CIUDAD DEL VATICANO, 3 DIC 2008 (VIS).-Benedicto XVI prosiguió en la audiencia general de los miércoles la catequesis sobre la enseñanza de San Pablo. Ante 7.000 personas presentes en el Aula Pablo VI explicó cómo en la Epístola a los Romanos, el Apóstol de las gentes, poniendo en relación las figuras de Adán y Cristo, "traza las líneas esenciales de la doctrina sobre el pecado original".
San Pablo, dijo el Papa, "no pone en el centro de la escena a Adán con las consecuencias que tuvo el pecado sobre la humanidad, sino a Jesucristo y a la gracia que mediante él se derramó sobre la especie humana".
"Si en la fe de la Iglesia -prosiguió- ha madurado la conciencia del dogma del pecado original es porque está ligado inseparablemente con otro dogma, el de la salvación y la libertad en Cristo. En consecuencia, no debemos abordar nunca el pecado de Adán y de la humanidad de forma separada, sino englobarlos en el horizonte de la justificación en Cristo".
"Pero como hombres de hoy -dijo el Santo Padre- tenemos que preguntarnos: (...) ¿Es sostenible todavía esta doctrina? Muchos piensan que a la luz de la historia de la evolución no habría lugar para (...) un primer pecado que después se difunde por toda la historia de la humanidad, y en consecuencia la redención y el Redentor perderían su fundamento. En consecuencia ¿existe el pecado original, o no?".
Para responder hay que distinguir, explicó, dos aspectos de la teoría sobre el pecado original: uno "empírico, una realidad concreta, tangible, y un aspecto que atañe al misterio, al fundamento ontológico de este hecho. Efectivamente hay una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todos sabemos que hay que obrar bien y en nuestro interior también lo deseamos, pero al mismo tiempo sentimos el impulso de hacer lo contrario, de seguir el camino del egoísmo, de la violencia, (...) aun sabiendo que obramos contra el bien, contra Dios y contra el prójimo".
"Esa contradicción interior de nuestro ser no es una teoría. La sentimos todos los días. Y sobre todo vemos siempre a nuestro alrededor el predominio de esta segunda voluntad. Basta pensar en las noticias diarias sobre injusticias, violencias, lujuria. Es un dato de hecho. De este poder del mal en nuestras almas ha crecido en la historia un río sucio del mal que envenena la geografía humana. (...) Pero al mismo tiempo, esa contradicción (...) de nuestra historia debe provocar el deseo de redención. En realidad, el deseo de que cambie el mundo, (...) de que se cree un mundo de justicia, de paz y bien está presente en todos los lugares".
"El poder del mal en el corazón y en la historia de los seres humanos es innegable, pero la cuestión es: ¿Cómo lo explicamos? En la historia del pensamiento, prescindiendo de la fe cristiana, hay un modelo principal de explicación con diversas variantes. El modelo dice que el ser humano es en sí mismo contradictorio: lleva en sí mismo el bien y el mal. (...) El dualismo es insuperable (...) y será siempre así".
"En la concepción evolucionista y atea del mundo (...) se supone que el ser como tal lleva en sí desde el inicio el mal y el bien. (...) El ser no es sencillamente bueno, sino abierto al bien y al mal, (...) ambos originarios. Y la historia humana seguiría solamente el modelo presente en toda la evolución precedente. Lo que los cristianos llaman pecado original sería solamente el carácter mixto del ser entre el bien y el mal".
"En el fondo, es una visión desesperada. Si es así, el mal es invencible, (...) cuenta solo el propio interés y cualquier progreso se pagaría necesariamente con un río de mal (...) y los que quieran seguir el progreso deberían pagar este precio. (...) Este pensamiento moderno, en fin, puede crear solo tristeza y cinismo".
"Nos preguntamos de nuevo: ¿Qué dice la fe? (...) San Pablo (...) confirma la competición entre las dos naturalezas, (...) el dato de la sombra del mal que pesa sobre la entera creación. Pero en contraste con (...) el dualismo y (...) el monismo desoladores (...) la fe nos habla de dos misterios de luz y uno de noche que, sin embargo está envuelto en el misterio de la luz".
"La fe nos dice: no hay dos principios, uno bueno y otro malo. Hay solo un principio que es el Dios creador y es un principio solamente bueno, sin sombra del mal. Por eso, también el ser no es un mixto de bueno y malo. El ser como tal es bueno (...). Este es el gozoso anuncio de la fe: hay una sola fuente buena, el Creador, y por eso (...) la vida también es buena".
"También hay un misterio de oscuridad (...) que no viene de la fuente del ser; no es originario. El mal viene de una libertad creada, de una libertad de la que se ha abusado. ¿Cómo ha sucedido? Sigue siendo oscuro. El mal no es lógico. Sólo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal sigue siendo misterioso, (...) en sí mismo ilógico".
"El mal procede de una fuente subordinada. Dios con su luz es más fuerte. Por eso, el mal puede superarse, por eso la criatura (…) no sólo puede curarse sino que está ya curada. Dios ha añadido la curación. Ha entrado en primera persona en la historia y a la fuente permanente del mal ha opuesto una fuente de puro bien: Cristo crucificado y resucitado. Nuevo Adán que opone al río sucio del mal un río de luz (...) presente en la historia".
