... para ser preservados del riesgo de la corrupción...La Sangre de Cristo...nos restituirá nuestra dignidad...Seremos sus ojos que van en busca de Zaqueo y de Magdalena, seremos su mano que socorre a los enfermos de cuerpo y de espíritu; seremos su corazón que ama a los necesitados de reconciliacion, de misericordia y de comprensión....Así aprendemos que la Eucaristía no es un premio para los buenos, sino fuerza para los débiles, para los pecadores. Es el perdón, es el viático que nos ayuda a caminar''.

''Hoy, fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo -concluyó- tenemos no sólo la alegría de celebrar este misterio, sino también de alabarlo y cantarlo por las calles de nuestra ciudad. Que nuestra procesión al final de la Misa, exprese nuestro reconocimiento por todo el camino que Dios nos ha hecho recorrer a través del desierto de nuestras pobrezas, para sacarnos de la condición servil, nutriéndonos de su Amor mediante el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Dentro de poco, mientras caminamos por las calles, sintámonos en comunión con tantos hermanos y hermanas nuestros que no tienen la libertad de expresar su fe en el Señor Jesús. Sintámonos unidos a ellos: cantemos con ellos, alabemos con ellos, adoremos con ellos. Y veneremos en nuestro corazón a esos hermanos y hermanas a los que se ha pedido el sacrificio de la vida por fidelidad a Cristo: Que su sangre, unida a la del Señor, sea prenda de paz y de reconciliación para el mundo entero''.



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