CIUDAD DEL VATICANO, 14 MAY 2009 (VIS).-Esta mañana a las 8,30, el Santo Padre se desplazó en helicóptero a Nazaret, la ciudad de la Anunciación y de la Sagrada Familia, a unos 110 km. de Jerusalén. Una vez llegado al helipuerto de esa ciudad se trasladó en coche al Monte del Precipicio para celebrar la Santa Misa de clausura del Año de la Familia organizado por la Iglesia Católica en Tierra Santa.
Acogieron a Benedicto XVI los alcaldes de Nazaret y Nazaret Illit, el vicario patriarcal latino para Israel, obispo Giacinto-Boulos Marcuzzo y el arzobispo Paul Nabil Sayyah, de Haifa y Tierra Santa para los Maronitas. El Papa saludó en papamóvil a los miles fieles que llenaban el lugar, un anfiteatro natural cercano al bosque dedicado a Juan XXIII. Tras recibir el saludo del arzobispo Elias Chacour, Ordinario greco-melkita para Galilea, presidió la Santa Misa, que contó con la presencia del presidente del Estado de Israel, Shimon Peres.
En la homilía, el Santo Padre afirmó que siguiendo el ejemplo de María, José y Jesús "podemos apreciar todavía más la santidad de la familia que, en el plan de Dios, se basa en la fidelidad para toda la vida de un hombre y una mujer, consagrada por el pacto conyugal y abierta al don de Dios de nuevas vidas".
"¡Cómo necesitan los hombres y mujeres de nuestro tiempo -exclamó- reapropiarse de esta verdad fundamental, que es el fundamento de la sociedad, y qué importante es el testimonio de las parejas casadas para la formación de conciencias maduras y para la construcción de la civilización del amor".
"En la familia -prosiguió el pontífice- todos, tanto el niño más pequeño como el padre más mayor, se consideran por lo que son y no sencillamente como un medio para otros fines. Así, empezamos a percibir algo sobre el rol esencial de la familia como primera piedra para la construcción de una sociedad bien ordenada y acogedora. Y podemos también apreciar, dentro de una sociedad más amplia, el papel del Estado llamado a sostener a las familias en su misión educativa, a proteger la institución de la familia y sus derechos naturales y también a garantizar que todas vivan y florezcan en condiciones dignas".
En la ciudad de la Anunciación es inevitable pensar en María, la "llena de gracia", observó el Papa, y subrayó que "Nazaret nos recuerda el deber de reconocer y respetar la dignidad y la misión que Dios concedió a las mujeres, al igual que sus carismas y talentos particulares. Tanto como madres de familia, como vital presencia en la fuerza de trabajo y en las instituciones de la sociedad, en la llamada particular a seguir al Señor a través de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, las mujeres tienen un papel indispensable para crear esa "ecología humana" que el mundo, y esta tierra, necesitan con urgencia: un ambiente donde los niños aprendan a amar y apreciar a los demás, a ser honrados y respetuosos con todos, a practicar las virtudes de la misericordia y el perdón".
Del ejemplo "fuerte y paterno" de San José, Jesús aprendió "las virtudes de la piedad viril, de la fidelidad a la palabra dada, de la integridad y del duro trabajo. En el carpintero de Nazaret vio como la autoridad puesta al servicio del amor es infinitamente más fecunda que el poder que pretende dominar. ¡Cuánto necesita nuestro mundo el ejemplo, la guía y la fuerza tranquila de hombres como José!".
Dirigiéndose a los niños, Benedicto XVI les invitó a ayudar a sus padres a "descubrir con más plenitud el amor que da un sentido completo a nuestra vida", y recordó que "en la Sagrada Familia de Nazaret fue Jesús quien enseñó a María y a José algo de la grandeza del amor de Dios".
El Santo Padre pidió a todos que renovasen el compromiso de ser "levadura de respeto y de amor para el mundo que nos rodea. Este Monte del Precipicio nos recuerda (...) que el mensaje del Señor a veces fue fuente de contradicción y de conflicto con los que lo escuchaban. Desgraciadamente, como sabe todo el mundo, Nazaret ha experimentado en los últimos años tensiones que han perjudicado las relaciones entre la comunidad cristiana y la musulmana. Invito a las personas de buena voluntad de ambas comunidades a reparar esos daños y, en fidelidad al credo común en un único Dios, Padre de la familia humana, a trabajar para construir puentes y encontrar formas de coexistencia pacífica. ¡Que todos rechacen el poder destructor del odio y el prejuicio que matan el alma antes que el cuerpo!".
Benedicto XVI concluyó manifestando su gratitud a los que "educan a las generaciones futuras en el camino de la paz". "Pienso de forma especial -dijo- en los esfuerzos de las Iglesias locales, sobre todo en sus escuelas e instituciones caritativas para abatir los muros y ser terreno fértil de encuentro, diálogo, reconciliación y solidaridad".
Por último, el Papa alentó a los educadores a "perseverar dando testimonio del Evangelio, a tener confianza en el triunfo del bien y la verdad y a confiar en que Dios hará crecer toda iniciativa encaminada a difundir su Reino de santidad, solidaridad, justicia y paz".
Finalizada la Santa Misa, Benedicto XVI bendijo las primeras piedras del Centro Internacional de la Familia, el Parque memorial Juan Pablo II y la Universidad Papa Benedicto XVI.
A continuación se trasladó al Convento de los Franciscanos de Nazaret, donde almorzó con los Ordinarios locales y la Comunidad Franciscana. Acabado el almuerzo el Santo Padre tuvo un encuentro privado en una sala del Convento con el primer ministro de Israel, Beniamin Netanyahu, para trasladarse después al Santuario de la Anunciación de Nazaret.
PV-ISRAEL/MISA/MONTE PRECIPICIO:NAZARET VIS 20090514 (960)
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