Ciudad
del Vaticano, 22 noviembre 2013
(VIS).-El Papa visitó ayer por la tarde el monasterio de San Antonio
abad de las monjas benedictinas camaldulenses en la colina romana del
Aventino, con motivo de la Jornada de la Vida Contemplativa y del Año
de la Fe que está a punto de concluir. El Obispo de Roma fue
recibido por la abadesa, sor Michella Porcellato y entró en la
iglesia donde lo esperaban las 21 monjas de la comunidad. Allí
presidió las vísperas, según el rito camaldulense y después de
una breve adoración eucarística, pronunció una meditación de la
que publicamos amplios extractos.
“María
es la madre de la esperanza, el icono más expresivo de la esperanza
cristiana. Su vida entera es un conjunto de actitudes de esperanza,
empezando por el “sí” de la Anunciación... Después en Belén,
donde el que había sido anunciado como el Salvador de Israel y como
el Mesías nace en la pobreza. Luego, mientras se encuentra en
Jerusalén para presentarlo en el templo y, mezclada a la alegría de
los ancianos Simón y Ana, está la promesa de una espada que le
atravesaría el corazón y la profecía de un signo de
contradicción”.
“María
se da cuenta de que la misión y la misma identidad de ese Hijo,
superan su ser madre... Y, no obstante, frente a estas dificultades y
sorpresas del proyecto de Dios, la esperanza de la Virgen no vacila
jamás. ¡Mujer de esperanza!. Esto nos dice que la esperanza se
nutre de escucha, de contemplación, de paciencia para que los
tiempos del Señor maduren...Con el principio de la vida pública,
Jesús se convierte en el Maestro y el Mesías...y se convierte cada
vez más en el signo de contradicción que el anciano Simeón había
anunciado. Al pie de la cruz, es mujer del dolor y, al mismo tiempo,
de la vigilante espera de un misterio más grande del dolor, que está
por cumplirse. Parece que todo se hubiera acabado, todas las
esperanzas extinguidas. Ella también, en aquel momento, recordando
las promesas de la anunciación, habría podido decir: no se han
cumplido, me han engañado. Pero no lo ha dicho. Bienaventurada
porque ha creído, porque de su fe ve brotar el futuro nuevo y
aguarda con esperanza el mañana de Dios”.
“A
veces pienso.¿Sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el
hoy?. El mañana de Dios es, para ella, el alba de la mañana de
Pascua...La única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la
esperanza de la madre, que en ese momento es la esperanza de toda la
humanidad. Os pregunto a vosotras y a mí mismo: “¿En los
monasterios todavía está encendida esa lámpara? ¿En los
monasterios se espera el mañana de Dios?”.
“En
María, presente en cada momento de la historia de la salvación
vemos un testimonio de esperanza sólida. Ella,madre de esperanza,
nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de
desconsuelo, de aparente fracaso o de verdadero fracaso humano”.
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