CIUDAD DEL VATICANO, 11 MAY 2009 (VIS).-Benedicto XVI llegó a las 17.45 al Memorial de Yad Vashem (literalmente "Un memorial y un nombre"), el monumento erigido oficialmente en 1953 por el Estado de Israel para conmemorar a los seis millones de judíos víctimas del Holocausto.
Esta institución estatal está formada por dos museos, salas de exposiciones, monumentos al aire libre y centros de información y documentación. El nombre del centro está inspirado en el libro de Isaías, donde Dios afirma: "Les daré en mi casa y en mis murallas un monumento y un nombre, (...) nombre eterno les daré que no será borrado".
Otros lugares del complejo son el Monumento de los Niños, un tributo al aproximadamente millón y medio de niños que murieron en el Holocausto. El Valle de las Comunidades, un monumento excavado en la roca que conmemora las más de 5.000 comunidades judías que fueron destruidas, y la Avenida y el Jardín de los Justos entre las Naciones, que honra a los no judíos que salvaron a los judíos durante el Holocausto.
A su llegada el Papa fue acogido por el presidente y el director del centro y recorrió a pie el perímetro del Memorial hasta llegar a la entrada de honor de la Sala de la Memoria, donde lo esperaban el presidente de la República Shimon Peres y el rabino presidente del Consejo de Yad Vashem.
La Sala de la Memoria es una estructura con forma de tienda en cuyo suelo se hallan los nombres de seis campos de exterminio y diversos nombres de campos de concentración. Hay también un monumento con una llama perenne enfrente del cual se encuentra una cripta que contiene las cenizas de algunas víctimas.
Benedicto XVI reavivó el fuego y depuso una corona de flores en el suelo. Tras departir con seis supervivientes del Holocausto pronunció un discurso.
"He venido -dijo- para detenerme en silencio ante este monumento, erigido para honrar la memoria de los millones de judíos asesinados en la horrenda tragedia de la Shoah. Perdieron su vida, pero no perderán jamás sus nombres: están grabados perennemente en el corazón de sus seres queridos, de sus compañeros de prisión y de todos los que están decididos a no permitir nunca más que un horror semejante pueda avergonzar de nuevo a la humanidad. Sus nombres, en particular y sobre todo, están grabados de forma indeleble en la memoria de Dios Omnipotente".
"Se pueden arrebatar al prójimo sus posesiones, ocasiones que le son favorables, o la libertad. Se puede tejer una trama de mentiras para convencer a los demás que algunos grupos no merecen respeto. Y, sin embargo, por mucho que uno se esfuerce, no se puede jamás arrebatar el nombre a un ser humano".
"Los nombres custodiados en este venerado monumento tendrán para siempre un lugar sagrado entre los innumerables descendientes de Abraham. Su fe fue probada, al igual que la de Abraham. Y como Jacob fueron inmersos en la lucha entre el bien y el mal mientras luchaban para discernir los planes del Omnipotente.¡Que los nombres de estas víctimas no perezcan jamás! ¡Que sus sufrimientos no se nieguen, se menoscaben o se olviden! ¡Y que todas las personas de buena voluntad estén en guardia para desenraizar del corazón del ser humano cualquier cosa capaz de llevar a tragedias parecidas a ésta!".
"La Iglesia Católica -prosiguió el Papa-, comprometida en las enseñanzas de Jesús y encaminada a imitar su amor por todas las personas, siente una profunda compasión por las víctimas aquí recordadas. Del mismo modo está al lado de todos los que hoy están sometidos a persecuciones a causa de su raza, su color, su condición de vida o su religión- sus sufrimientos son suyos como lo es su esperanza y su sed de justicia. Como Obispo de Roma y sucesor de Pedro reafirmo -al igual que mis antecesores- el compromiso de la Iglesia para rezar y actuar sin descanso para asegurar que el odio no vuelva a reinar en el corazón de los hombres. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es el Dios de la paz".
"Fijando la mirada en los rostros reflejados en el agua silenciosa dentro de este memorial, no podemos olvidar que cada uno de ellos tenía un nombre. (...) ¡Quien habría imaginado que estaban condenados a un destino tan cruel! Mientras estamos aquí en silencio, su grito resuena aún en nuestros corazones. Es un grito que se eleva contra cualquier acto de injusticia y violencia. Es una condena perenne contra el derramamiento de sangre inocente. Es el grito de Abel que sube desde la tierra hasta el Omnipotente".
Para "dar voz a ese grito", el Papa leyó los versículos del Libro de las Lamentaciones que comienzan con la frase :"La ternura del Señor no se acaba, no se agota su misericordia".
Una vez acabada la lectura Benedicto XVI dijo: "Agradezco profundamente a Dios y a vosotros la oportunidad de haber podido estar aquí en silencio: un silencio para recordar, un silencio para esperar".
A continuación el Santo Padre firmó en el Libro de Honor de Yad Vashem, donde escribió la frase del Libro de las Lamentaciones "No se agota su misericordia". Le despidieron un coro y las autoridades que lo habían acogido a su llegada. Después Benedicto XVI se desplazó en automóvil al Pontificio Instituto Notre Dame de Jerusalén.
PV-ISRAEL/YAD VASHEM/JERUSALEN VIS 20090512 (890)
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