Ciudad
del Vaticano, 10 septiembre 2014
(VIS).- Un aspecto particular de la ''maternidad'' de la Iglesia es
la educación a través de la misericordia. Y este fue el argumento
de la catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de
los miércoles en la Plaza de San Pedro en la que participaron más
de 30.000 personas.
Como
buena madre y educadora, la Iglesia se fija en lo esencial y lo
esencial según el Evangelio, es la misericordia como dice claramente
Jesús a sus discípulos. ''Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso''. ''¿Puede haber
un cristiano que no sea misericordioso? - se preguntó Francisco- No.
Necesariamente
el cristiano debe ser misericordioso
porque ese es el centro del Evangelio. Por eso la Iglesia se
comporta como Jesús: no da lecciones teóricas sobre el amor ni
sobre la misericordia, ni difunde en el mundo un camino de filosofía
o de sabiduría. Ciertamente el cristianismo es también todo esto,
pero como consecuencia, de reflejo. La madre Iglesia enseña con el
ejemplo, y las palabras sirven para iluminar el significado de sus
gestos''.
Así,
la madre Iglesia ''nos enseña a dar de comer y de beber a quien
tiene hambre y sed, a vestir al que está desnudo...Y lo hace con el
ejemplo de tantos santos y santas...pero también con el de tantos
padres y madres que enseñan a sus hijos que lo que a nosotros nos
sobra es para aquel que carece de lo necesario. En las familias
cristianas más sencillas siempre ha sido sagrada la regla de la
hospitalidad: que no falta nunca un plato o una cama para el que lo
necesita''. Y a los que dicen que
no les sobra nada, Francisco ha puesto como ejemplo el de una familia
de su diócesis anterior que dividió con un pobre que llamó a la
puerta la mitad de lo que estaban comiendo. ''Aprender a compartir lo
que tenemos, es importante''.
La
madre Iglesia enseña a estar cerca de los que están enfermos y, si
tantos y santas, han servido así a Jesús, muchas personas ponen hoy
en práctica esta obra de misericordia en los hospitales o en sus
casas cuidando a los enfermos.
La
madre Iglesia también nos enseña a estar cerca de los que están en
la cárcel. ''Pero
Padre -dirán algunos- es peligroso. Son mala gente- Escuchadme bien:
cada uno de nosotros podría hacer alguna vez lo mismo que hizo ese
hombre o esa mujer que está en la cárcel. Todos podemos pecar y
equivocarnos en la vida. No son peores que tu o que yo.
La misericordia supera cualquier muro o barrera y lleva a
buscar siempre el rostro del ser humano. Y la misericordia es la que
cambia el corazón y la vida, la que puede regenerar a una persona y
permitir que se reintegre de forma nueva en la sociedad''.
''La
madre Iglesia nos enseña a estar cerca de los que están abandonados
y mueren solos. Es lo que hizo la beata Madre Teresa en las calles de
Calcuta; y es -reiteró el Pontífice- lo que han hecho y hacen
tantos cristianos que no tienen miedo de estrechar la mano al que
está para dejar este mundo. Y también aquí, la misericordia da la
paz a quien se va y a quien se queda, haciéndonos sentir que Dios es
más grande que la muerte y que, permaneciendo en él, incluso está
última separación es un ''hasta luego''.
''La
Iglesia es madre -finalizó- enseñando a sus hijos las obras de
misericordia porque ha aprendido de Jesús este camino, ha aprendido
que esto es lo esencial para la salvación. No basta amar a los que
nos aman. No basta hacer el bien a quien nos lo hace. Para que el
mundo cambie a mejor es necesario hacer el bien a quien no es capaz
de devolverlo, como hizo el Padre con nosotros, dándonos a Jesús”.
Porque ¿cuánto hemos pagado por
nuestra redención? Nada. Todo
gratis. Hacer el bien sin esperar nada a cambio. Así hizo el Padre y
lo mismo tenemos que hacer nosotros''.
Por eso ''demos gracias al Señor por habernos concedido la gracia de
tener como madre a la Iglesia que nos enseña el camino de la
misericordia, que es el camino de la vida''.
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