Ciudad
del Vaticano, 21 de diciembre 2012(VIS).-El
Santo Padre ha recibido esta mañana a los cardenales, los miembros
de la Curia Romana y de la Gobernación del Estado de la Ciudad del
Vaticano, para el tradicional intercambio de felicitaciones de
Navidad y Año Nuevo. En nombre de los presentes, el cardenal Angelo
Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, felicitó al Pontífice.
Ofrecemos
a continuación amplios fragmentos del discurso pronunciado por
Benedicto XVI
“Estamos
terminando un año que, una vez más, se ha caracterizado en la
Iglesia y en el mundo por muchas situaciones difíciles, de grandes
cuestiones y desafíos, pero también de signos de esperanza.
Menciono sólo algunos puntos destacados en la vida de la Iglesia y
de mi ministerio petrino. Ante todo (...)
han tenido lugar los viajes a México y Cuba. Han sido encuentros
inolvidables, con la fuerza de la fe, profundamente arraigada en los
corazones de los hombres, y con la alegría por la vida que surge de
la fe”.
Acontecimientos
2013
(“En)
México (...) recuerdo
cómo la gran liturgia en las cercanías de la estatua de Cristo Rey
se convirtió en un acto que hacía presente la realeza de Cristo, su
paz, su justicia, su verdad. Todo esto en el contexto de los
problemas de un país que sufre múltiples formas de violencia y las
dificultades de dependencias económicas. Ciertamente, estos
problemas no se pueden resolver simplemente mediante la religiosidad,
pero menos aún se solucionarán sin esa purificación interior del
corazón que proviene de la fuerza de la fe, del encuentro con
Jesucristo. Y después vino la experiencia de Cuba. También aquí
hubo grandes liturgias, en cuyos cantos, oraciones y silencios se
podía percibir la presencia de Aquel, al que durante mucho tiempo se
había querido negar cabida en el País. La búsqueda en este País
de un justo planteamiento de la relación entre vinculaciones y
libertad, ciertamente no puede tener éxito sin una referencia a esos
criterios de fondo que se han manifestado a la humanidad en el
encuentro con el Dios de Jesucristo”.
“Otras
etapas del año que se acerca a su fin, y que quisiera mencionar, son
la gran Fiesta de la Familia en Milán, así como la visita al
Líbano, con la entrega de la Exhortación Apostólica postsinodal,
que ahora deberá constituir en la vida de la Iglesia y de la
sociedad en Medio Oriente una orientación sobre los difíciles
caminos de la unidad y de la paz. El último acontecimiento
importante de este año, ya en su ocaso, ha sido el Sínodo sobre la
Nueva Evangelización, que ha marcado al mismo tiempo el comienzo del
Año de la Fe, con el cual conmemoramos la inauguración del
Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, para comprenderlo y
asimilarlo de nuevo en esta situación que ha cambiado”
Familia
“La
gran alegría con la que se han reunido en Milán familias de todo el
mundo ha puesto de manifiesto que, a pesar de las impresiones
contrarias, la familia es fuerte y viva también hoy. Sin embargo, es
innegable la crisis que la amenaza en sus fundamentos, especialmente
en el mundo occidental (...)Los desafíos
en este contexto son complejos. Tenemos en primer lugar la cuestión
sobre la capacidad del hombre de comprometerse, o bien de su carencia
de compromisos. (...) El rechazo de la
vinculación humana, que se difunde cada vez más a causa de una
errónea comprensión de la libertad y la autorrealización, y
también por eludir el soportar pacientemente el sufrimiento,
significa que el hombre permanece encerrado en sí mismo y, en última
instancia, conserva el propio “yo” para sí mismo, no lo supera
verdaderamente (...) Con el rechazo de
estos lazos desaparecen también las figuras fundamentales de la
existencia humana: el padre, la madre, el hijo; decaen dimensiones
esenciales de la experiencia de ser persona humana”
“El
gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente
documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado,
al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia,
compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más
profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de
la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora
se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo
que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha
hecho famosa de Simone de Beauvoir: “Mujer no se nace, se hace”
(“On ne naît pas femme, on le devient”). En estas palabras se
expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema “gender”
como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía,
el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre
debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social
del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la
sociedad la que decidía (...) El hombre
niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que
caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que
ésta no se le ha dado como hecho prestablecido, sino que es él
mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la
creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer
pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es
esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente
esta dualidad como dato originario es lo que se impugna (...)
El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y
voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por
lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción
de fondo del hombre respecto a sí mismo (...)
Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de
la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no
existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación,
entonces tampoco existe la familia como realidad prestablecida por la
creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto
que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es
propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí,
se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho
y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la
libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo,
se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también
el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda
finalmente degradado en la esencia de su ser”.
Diálogo
“Con
esto quisiera llegar al segundo gran tema(...)
es decir, la cuestión del diálogo y del anuncio. Hablemos primero
del diálogo. Veo sobre todo tres campos de diálogo para la Iglesia
en nuestro tiempo, en los cuales ella debe estar presente en la lucha
por el hombre y por lo que significa ser persona humana: el diálogo
con los Estados, el diálogo con la sociedad – incluyendo en él el
diálogo con las culturas y la ciencia – y el diálogo con las
religiones. En todos estos diálogos, la Iglesia habla desde la luz
que le ofrece la fe. Pero encarna al mismo tiempo la memoria de la
humanidad, que desde los comienzos y en el transcurso de los tiempos
es memoria de las experiencias y sufrimientos de la humanidad (...)
