Ciudad
del Vaticano, 5 de febrero 2015 (VIS).- El Papa Francisco ha escrito
una carta a los presidentes de las conferencias episcopales y a los
superiores de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica en la que pide su colaboración con la Comisión
para la Tutela de los Menores que instituyó en marzo de 2014. Sigue
el texto completo de la misma, fechada en el Vaticano el 2 de
febrero, fiesta de la Presentación del Señor.
''En
marzo del año pasado instituí la Pontificia Comisión para la
tutela de menores, anunciada ya en diciembre de 2013, con el fin de
ofrecer propuestas e iniciativas orientadas a mejorar las normas y
los procedimientos para la protección de todos los menores y adultos
vulnerables, y he llamado a formar parte de dicha Comisión a
personas altamente cualificadas y notorias por sus esfuerzos en este
campo.
El
siguiente mes de julio, en la reunión que tuve con algunas personas
que han sido objeto de abusos sexuales por parte de sacerdotes, me
sentí conmovido e impresionado por la intensidad de su sufrimiento y
la firmeza de su fe. Esto confirmó una vez más mi convicción de
que se debe continuar haciendo todo lo posible para erradicar de la
Iglesia el flagelo del abuso sexual de menores y adultos vulnerables,
y abrir un camino de reconciliación y curación para quien ha
sufrido abusos.
Por
estas razones, he añadido el pasado mes de diciembre nuevos miembros
a la Comisión, en representación de las Iglesias particulares de
todo el mundo. Y dentro de pocos días, todos estos miembros se
reunirán en Roma por primera vez.
En
este contexto, considero que la Comisión será un nuevo, válido y
eficaz instrumento para ayudarme a animar y promover el compromiso de
toda la Iglesia en sus diversos ámbitos — Conferencias
Episcopales, diócesis, Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de
Vida Apostólica, etc. — para poner en práctica las actuaciones
necesarias para garantizar la protección de los menores y adultos
vulnerables, y dar respuestas de justicia y misericordia.
Las
familias deben saber que la Iglesia no escatima esfuerzo alguno para
proteger a sus hijos, y tienen el derecho de dirigirse a ella con
plena confianza, porque es una casa segura. Por tanto, no se podrá
dar prioridad a ningún otro tipo de consideración, de la naturaleza
que sea, como, por ejemplo, el deseo de evitar el escándalo, porque
no hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de
los menores.
También
se debe vigilar atentamente que se cumpla plenamente la circular
emanada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 3 de mayo
de 2011, para ayudar a las Conferencias Episcopales en la preparación
de las líneas maestras para tratar los casos de abuso sexual de
menores por parte de clérigos. Es importante que las Conferencias
Episcopales adopten un instrumento para revisar periódicamente las
normas y comprobar su cumplimiento.
Corresponde
al Obispo diocesano y a los Superiores mayores la tarea de verificar
que en las parroquias y en otras instituciones de la Iglesia se
garantice la seguridad de los menores y los adultos vulnerables. Como
expresión del deber de la Iglesia de manifestar la compasión de
Jesús a los que han sufrido abuso sexual, y a sus familias, se insta
a las diócesis y los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades
de Vida Apostólica a establecer programas de atención pastoral, que
podrán contar con la aportación de servicios psicológicos y
espirituales.
Por
todos estos motivos, pido vuestra colaboración plena y atenta con la
Comisión para la tutela de los menores. La tarea que le he
encomendado incluye la asistencia a vosotros y a vuestras
Conferencias, mediante un intercambio mutuo de «praxis virtuosas» y
de programas de educación, formación e instrucción por lo que se
refiere a la respuesta que se ha de dar a los abusos sexuales.
Que
el Señor Jesús infunda en cada uno de nosotros, ministros de la
Iglesia, ese amor y esa predilección por los pequeños que ha
caracterizado su presencia entre los hombres, y que se traduce en una
responsabilidad especial respecto al bien de los menores y adultos
vulnerables. Que María Santísima, Madre de la ternura, nos ayude a
cumplir, con generosidad y rigor, nuestro deber de reconocer
humildemente y reparar las injusticias del pasado, y a ser siempre
fieles a la tarea de proteger a quienes son los predilectos de
Jesús''.
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