Ciudad
del Vaticano, 26 febrero 2012 (VIS).-En la reflexión anterior al
rezo del Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro,
Benedicto XVI comentó el evangelio de la liturgia dominical, el
pasaje de San Marcos que narra las tentaciones de Jesús en el
desierto.
Citando
a San León Magno, el Santo Padre afirmó que “el Señor ha querido
sufrir el ataque del tentador para defendernos con su ayuda e
instruirnos con su ejemplo”. Este episodio nos enseña que el
hombre no está nunca libre de la tentación, pero puede hacerse más
fuerte que cualquier enemigo “con la paciencia y la humildad de
seguir cada día al Señor, aprendiendo a construir nuestra vida no
fuera de Él, como si no existiera, sino en Él y con Él, porque es
la fuente de la vida verdadera. La tentación de eliminar a Dios, de
poner orden en uno mismo y en el mundo contando solo con las propias
capacidades, ha estado siempre presente en la historia del hombre”.
En
Cristo, Dios se dirige al hombre “de un modo inesperado, con una
cercanía única, concreta, llena de amor. Dios se encarna y entra en
el mundo del hombre para tomar sobre Sí el pecado, para vencer el
mal y llevar al hombre al mundo de Dios. Pero este anuncio va
acompañado por la petición de responder a un don tan grande. Jesús,
de hecho, dice: 'Convertíos y creed en el Evangelio'. Es una
invitación a tener fe en Dios y a conformar cada día nuestra vida
con su voluntad, orientando todas nuestras acciones y pensamientos al
bien. El tiempo de Cuaresma es el momento propicio para renovar y
fortalecer nuestra relación con Dios, mediante la oración diaria,
los gestos de penitencia, las obras de caridad fraterna”.
Después
del rezo del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en diversos
idiomas y pidió oraciones por los ejercicios espirituales que
comienzan en la tarde del domingo, en los que participará junto a
sus colaboradores de la Curia romana.
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