CIUDAD DEL VATICANO, 24 DIC 2008 (VIS).-Esta noche a las doce Benedicto XVI presidió en la basílica vaticana la Santa Misa en la Solemnidad de la Natividad del Señor.
"Dios se inclina" -dijo el Papa en la homilía -. Esta es una palabra profética" que "en la noche de Belén (…) ha adquirido un sentido completamente nuevo. El inclinarse de Dios ha asumido un realismo inaudito y antes inimaginable. (…) Se hace un niño y se pone en la condición de dependencia total propia de un ser humano recién nacido. El Creador que tiene todo en sus manos, del que todos nosotros dependemos, se hace pequeño y necesitado del amor humano. (…) En efecto, ¿de qué otro modo podría aparecer más grande y más pura su predilección por el hombre, su preocupación por él? (…) La gloria del verdadero Dios se hace visible cuando se abren los ojos del corazón ante el establo de Belén".
El Santo Padre recordó el Evangelio de San Lucas, que narra el anuncio a los pastores, "personas de muy baja condición, (…) personas que en la gran sociedad eran más bien despreciadas. (…) Lucas nos dice que estas personas "velaban". Podemos sentirnos así atraídos de nuevo por un motivo central del mensaje de Jesús, en el que, repetidamente (…) aparece la invitación a la vigilancia, a permanecer despiertos para percibir la llegada de Dios y estar preparados para ella. Por tanto, también aquí la palabra significa quizá algo más que el simple estar materialmente despiertos durante la noche. Fueron realmente personas en alerta, en las que estaba vivo el sentido de Dios y de su cercanía. Personas que estaban a la espera de Dios y que no se resignaban a su aparente lejanía de su vida cotidiana. (…) Y, ¿quiénes son estos (…) sino los pequeños, los vigilantes, los que están a la espera, que esperan en la bondad de Dios y lo buscan mirando hacia Él desde lejos".
El Papa, citando a los Padres de la Iglesia, explicó que si hasta el momento del anuncio a los pastores "los ángeles conocían a Dios en la grandeza del universo, en la lógica y la belleza del cosmos que provienen de Él y que lo reflejan", esa noche "había ocurrido algo nuevo, incluso sobrecogedor para ellos: (…) el Dios que sustenta todo y lo tiene en su mano, (…) había entrado en la historia de los hombres, se había hecho uno que actúa y que sufre en la historia" y "de la gozosa turbación suscitada por este acontecimiento inconcebible, de esta segunda y nueva manera en que Dios se ha manifestado (…) surgió un canto nuevo, una estrofa que el Evangelio de Navidad ha conservado para nosotros: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama". (…) La gloria de Dios está en lo alto de los cielos, pero esta altura de Dios se encuentra ahora en el establo: lo que era bajo se ha hecho sublime. Su gloria está en la tierra, es la gloria de la humildad y del amor. Y también: la gloria de Dios es la paz. Donde está Él, allí hay paz. Él está donde los hombres no pretenden hacer autónomamente de la tierra el paraíso, sirviéndose para ello de la violencia. Él está con las personas del corazón vigilante; con los humildes y con los que corresponden a su elevación, a la elevación de la humildad y el amor. A estos da su paz, porque por medio de ellos entre la paz en este mundo".
"El teólogo medieval Guillermo de S. Thierry dijo una vez: Dios ha visto que su grandeza -a partir de Adán- provocaba resistencia; que el hombre se siente limitado en su ser él mismo y amenazado en su libertad. Por lo tanto, Dios ha elegido una nueva vía. Se ha hecho un niño. Se ha hecho dependiente y débil, necesitado de nuestro amor. Ahora -dice ese Dios que se ha hecho niño- ya no podéis tener miedo de mí, ya sólo podéis amarme".
"En cada niño hay un reverbero del niño de Belén -exclamó Benedicto XVI-. Cada niño reclama nuestro amor. Pensemos por tanto en esta noche de modo particular también en aquellos niños a los que se les niega el amor de los padres. A los niños de la calle que no tienen el don de un hogar doméstico. A los niños que son utilizados brutalmente como soldados y convertidos en instrumentos de violencia, en lugar de poder ser portadores de reconciliación y de paz. A los niños heridos en lo más profundo del alma por medio de la industria de la pornografía y todas las otras formas abominables de abuso. El Niño de Belén es un nuevo llamamiento que se nos dirige a hacer todo lo posible con el fin de que termine la tribulación de estos niños; a hacer todo lo posible para que la luz de Belén toque el corazón de los hombres. (…) Sólo si los hombres cambian, cambia el mundo y, para cambiar, los hombres necesitan la luz que viene de Dios, esa luz que de modo tan inesperado ha entrado en nuestra noche".
"Y hablando del Niño de Belén -concluyó- pensemos también en el pueblo que lleva el nombre de Belén; pensemos en aquel país en el que Jesús ha vivido y que tanto ha amado. Y roguemos para que allí se haga la paz. Que cesen el odio y la violencia. Que se abra el camino de la comprensión recíproca, se produzca una apertura de los corazones que abra las fronteras. Que venga la paz que cantaron los ángeles en aquella noche".
HML/MISA DEL GALLO/… VIS 20081229 (950)
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