CIUDAD DEL VATICANO, 22 OCT 2011 (VIS).-El Santo Padre recibió el sábado en audiencia a los 80 participantes en el VI congreso internacional de los Ordinarios Militares y en el III curso internacional de formación de los capellanes militares en el derecho humanitario. Dichas iniciativas han sido promovidas por la Congregación para los Obispos y por el Pontificio Consejo Justicia y Paz; y se enmarcan en el XXV aniversario de la constitución apostólica “Spirituali militum curae”, promulgada por el beato Juan Pablo II, de quien se celebra la memoria litúrgica precisamente este sábado.
El Papa recordó que la citada constitución apostólica tuvo como finalidad “dar a los Ordinarios Militares la posibilidad de promover una acción pastoral cada vez más adecuada y mejor organizada que se dirija a una parte importante del pueblo de Dios, los militares y sus familias. (…) Se trata de formar cristianos que tengan una fe profunda, vivan una práctica religiosa convencida y sean auténticos testigos de Cristo en su ambiente. Para alcanzar este fin, es preciso que los obispos castrenses y los capellanes militares se sientan responsables del anuncio del Evangelio y de la administración de los sacramentos dondequiera que estén presentes los militares y sus familias. (…) Es evidente que los sacerdotes que desempeñen este ministerio deberán tener una sólida formación humana y espiritual, cuidar constantemente la propia vida interior y, al mismo tiempo, estar dispuestos a escuchar y dialogar para poder captar las dificultades personales y ambientales de las personas a su cargo”.
“La Iglesia –continuó el Pontífice- ha querido ofrecer a los fieles militares y a sus familias todos los medios salvíficos para facilitarles no sólo el cuidado pastoral ordinario, sino también la ayuda específica que necesitan para cumplir su misión con el estilo de la caridad cristiana. De hecho, la vida de un militar cristiano ha de ponerse en relación con el primero y más grande de los mandamientos, el del amor a Dios y al prójimo, porque el militar cristiano está llamado a realizar una síntesis por la cual sea posible ser militar también por amor, cumpliendo el ‘ministerium pacis inter arma’”.
“Pienso en especial en el ejercicio de la caridad del soldado que socorre a las víctimas de los terremotos y de las inundaciones o a los refugiados, poniendo a disposición de los más débiles su propio valor y profesionalidad. Pienso en el ejercicio de la caridad del soldado que desactiva minas, arriesgándose personalmente, en las zonas que han sido escenario de guerra; o en el soldado que, en el ámbito de las misiones de paz, patrulla ciudades y territorios para que los hermanos no se maten entre ellos. Hay muchos hombres y mujeres de uniforme llenos de fe en Jesús, que aman la verdad, que desean promover la paz y se esfuerzan como verdaderos discípulos de Cristo para servir a su propia nación defendiendo los derechos humanos fundamentales de los pueblos”.
Para finalizar, Benedicto XVI pidió a los presentes y a sus colaboradores –presbíteros y diáconos- que promoviesen “una renovación general de los corazones, presupuesto de la paz universal a la que el mundo entero aspira”.
AC/ VIS 20111024 (530)
El Papa recordó que la citada constitución apostólica tuvo como finalidad “dar a los Ordinarios Militares la posibilidad de promover una acción pastoral cada vez más adecuada y mejor organizada que se dirija a una parte importante del pueblo de Dios, los militares y sus familias. (…) Se trata de formar cristianos que tengan una fe profunda, vivan una práctica religiosa convencida y sean auténticos testigos de Cristo en su ambiente. Para alcanzar este fin, es preciso que los obispos castrenses y los capellanes militares se sientan responsables del anuncio del Evangelio y de la administración de los sacramentos dondequiera que estén presentes los militares y sus familias. (…) Es evidente que los sacerdotes que desempeñen este ministerio deberán tener una sólida formación humana y espiritual, cuidar constantemente la propia vida interior y, al mismo tiempo, estar dispuestos a escuchar y dialogar para poder captar las dificultades personales y ambientales de las personas a su cargo”.
“La Iglesia –continuó el Pontífice- ha querido ofrecer a los fieles militares y a sus familias todos los medios salvíficos para facilitarles no sólo el cuidado pastoral ordinario, sino también la ayuda específica que necesitan para cumplir su misión con el estilo de la caridad cristiana. De hecho, la vida de un militar cristiano ha de ponerse en relación con el primero y más grande de los mandamientos, el del amor a Dios y al prójimo, porque el militar cristiano está llamado a realizar una síntesis por la cual sea posible ser militar también por amor, cumpliendo el ‘ministerium pacis inter arma’”.
“Pienso en especial en el ejercicio de la caridad del soldado que socorre a las víctimas de los terremotos y de las inundaciones o a los refugiados, poniendo a disposición de los más débiles su propio valor y profesionalidad. Pienso en el ejercicio de la caridad del soldado que desactiva minas, arriesgándose personalmente, en las zonas que han sido escenario de guerra; o en el soldado que, en el ámbito de las misiones de paz, patrulla ciudades y territorios para que los hermanos no se maten entre ellos. Hay muchos hombres y mujeres de uniforme llenos de fe en Jesús, que aman la verdad, que desean promover la paz y se esfuerzan como verdaderos discípulos de Cristo para servir a su propia nación defendiendo los derechos humanos fundamentales de los pueblos”.
Para finalizar, Benedicto XVI pidió a los presentes y a sus colaboradores –presbíteros y diáconos- que promoviesen “una renovación general de los corazones, presupuesto de la paz universal a la que el mundo entero aspira”.
AC/ VIS 20111024 (530)
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