Ciudad
del Vaticano, 14 de septiembre 2012.- Benedicto XVI llegó poco antes
de las 14,00 (hora local) al aeropuerto “Rafiq Hariri”, de
Beirut, que lleva el nombre del ex-presidente del Consejo de
Ministros de Líbano, asesinado con su escolta durante un atentado en
2005.
A
su llegada el Santo Padre fue recibido por el Presidente del Líbano,
Michel Sleiman, por el Patriarca Maronita Béchara Boutros Rai, por
el presidente del Parlamento, Nabih Berri y por el presidente del
Consejo de Ministros, Nagib Miqati.
En su primer discurso en tierra libanesa el Papa recordó que durante la visita efectuada por el presidente Sleiman al Vaticano en febrero de 2011, fue bendecida la gran estatua de San Marón colocada en la basílica de San Pedro y cuya presencia es signo de “una antigua herencia espiritual, que confirma la veneración de los libaneses hacia el primero de los apóstoles y sus sucesores” . También mencionó las excelentes relaciones entre Libano y la Santa Sede y habló del importante acontecimiento eclesial que constituye uno de los motivo de su visita; la firma de la Exhortación Apostólica Post-sinodal de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, “Ecclesia in Medio Oriente”.
Después
agradeció la presencia de los Patriarcas Católicos, en particular,
el cardenal Nasrallah Boutros Sfeir, y su sucesor, el Patriarca
Bechara Boutros Rai y, a travès de los obispos libaneses saludó a
“todos los cristianos de Oriente Medio”, subrayando que “la
Exhortación, destinada a todo el mundo, pretende ser para ellos una
hoja de ruta para los próximos años”. El Santo Padre manifestó
su alegría porque estos días encontrará a numerosas
representaciones de las comunidades católicas en Líbano. “Su
presencia, su compromiso y su testimonio -dijo- son una aportación
reconocida y altamente apreciada en la vida cotidiana de todos los
habitantes de vuestro querido país”. Igualmente saludó a los
patriarcas ortodoxos y obispos, que acudieron a recibirle así como
representantes de las diversas comunidades religiosas del Líbano.
“Vuestra
presencia -afirmó- demuestra la estima y la colaboración que
deséais promover entre todos en el respeto mutuo. Os agradezco
vuestros esfuerzos y estoy seguro de que continuáreis buscando
caminos de unidad y concordia. No olvido los tristes y dolorosos
acontecimientos que han afligido a vuestro hermoso país durante
muchos años. La buena convivencia, típicamente libanesa debe
demostrar, a todo Oriente Medio y al resto del mundo, que dentro de
una nación puede haber colaboración entre las diferentes
Iglesias, miembros todos de la única Iglesia Católica, en un
espíritu de fraternal comunión con los demás cristianos, y, al
mismo tiempo, la convivencia y el diálogo respetuoso entre los
cristianos y sus hermanos de otras religiones. Sabéis tan bien como
yo que este equilibrio, que se presenta en todas partes como un
ejemplo, es extremadamente delicado. A veces, amenaza con romperse
cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con
demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias
y extrañas a la armonía y dulzura libanesa. Es necesario entonces
dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría verdadera. Y
la razón debe prevalecer sobre la pasión unilateral para favorecer
el bien común de todos”.
“Vengo
también para decir lo importante que es la presencia de Dios en la
vida de cada uno y cómo la forma de 'vivir juntos', esta
convivencia que desea testimoniar vuestro país, será profunda en
la medida en que esté fundada en una actitud de acogida y
benevolencia hacia el otro; en la medida en que esté enraizada en
Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos. El famoso
equilibrio libanés, que quiere seguir siendo una realidad, se puede
prolongar gracias a la buena voluntad y el empeño de
todos los libaneses. Sólo entonces podrá servir de modelo para los habitantes de toda la región y del mundo entero. No se trata únicamente de una obra humana, sino de un don de Dios que hay que pedir con insistencia, preservar a cualquier precio y consolidar con determinación”.
todos los libaneses. Sólo entonces podrá servir de modelo para los habitantes de toda la región y del mundo entero. No se trata únicamente de una obra humana, sino de un don de Dios que hay que pedir con insistencia, preservar a cualquier precio y consolidar con determinación”.
“Vengo
al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un
amigo de los hombres. (...)Y, más allá de vuestro país, vengo
también hoy simbólicamente a todos los países de Oriente Medio,
como un peregrino de la paz, como un amigo de Dios, y como un amigo
de todos los habitantes de todos los países de la región,
cualquiera que sea su pertenencia y su creencia (...) Vuestros gozos
y vuestras penas están continuamente presentes en la oración del
Papa y pido a Dios que os acompañe y alivie. Os puedo asegurar que
rezo particularmente por todos los que sufren en esta región, que
son muchos. La imagen de san Marón me recuerda lo que vivís y
soportáis”.
Finalizada
la ceremonia de bienvenida el Papa se trasladó a la nunciatura
apostólica de Harissa
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