CIUDAD DEL VATICANO, 6 MAY 2009 (VIS).-En la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló de san Juan Damasceno (675-749), "figura importante en la historia de la teología bizantina".
Este santo, dijo Benedicto XVI, "fue sobre todo testigo del tránsito de la cultura cristiana griega y siria, compartida por la parte oriental del Imperio bizantino, a la novedad del Islam, que se abría paso a través de conquistas militares en el territorio que hoy se conoce como Medio o Cercano Oriente".
"San Juan Damasceno nació en una rica familia cristiana y, siendo joven, se ocupó de las finanzas del califato. Insatisfecho de la vida de corte, en torno al año 700 ingresó en el monasterio de San Saba, cerca de Jerusalén. (…) Allí se dedicó con todas sus fuerzas a la ascesis y a la actividad literaria, así como a la actividad pastoral, de la que son testimonio sus numerosas homilías. El Papa León XIII lo proclamó doctor de la Iglesia universal en 1890".
El Papa explicó que San Juan Damasceno es recordado sobre todo por sus tres "Discursos contra los que calumnian las santas imágenes", que fueron condenados tras su muerte por el Concilio iconoclasta de Hieria (754)". En estos discursos "aparecen los primeros intentos teológicos de legitimar la veneración de las imágenes sagradas, vinculándolas con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María".
Damasceno, continuó, "fue uno de los primeros que distinguió en el culto público y privado de los cristianos entre adoración (latreia) y veneración (proskynesis): la primera se puede dirigir únicamente a Dios y la segunda sin embargo, puede usar una imagen para dirigirse a aquel que está representado en la misma imagen".
"Esta distinción -subrayó el Santo Padre- fue muy importante para responder de modo cristiano a quienes insistían en que fuera universal y perenne la prohibición severa del Antiguo Testamento sobre el uso cultual de las imágenes. Esta era la gran discusión, también en el mundo islámico, que acepta esta tradición hebrea de la exclusión total de las imágenes del culto. Sin embargo, los cristianos, en este contexto han discutido el problema y han hallado la justificación para la veneración de las imágenes".
Benedicto XVI puso de relieve que San Juan Damasceno "es un testigo privilegiado del culto de los iconos, que será uno de los aspectos más característicos de la teología y de la espiritualidad oriental hasta hoy. Su enseñanza se inserta en la tradición de la Iglesia universal, cuya doctrina sacramental prevé que elementos materiales tomados de la naturaleza puedan ser fuente de gracia en virtud de la invocación (epiclesi) del Espíritu Santo, acompañada por la confesión de la verdadera fe".
El santo sirio admitió "la veneración de las reliquias de los santos sobre la base de la convicción de que los santos cristianos, al haber participado en la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como "muertos".
El Papa se refirió finalmente "al optimismo de Damasceno de la contemplación natural, de ver en la creación visible lo bueno, lo bello y lo verdadero, un optimismo cristiano que no es ingenuo: tiene en cuenta la herida de la naturaleza humana a causa de una libertad de elección querida por Dios y utilizada impropiamente por el ser humano, con todas las consecuencias de desarmonía difundida que han derivado de ella. De aquí la exigencia, percibida claramente por el teólogo de Damasco, de que "la naturaleza se fortaleciera y se renovase" por la venida del Hijo de Dios en la carne".
AG/SAN JUAN DAMASCENO/… VIS 20090506 (600)
Este santo, dijo Benedicto XVI, "fue sobre todo testigo del tránsito de la cultura cristiana griega y siria, compartida por la parte oriental del Imperio bizantino, a la novedad del Islam, que se abría paso a través de conquistas militares en el territorio que hoy se conoce como Medio o Cercano Oriente".
"San Juan Damasceno nació en una rica familia cristiana y, siendo joven, se ocupó de las finanzas del califato. Insatisfecho de la vida de corte, en torno al año 700 ingresó en el monasterio de San Saba, cerca de Jerusalén. (…) Allí se dedicó con todas sus fuerzas a la ascesis y a la actividad literaria, así como a la actividad pastoral, de la que son testimonio sus numerosas homilías. El Papa León XIII lo proclamó doctor de la Iglesia universal en 1890".
El Papa explicó que San Juan Damasceno es recordado sobre todo por sus tres "Discursos contra los que calumnian las santas imágenes", que fueron condenados tras su muerte por el Concilio iconoclasta de Hieria (754)". En estos discursos "aparecen los primeros intentos teológicos de legitimar la veneración de las imágenes sagradas, vinculándolas con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María".
Damasceno, continuó, "fue uno de los primeros que distinguió en el culto público y privado de los cristianos entre adoración (latreia) y veneración (proskynesis): la primera se puede dirigir únicamente a Dios y la segunda sin embargo, puede usar una imagen para dirigirse a aquel que está representado en la misma imagen".
"Esta distinción -subrayó el Santo Padre- fue muy importante para responder de modo cristiano a quienes insistían en que fuera universal y perenne la prohibición severa del Antiguo Testamento sobre el uso cultual de las imágenes. Esta era la gran discusión, también en el mundo islámico, que acepta esta tradición hebrea de la exclusión total de las imágenes del culto. Sin embargo, los cristianos, en este contexto han discutido el problema y han hallado la justificación para la veneración de las imágenes".
Benedicto XVI puso de relieve que San Juan Damasceno "es un testigo privilegiado del culto de los iconos, que será uno de los aspectos más característicos de la teología y de la espiritualidad oriental hasta hoy. Su enseñanza se inserta en la tradición de la Iglesia universal, cuya doctrina sacramental prevé que elementos materiales tomados de la naturaleza puedan ser fuente de gracia en virtud de la invocación (epiclesi) del Espíritu Santo, acompañada por la confesión de la verdadera fe".
El santo sirio admitió "la veneración de las reliquias de los santos sobre la base de la convicción de que los santos cristianos, al haber participado en la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como "muertos".
El Papa se refirió finalmente "al optimismo de Damasceno de la contemplación natural, de ver en la creación visible lo bueno, lo bello y lo verdadero, un optimismo cristiano que no es ingenuo: tiene en cuenta la herida de la naturaleza humana a causa de una libertad de elección querida por Dios y utilizada impropiamente por el ser humano, con todas las consecuencias de desarmonía difundida que han derivado de ella. De aquí la exigencia, percibida claramente por el teólogo de Damasco, de que "la naturaleza se fortaleciera y se renovase" por la venida del Hijo de Dios en la carne".
AG/SAN JUAN DAMASCENO/… VIS 20090506 (600)
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