Ciudad
del Vaticano, 11 octubre 2013
(VIS).-”Como Obispo de Roma, me siento particularmente cercano a la
vida de la comunidad judía de la Urbe: sé que con más de dos mil
años de presencia ininterrumpida, puede presumir de ser la más
antigua de Europa occidental”. El
Papa Francisco ha saludado con estas palabras a la comunidad judía
de Roma -encabezada por el rabino jefe Riccardo Di Segni-, a la que
ha recibido esta mañana en ocasión del 70 aniversario de la
deportación de los judíos de Roma.
“Durante
muchos siglos , por lo tanto -ha proseguido-, la comunidad judía y
la Iglesia de Roma conviven en nuestra ciudad , con una historia que
- como sabemos - a menudo se ha visto atravesada por incomprensiones
y también por verdaderas injusticias. Es una historia , sin embargo,
que gracias a Dios, desde hace décadas ha conocido el desarrollo de
relaciones amistosas y fraternales. A ese cambio de mentalidad ha
contribuido sin duda, por parte católica, la reflexión del
Concilio Vaticano II, pero no ha sido menor la aportación que con su
vida y su acción han dado, por ambas partes, hombres sabios y
generosos , capaces de reconocer la llamada del Señor y de
emprender con valentía nuevos caminos de encuentro y de diálogo”.
El
Papa ha mencionado a continuación “la tragedia común de la
guerra” que, paradójicamente “enseñó a caminar juntas a ambas
comunidades” y se ha referido al 70 aniversario de la deportación
de los judíos de Roma ocurrida el 16 de octubre de 1943. Ese día
más de mil judíos romanos fueron deportados al campo de
concentración de Auschwitz en Polonia; solamente 16 regresaron a sus
hogares. “Recordaremos y rezaremos por tantas víctimas inocentes
de la barbarie humana, por sus familias. Será también la ocasión
para mantener siempre alerta nuestra atención para que no regresen,
bajo ningún pretexto, la intolerancia y el antisemitismo a
Roma y en el resto del mundo. Lo he dicho otras veces y me gusta
repetirlo una vez más: Es una contradicción que un cristiano sea
antisemita. Sus raíces son también judías. Un
cristiano no puede ser antisemita. ¡El antisemitismo debe
desterrarse del corazón y de la vida de cada hombre y de cada
mujer!”, ha exclamado Francisco.
Ese
aniversario “nos permitirá también recordar que. en la hora de
las tinieblas, la comunidad cristiana de esta ciudad fue capaz de
tender la mano a sus hermanos en dificultades. Sabemos cuántas
instituciones religiosas, monasterios y las mismas basílicas
papales, interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas
para una acogida fraterna y cuántos cristianos corrientes brindaron
la ayuda que podían dar, grande o pequeña que fuese. La mayor
parte, de seguro, no estaba al corriente de la necesidad de
actualizar la comprensión cristiana del judaísmo y tal vez sabía
muy poco acerca de la vida de la comunidad judía. Pero tuvieron el
coraje de hacer lo que en ese momento era justo: proteger al
hermano, que estaba en peligro. Me gustaría hacer hincapié en este
aspecto , ya que si bien es cierto que es importante profundizar, por
ambas partes, la reflexión teológica a través del diálogo,
también es verdad que hay un diálogo vital: el de la experiencia
cotidiana, que no es menos importante. De hecho, sin este , sin una
cultura real y concreta del encuentro,que lleva a relaciones
auténticas, sin prejuicios y sospechas, de poco servirían los
esfuerzos en el campo intelectual. También aquí... el pueblo de
Dios tiene su propio olfato e intuye el camino que Dios le pide que
siga.”
“Espero
contribuir aquí en Roma, como
obispo, a esta cercanía y a esta amistad, como tuve la
gracia, porque fue una gracia, de hacer con la comunidad judía
de Buenos Aires. Entre las muchas cosas que nos acomunan están el
testimonio de la verdad de las diez palabras, del Decálogo, como
sólido fundamento y fuente de vida también para nuestra sociedad,
tan desorientada por un pluralismo extremo de decisiones y
orientaciones y caracterizada por un relativismo que lleva a no
tener ya puntos de referencia sólidos y seguros”.
“Invoco
con vosotros la
protección y la bendición del Altísimo para nuestro camino común
de amistad y confianza. Y que conceda, con su benevolencia, su paz a
nuestros días”, ha finalizado el Santo Padre.
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