AG/PECADO ORIGINAL/... VIS 20081203 (900)
San Pablo, dijo el Papa, "no pone en el centro de la escena a Adán con las consecuencias que tuvo el pecado sobre la humanidad, sino a Jesucristo y a la gracia que mediante él se derramó sobre la especie humana".
"Si en la fe de la Iglesia -prosiguió- ha madurado la conciencia del dogma del pecado original es porque está ligado inseparablemente con otro dogma, el de la salvación y la libertad en Cristo. En consecuencia, no debemos abordar nunca el pecado de Adán y de la humanidad de forma separada, sino englobarlos en el horizonte de la justificación en Cristo".
"Pero como hombres de hoy -dijo el Santo Padre- tenemos que preguntarnos: (...) ¿Es sostenible todavía esta doctrina? Muchos piensan que a la luz de la historia de la evolución no habría lugar para (...) un primer pecado que después se difunde por toda la historia de la humanidad, y en consecuencia la redención y el Redentor perderían su fundamento. En consecuencia ¿existe el pecado original, o no?".
Para responder hay que distinguir, explicó, dos aspectos de la teoría sobre el pecado original: uno "empírico, una realidad concreta, tangible, y un aspecto que atañe al misterio, al fundamento ontológico de este hecho. Efectivamente hay una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todos sabemos que hay que obrar bien y en nuestro interior también lo deseamos, pero al mismo tiempo sentimos el impulso de hacer lo contrario, de seguir el camino del egoísmo, de la violencia, (...) aun sabiendo que obramos contra el bien, contra Dios y contra el prójimo".
"Esa contradicción interior de nuestro ser no es una teoría. La sentimos todos los días. Y sobre todo vemos siempre a nuestro alrededor el predominio de esta segunda voluntad. Basta pensar en las noticias diarias sobre injusticias, violencias, lujuria. Es un dato de hecho. De este poder del mal en nuestras almas ha crecido en la historia un río sucio del mal que envenena la geografía humana. (...) Pero al mismo tiempo, esa contradicción (...) de nuestra historia debe provocar el deseo de redención. En realidad, el deseo de que cambie el mundo, (...) de que se cree un mundo de justicia, de paz y bien está presente en todos los lugares".
"El poder del mal en el corazón y en la historia de los seres humanos es innegable, pero la cuestión es: ¿Cómo lo explicamos? En la historia del pensamiento, prescindiendo de la fe cristiana, hay un modelo principal de explicación con diversas variantes. El modelo dice que el ser humano es en sí mismo contradictorio: lleva en sí mismo el bien y el mal. (...) El dualismo es insuperable (...) y será siempre así".
"En la concepción evolucionista y atea del mundo (...) se supone que el ser como tal lleva en sí desde el inicio el mal y el bien. (...) El ser no es sencillamente bueno, sino abierto al bien y al mal, (...) ambos originarios. Y la historia humana seguiría solamente el modelo presente en toda la evolución precedente. Lo que los cristianos llaman pecado original sería solamente el carácter mixto del ser entre el bien y el mal".
"En el fondo, es una visión desesperada. Si es así, el mal es invencible, (...) cuenta solo el propio interés y cualquier progreso se pagaría necesariamente con un río de mal (...) y los que quieran seguir el progreso deberían pagar este precio. (...) Este pensamiento moderno, en fin, puede crear solo tristeza y cinismo".
"Nos preguntamos de nuevo: ¿Qué dice la fe? (...) San Pablo (...) confirma la competición entre las dos naturalezas, (...) el dato de la sombra del mal que pesa sobre la entera creación. Pero en contraste con (...) el dualismo y (...) el monismo desoladores (...) la fe nos habla de dos misterios de luz y uno de noche que, sin embargo está envuelto en el misterio de la luz".
"La fe nos dice: no hay dos principios, uno bueno y otro malo. Hay solo un principio que es el Dios creador y es un principio solamente bueno, sin sombra del mal. Por eso, también el ser no es un mixto de bueno y malo. El ser como tal es bueno (...). Este es el gozoso anuncio de la fe: hay una sola fuente buena, el Creador, y por eso (...) la vida también es buena".
"También hay un misterio de oscuridad (...) que no viene de la fuente del ser; no es originario. El mal viene de una libertad creada, de una libertad de la que se ha abusado. ¿Cómo ha sucedido? Sigue siendo oscuro. El mal no es lógico. Sólo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal sigue siendo misterioso, (...) en sí mismo ilógico".
"El mal procede de una fuente subordinada. Dios con su luz es más fuerte. Por eso, el mal puede superarse, por eso la criatura (…) no sólo puede curarse sino que está ya curada. Dios ha añadido la curación. Ha entrado en primera persona en la historia y a la fuente permanente del mal ha opuesto una fuente de puro bien: Cristo crucificado y resucitado. Nuevo Adán que opone al río sucio del mal un río de luz (...) presente en la historia".
AG/PECADO ORIGINAL/... VIS 20081203 (900)
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