CIUDAD DEL VATICANO, 9 ENE 2011 (VIS).-Hoy, festividad del Bautismo del Señor, Benedicto XVI presidió en la Capilla Sixtina la Santa Misa durante la cual administró el sacramento del Bautismo a 21 niños, hijos de dependientes vaticanos o de la Santa Sede.
En la homilía, el Papa explicó que el Bautismo insertaba a los que los solicitaban en el “intercambio de amor recíproco que hay en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. “Por este gesto que realizo -añadió- se derrama en ellos el amor de Dios, inundándoles de sus dones. A través del lavado del agua, vuestros hijos se insertan en la vida misma de Jesús, que murió en la cruz para liberarnos del pecado y resucitando venció la muerte”.
“Dándonos la fe -prosiguió el pontífice- el Señor nos ha dado lo más precioso de la vida, es decir el motivo más verdadero y más bello por el que vivir. (...) La fe es el gran don con el que nos da también la vida eterna, la verdadera vida. (...) Al recibir el Bautismo, estos niños obtienen como don un sello espiritual indeleble, el “carácter”, que marca interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los hace miembros vivos de su cuerpo místico, que es la Iglesia. Al entrar a formar parte del Pueblo de Dios, para estos niños comienza hoy un camino que deberá ser un camino de santidad y de conformación a Jesús, una realidad sembrada en ellos como la semilla de un árbol espléndido, que debe crecer”
Ciertamente, observó el Santo Padre, “después será necesaria una adhesión libre y consciente a esta vida de fe y de amor, y por eso es necesario que, tras el Bautismo, sean educados en la fe, instruidos según la sabiduría de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, para que crezca en ellos este germen de la fe que hoy reciben y puedan llegar a la plena madurez cristiana”.
“La Iglesia, que los acoge entre sus hijos, debe hacerse cargo, junto a los padres y a los padrinos, de acompañarlos en este camino de crecimiento. La colaboración entre comunidad cristiana y familia es más necesaria que nunca en el actual contexto social, en el que la institución familiar está amenazada por muchas partes y tiene que enfrentarse a no pocas dificultades en su misión de educar en la fe. La disminución de referencias culturales estables y la rápida transformación a la que está sometida continuamente la sociedad, hacen verdaderamente arduo el compromiso educativo. Por eso, es necesario que las parroquias se esfuercen cada vez más en apoyar a las familias, pequeñas Iglesias domésticas, en su tarea de transmisión de la fe”, concluyó el Santo Padre”.
HML/ VIS 20110110 (460)
En la homilía, el Papa explicó que el Bautismo insertaba a los que los solicitaban en el “intercambio de amor recíproco que hay en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. “Por este gesto que realizo -añadió- se derrama en ellos el amor de Dios, inundándoles de sus dones. A través del lavado del agua, vuestros hijos se insertan en la vida misma de Jesús, que murió en la cruz para liberarnos del pecado y resucitando venció la muerte”.
“Dándonos la fe -prosiguió el pontífice- el Señor nos ha dado lo más precioso de la vida, es decir el motivo más verdadero y más bello por el que vivir. (...) La fe es el gran don con el que nos da también la vida eterna, la verdadera vida. (...) Al recibir el Bautismo, estos niños obtienen como don un sello espiritual indeleble, el “carácter”, que marca interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los hace miembros vivos de su cuerpo místico, que es la Iglesia. Al entrar a formar parte del Pueblo de Dios, para estos niños comienza hoy un camino que deberá ser un camino de santidad y de conformación a Jesús, una realidad sembrada en ellos como la semilla de un árbol espléndido, que debe crecer”
Ciertamente, observó el Santo Padre, “después será necesaria una adhesión libre y consciente a esta vida de fe y de amor, y por eso es necesario que, tras el Bautismo, sean educados en la fe, instruidos según la sabiduría de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, para que crezca en ellos este germen de la fe que hoy reciben y puedan llegar a la plena madurez cristiana”.
“La Iglesia, que los acoge entre sus hijos, debe hacerse cargo, junto a los padres y a los padrinos, de acompañarlos en este camino de crecimiento. La colaboración entre comunidad cristiana y familia es más necesaria que nunca en el actual contexto social, en el que la institución familiar está amenazada por muchas partes y tiene que enfrentarse a no pocas dificultades en su misión de educar en la fe. La disminución de referencias culturales estables y la rápida transformación a la que está sometida continuamente la sociedad, hacen verdaderamente arduo el compromiso educativo. Por eso, es necesario que las parroquias se esfuercen cada vez más en apoyar a las familias, pequeñas Iglesias domésticas, en su tarea de transmisión de la fe”, concluyó el Santo Padre”.
HML/ VIS 20110110 (460)
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