La cultura de lo humano, de la que ella se hace valedora, ha nacido y
se ha desarrollado a partir del encuentro entre la revelación de
Dios y la existencia humana. La Iglesia representa la memoria de ser
hombres ante una cultura del olvido, que ya sólo conoce a sí misma
y su propio criterio de medida. Pero, así como una persona sin
memoria ha perdido su propia identidad, también una humanidad sin
memoria perdería su identidad. (...)En
el diálogo con el Estado y la sociedad, la Iglesia no tiene
ciertamente soluciones ya hechas para cada uno de los problemas. Se
esforzará junto con otras fuerzas sociales para las respuestas que
se adapten mejor a la medida correcta del ser humano. Lo que ella ha
reconocido como valores fundamentales, constitutivos y no negociables
de la existencia humana, lo debe defender con la máxima claridad. Ha
de hacer todo lo posible para crear una convicción que se pueda
concretar después en acción política”.
“En
la situación actual de la humanidad, el diálogo de las religiones
es una condición necesaria para la paz en el mundo y, por tanto, es
un deber para los cristianos, y también para las otras comunidades
religiosas. Este diálogo de las religiones tiene diversas
dimensiones. Será en primer lugar un simple diálogo de la vida, un
diálogo sobre el compartir práctico. En él no se hablará de los
grandes temas de la fe: si Dios es trinitario, o cómo ha de
entenderse la inspiración de las Sagradas Escrituras, etc. Se trata
de los problemas concretos de la convivencia y de la responsabilidad
común respecto a la sociedad, al Estado, a la humanidad. En esto hay
que aprender a aceptar al otro en su diferente modo de ser y pensar.
Para ello, es necesario establecer como criterio de fondo del
coloquio la responsabilidad común ante la justicia y la paz. Un
diálogo en el que se trata sobre la paz y la justicia se convierte
por sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, en un debate
ético acerca de la verdad y el ser humano; un diálogo acerca de las
valoraciones que son el presupuesto del todo (...)Así,
estos esfuerzos pueden significar también pasos comunes hacia la
única verdad, sin cambiar las opciones de fondo. Si ambas partes
están impulsadas por una hermenéutica de la justicia y de la paz,
no desaparecerá la diferencia de fondo, pero crecerá también una
cercanía más profunda entre ellas.
“Hay
dos reglas para la esencia del diálogo interreligioso que, por lo
general, hoy se consideran fundamentales: 1) El
diálogo no se dirige a la conversión, sino más bien a la
comprensión. En esto se distingue de la evangelización, de la
misión. 2)En conformidad con esto, en este
diálogo, ambas partes permanecen conscientemente en su propia
identidad, que no ponen en cuestión en el diálogo, ni para ellas,
ni para los otros.”.
“Sí,
el diálogo no tiene como objetivo la conversión, sino una mejor
comprensión recíproca. Esto es correcto. Pero tratar de conocer y
comprender implica siempre un deseo de acercarse también a la
verdad. De este modo, ambas partes, acercándose paso a paso a la
verdad, avanzan y están en camino hacia modos de compartir más
amplios, que se fundan en la unidad de la verdad (...)
Respecto a esto, diría que el cristiano tiene una gran confianza
fundamental, más aún, la gran certeza de fondo de que puede
adentrarse tranquilamente en la inmensidad de la verdad sin ningún
temor por su identidad de cristiano. Ciertamente, no somos nosotros
quienes poseemos la verdad, es ella la que nos posee a nosotros:
Cristo, que es la Verdad, nos ha tomado de la mano, y sabemos que nos
tiene firmemente de su mano en el camino de nuestra búsqueda
apasionada del conocimiento”.
Nueva
evangelización
“Para
concluir es preciso hacer una breve anotación sobre el anuncio,
sobre la evangelización (...)La palabra
del anuncio es eficaz allí donde en el hombre existe la
disponibilidad dócil para la cercanía de Dios; donde el hombre está
interiormente en búsqueda y por ende en camino hacia el Señor.
Entonces, la atención de Jesús por él le llega al corazón y,
después, el encuentro con el anuncio suscita la santa curiosidad de
conocer a Jesús más de cerca. Este caminar con Él conduce al lugar
en el que habita Jesús, en la comunidad de la Iglesia, que es su
Cuerpo. Significa entrar en la comunión itinerante de los
catecúmenos, que es una comunión de profundización y, a la vez, de
vida, en la que el caminar con Jesús nos convierte en personas que
ven.
“Venid
y veréis”. Esta palabra que Jesús dirige a los dos discípulos en
búsqueda, la dirige también a los hombres de hoy que están en
búsqueda. Al final de año, pedimos al Señor que la Iglesia, a
pesar de sus pobrezas, sea reconocida cada vez más como su morada.
Le rogamos para que, en el camino hacía su casa, nos haga día a día
más capaces de ver, de modo que podamos decir mejor, más y más
convincentemente: Hemos encontrado a Aquél, al que todo el mundo
espera, Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero hombre”.
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