Ciudad
del Vaticano, 31 de agosto de 2014 (VIS).-A mediodía el Santo Padre
se asomó, a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los
fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y comentó el evangelio de
hoy que narra, como Jesús después de haber verificado que Pedro y
los otros once habían creído en Él como Mesías e Hijo de Dios,
“comenzó a explicarles que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho,
ser asesinado y resucitar al tercer día”. “Se trata -dijo- de
un momento crítico en que emerge el contraste entre el modo de
pensar de Jesús y el de los discípulos. Hasta Pedro siente el
deber de regañar al Maestro, porque no puede atribuir al Mesías un
final tan innoble Entonces Jesús, a su vez, regaña duramente a
Pedro, lo ”endereza'', porque no piensa “según Dios, sino según
los hombres” y sin darse cuenta actúa como Satanás, el tentador.
Es
un tema sobre el que, en la liturgia dominical, insiste también el
apóstol Pablo, en su Carta a los Romanos cuando afirma que los
cristianos no se deben conformar a este mundo, sino transformarlo
para discernir la voluntad de Dios.
''Efectivamente
-prosiguió el Papa- nosotros los cristianos vivimos en el mundo,
insertados plenamente en la realidad social y cultural de nuestro
tiempo, y es justo que sea así; pero esto lleva aparejado el peligro
de que nos convirtamos en “mundanos”, de que “la sal pierda
el sabor” como diría Jesús, es decir de que el cristiano se
“agüe”, pierda la carga de novedad que viene del Señor, del
Espíritu Santo''. ''En cambio debería de ser al contrario: cuando
en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, esa puede
transformar “los criterios de juicio, los valores determinantes,
los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de
inspiración y los modelos de vida”, subrayó Francisco citando las
palabras de Pablo VI.
''!Es
triste encontrar cristianos “aguados”, como puede serlo el vino
y no saber si son cristianos o mundanos, como el “vino aguado”
que no se sabe si es vino o agua!”. Es triste encontrar cristianos
que ya no son la sal de la tierra... porque se han entregado al
espíritu del mundo, es decir, se han convertidos en mundanos. Por
eso es necesario renovarse continuamente nutriéndose de la linfa del
Evangelio... leyendo y meditando el Evangelio todos los días, así
la Palabra de Jesús estará siempre presente en nuestra vida'',
afirmó el Pontífice, invitando de nuevo a todos a llevar siempre
consigo un evangelio en el bolsillo, en la cartera y leer todos los
días un pasaje.
La
renovación también viene de la participando en la Misa dominical,
''donde encontramos al Señor en la comunidad, escuchando su Palabra
y recibiendo la Eucaristía que nos une a Él y entre nosotros'', así
como de las jornadas de retiro y de ejercicios espirituales''.
''Gracias
a estos dones del Señor -concluyó- podemos conformarnos a Cristo y
no al mundo, y seguirlo en su camino. el camino de “perder la
propia vida” para encontrarla, para ofrecerla por amor, en el amor
– y esto comporta el sacrificio, la cruz – para recibirla
nuevamente purificada, liberada del egoísmo y de la hipoteca de la
muerte, llena de eternidad''.
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