Ciudad
del Vaticano, 5 de marzo 2015 (VIS).-''Los cuidados paliativos
expresan la actitud humana de cuidar unos de otros, especialmente de
los que sufren y atestiguan que la persona es siempre preciosa,
también cuando es anciana o está enferma.La persona, en cualquier
circunstancia, es un bien para sí misma y para los demás y Dios la
ama. Por eso cuando su vida se vuelve muy frágil y se acerca el
final de la existencia terrenal, sentimos la responsabilidad de
asistirla y acompañarla de la mejor manera'', dijo el Papa
recibiendo esta mañana en audiencia a los miembros de la Academia
para la Vida, con motivo de su asamblea general dedicada al tema
''Asistencia al anciano y cuidados paliativos''.
''El
mandamiento bíblico que nos pide que honremos a nuestros padres, en
sentido lato,nos recuerda el honor que debemos a todas las personas
ancianas. A este mandamiento Dios asocia una doble promesa: ''Para
que tus días se alarguen en la tierra que Yahveh, tu Dios te
dará''. La fidelidad a este mandamiento asegura no solamente el don
de la tierra sino, sobre todo, la posibilidad de disfrutarla... El
precepto nos revela -explicó el Santo Padre- la relación
pedagógica fundamental entre padres e hijos, entre los ancianos y
los jóvenes, en relación con la custodia y la transmisión de la
enseñanza religiosa y sapiencial a las generaciones futuras. Honrar
esta enseñanza y a los que la transmiten es fuente de vida y
bendición. Al contrario, la Biblia reserva una severa admonición a
los que abandonan o maltratan a los padres''.
''La
palabra de Dios -subrayó- está siempre viva y nos damos cuenta de
cómo ese mandamiento es de acuciante actualidad para la sociedad
contemporánea donde la lógica de la utilidad predomina sobre la de
la solidaridad y la gratuidad, incluso dentro de las familias...Hoy
''honrar'' podría traducirse también
como el deber de respetar profundamente y cuidar de los que, por su
condición física o social podrían dejarse morir o hacer que
mueran. Toda la medicina juega un papel especial en la sociedad como
testigo del honor que se debe a la persona anciana y a cada ser
humano. La evidencia y la eficiencia no pueden ser los únicos
criterios que gobiernen la acción de los médicos, ni tampoco las
reglas de los sistemas sanitarios, ni el beneficio económico. Un
Estado no puede pensar en sacar beneficio de la medicina''.
El
Obispo de Roma recordó que la asamblea de la Academia para la Vida
ha estudiado nuevos sectores de aplicación de los cuidados
paliativos que, si hasta ahora estaban destinadas sobre todo a los
pacientes oncológicos, en la actualidad interesan también a las
personas, sobre todo ancianos, con patologías caracterizadas de una
degeneración crónica progresiva. ''Los ancianos necesitan en primer
lugar los cuidados de los familiares cuyo afecto no pueden sustituir
ni siquiera las estructuras más eficientes o los agentes sanitarios
más competentes y caritativos'', reiteró. ''Los cuidados paliativos
son pues, ''una ayuda importante, especialmente para los ancianos,
que con el pretexto de su edad, reciben cada vez menos atención por
parte de la medicina curativa y a menudo están abandonados. El
abandono es la enfermedad más grave del anciano y también la
injusticia más grande que pueda padecer: los que nos han ayudado a
crecer no deben abandonarse cuando necesitan nuestra ayuda,
nuestro amor, nuestra ternura''.
Francisco
finalizó su discurso animando a los profesionales y a los
estudiantes de medicina a especializarse en este tipo de asistencia
''que no posee menos valor por el hecho de que ''no salva la vida''.
Los cuidados paliativos hacen algo igualmente importante: valorizan a
la persona. Por eso exhorto a todos los que, de diversas formas,
trabajan en este sector a mantener ese compromiso conservando íntegro
el espíritu de servicio y recordando que cualquier conocimiento
médico es realmente ciencia, en su significado más noble, sólo si
se considera como una ayuda para el bien del ser humano, un bien que
no se alcanza nunca ''en contra'' de su vida y de su dignidad''.
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