CIUDAD DEL VATICANO, 8 SEP 2010 (VIS).-En la audiencia general de hoy, celebrada en el Aula Pablo VI, en el Vaticano, el Papa continuó hablando de Santa Hildegarda de Bingen, religiosa benedictina de origen alemán, del siglo XII, que “se distinguió por su santidad de vida y su sabiduría espiritual”.
Refiriéndose a las visiones místicas de las que gozó durante su vida, el Santo Padre subrayó que “eran ricas en contenido teológico. Hacen referencia a los principales acontecimientos de la historia de la salvación, y usan un lenguaje principalmente poético y simbólico. Por ejemplo, en su obra más famosa, titulada “Scivias”, es decir, "Conoces las vías”, resume en treinta y cinco visiones los eventos de la historia de la salvación, desde la creación del mundo al fin de los tiempos. (…) En la parte central de su obra desarrolla el tema del matrimonio místico entre Dios y la humanidad realizado en la Encarnación”.
Benedicto XVI dijo que con estas breves observaciones “vemos cómo la teología también puede recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su inteligencia y sensibilidad propias”. En este sentido, alentó a “todas las que desarrollan este servicio a realizarlo con profundo espíritu eclesial, alimentando la propia reflexión con la oración y teniendo en cuenta la gran riqueza, aún en parte inexplorada, de la tradición mística medieval, sobre todo la representada por modelos luminosos como Hildegarda de Bingen”.
Hablando de otros escritos de la santa, el Papa recordó “dos de ellos particularmente importantes, porque muestran, como en “Scivias”, sus visiones místicas: el “Liber vitae meritorum” (Libro de los méritos de la vida) y el “Liber divinorum operum” (Libro de las obras divinas), también llamado “De operatione Dei”. En el primero, “subraya la profunda relación entre el hombre y Dios y nos recuerda que toda la creación, de la que el ser humano es la cumbre, recibe la vida de la Trinidad”. En el segundo, “considerado por muchos su obra maestra, describe la creación en su relación con Dios y la centralidad del hombre, con un fuerte cristocentrismo de sabor bíblico-patrístico”.
El Santo Padre señaló que Hildegarda “se ocupó de medicina y de ciencias naturales, así como de música. (…) Para ella, toda la creación es una sinfonía del Espíritu Santo, que es en sí mismo alegría y júbilo”.
“La popularidad de Hildegarda llevaba a muchas personas a consultarle cosas. (…) Se dirigían a ella comunidades monásticas de hombres y mujeres, obispos y abades. Muchas de las respuestas siguen siendo válidas para nosotros”.
El Santo Padre afirmó que “con la autoridad espiritual de la que estaba dotada, Hildegarda viajó en los últimos años de su vida. (…) Todos la escuchaban con gusto, incluso cuando utilizaba un tono severo: la consideraban una mensajera enviada por Dios. Recordaba sobre todo a las comunidades monásticas y al clero que tenían que vivir en conformidad con su vocación. En particular, Hildegarda contrastó el movimiento de los cátaros alemanes. Los cátaros -que literalmente significa “puros”-, propugnaban una reforma radical de la Iglesia, sobre todo para combatir los abusos del clero. Ella les reprendió con fuerza por querer subvertir la naturaleza misma de la Iglesia, recordándoles que una verdadera renovación de la comunidad eclesial no se consigue tanto con el cambio de las estructuras, como con un sincero espíritu de penitencia y un camino continuo de conversión. Este es un mensaje que nunca debemos olvidar”.
“Invoquemos siempre al Espíritu Santo -concluyó- para que suscite en la Iglesia mujeres santas y valientes, como Santa Hildegarda de Bingen, que apreciando los dones recibidos de Dios, aporten su preciosa y peculiar contribución para el crecimiento espiritual de nuestras comunidades y de la Iglesia en nuestro tiempo”.
AG/ VIS 20100908 (650)
Refiriéndose a las visiones místicas de las que gozó durante su vida, el Santo Padre subrayó que “eran ricas en contenido teológico. Hacen referencia a los principales acontecimientos de la historia de la salvación, y usan un lenguaje principalmente poético y simbólico. Por ejemplo, en su obra más famosa, titulada “Scivias”, es decir, "Conoces las vías”, resume en treinta y cinco visiones los eventos de la historia de la salvación, desde la creación del mundo al fin de los tiempos. (…) En la parte central de su obra desarrolla el tema del matrimonio místico entre Dios y la humanidad realizado en la Encarnación”.
Benedicto XVI dijo que con estas breves observaciones “vemos cómo la teología también puede recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su inteligencia y sensibilidad propias”. En este sentido, alentó a “todas las que desarrollan este servicio a realizarlo con profundo espíritu eclesial, alimentando la propia reflexión con la oración y teniendo en cuenta la gran riqueza, aún en parte inexplorada, de la tradición mística medieval, sobre todo la representada por modelos luminosos como Hildegarda de Bingen”.
Hablando de otros escritos de la santa, el Papa recordó “dos de ellos particularmente importantes, porque muestran, como en “Scivias”, sus visiones místicas: el “Liber vitae meritorum” (Libro de los méritos de la vida) y el “Liber divinorum operum” (Libro de las obras divinas), también llamado “De operatione Dei”. En el primero, “subraya la profunda relación entre el hombre y Dios y nos recuerda que toda la creación, de la que el ser humano es la cumbre, recibe la vida de la Trinidad”. En el segundo, “considerado por muchos su obra maestra, describe la creación en su relación con Dios y la centralidad del hombre, con un fuerte cristocentrismo de sabor bíblico-patrístico”.
El Santo Padre señaló que Hildegarda “se ocupó de medicina y de ciencias naturales, así como de música. (…) Para ella, toda la creación es una sinfonía del Espíritu Santo, que es en sí mismo alegría y júbilo”.
“La popularidad de Hildegarda llevaba a muchas personas a consultarle cosas. (…) Se dirigían a ella comunidades monásticas de hombres y mujeres, obispos y abades. Muchas de las respuestas siguen siendo válidas para nosotros”.
El Santo Padre afirmó que “con la autoridad espiritual de la que estaba dotada, Hildegarda viajó en los últimos años de su vida. (…) Todos la escuchaban con gusto, incluso cuando utilizaba un tono severo: la consideraban una mensajera enviada por Dios. Recordaba sobre todo a las comunidades monásticas y al clero que tenían que vivir en conformidad con su vocación. En particular, Hildegarda contrastó el movimiento de los cátaros alemanes. Los cátaros -que literalmente significa “puros”-, propugnaban una reforma radical de la Iglesia, sobre todo para combatir los abusos del clero. Ella les reprendió con fuerza por querer subvertir la naturaleza misma de la Iglesia, recordándoles que una verdadera renovación de la comunidad eclesial no se consigue tanto con el cambio de las estructuras, como con un sincero espíritu de penitencia y un camino continuo de conversión. Este es un mensaje que nunca debemos olvidar”.
“Invoquemos siempre al Espíritu Santo -concluyó- para que suscite en la Iglesia mujeres santas y valientes, como Santa Hildegarda de Bingen, que apreciando los dones recibidos de Dios, aporten su preciosa y peculiar contribución para el crecimiento espiritual de nuestras comunidades y de la Iglesia en nuestro tiempo”.
AG/ VIS 20100908 (650)
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