Ciudad
del Vaticano, 4 octubre 2013 (VIS).- Al finalizar su visita al
obispado, el Santo Padre se ha dirigido a pie hasta la iglesia de
Santa María la Mayor. Desde allí, en coche, se ha desplazado hasta
la Basílica Superior de San Francisco donde le esperaban
representantes del gobierno y del clero. Tras los saludos, Francisco
ha visitado la cripta para venerar la tumba de San Francisco y ha
rezado unos minutos.
A
las 11 y bajo un cielo encapotado, ha comenzado la Santa Misa en la
plaza inferior de San Francisco, fuera de la Basílica, junto a
decenas de miles de personas que abarrotaban la plaza y las calles
cercanas. El Papa ha recordado en su homilía el testimonio que nos
da hoy Francisco, aquello que nos dice, no con palabras sino con la
vida. La realidad que nos atestigua es que “ser cristianos -ha
dicho- es una relación viva con la Persona de Jesús, es revestirse
de él, es asimilarse a él. ¿Dónde inicia el camino de Francisco
hacia Cristo? -ha preguntado a la multitud que le acompañaba-.
Comienza con la mirada de Jesús en la cruz. Dejarse mirar por él en
el momento en el que da la vida por nosotros y nos atrae a sí.
Francisco lo experimentó de modo particular en la iglesita de San
Damián, rezando delante del crucifijo, que hoy también yo
veneraré”. Asimismo ha destacado la paradoja de cómo el crucifijo
no nos habla de derrota o fracaso sino “de una muerte que es vida,
que genera vida”.
La
segunda cosa que Francisco nos atestigua es que -ha continuado-
“quien sigue a Cristo, recibe la verdadera paz, aquella que sólo
él, y no el mundo, nos puede dar”... “La paz franciscana no es
un sentimiento almibarado. Por favor: ¡ese san Francisco no existe!
Y ni siquiera es una especie de armonía panteísta con las energías
del cosmos… Tampoco esto es franciscano, sino una idea que algunos
han construido. La paz de san Francisco es la de Cristo, y la
encuentra el que "carga" con su "yugo", es decir
su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Y
este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con
soberbia, sino sólo con mansedumbre y humildad de corazón”.
Como
tercer testimonio, el Pontífice ha dicho que “el Santo de Asís da
testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado... y que el
hombre está llamado a custodiar y proteger, pero sobre todo da
testimonio del respeto y el amor hacia todo ser humano”...
“respetemos la creación, -ha pedido lanzando una llamamiento- no
seamos instrumentos de destrucción. Respetemos todo ser humano: que
cesen los conflictos armados que ensangrientan la tierra, que callen
las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor, la ofensa
al perdón y la discordia a la unión. Escuchemos el grito de los que
lloran, sufren y mueren por la violencia, el terrorismo o la guerra,
en Tierra Santa, tan amada por san Francisco, en Siria, en todo el
Oriente Medio, en el mundo”.
Al
finalizar, el Papa ha mencionado que hoy se celebra el patrón de
toda Italia y ha pedido al Santo por el país y por todo el mundo.
“Para que cada uno trabaje siempre para el bien común, mirando más
lo que une que lo que divide”.
Concluida
la celebración eucarística, el Santo Padre se ha desplazado en
coche hasta el Centro de acogida de Cáritas para comer junto a los
pobres asistidos por esa institución.
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