CIUDAD DEL VATICANO, 15 NOV 2008 (VIS).-El Papa recibió hoy a los participantes en la XXIII Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, que se ha celebrado del 13 al 15 de noviembre en el Vaticano, sobre el tema: "La Pastoral en la cura de los niños enfermos".
El Santo Padre afirmó que durante las sesiones de estos días habían puesto de manifiesto la situación difícil de "un numero muy considerable de niños en vastas regiones de la tierra" y que a pesar de que gracias a los progresos de la medicina se ha reducido notablemente la mortalidad infantil, "todavía queda mucho por hacer en este campo. Basta recordar -dijo- que cada año mueren cuatro millones de recién nacidos con menos de 26 días de vida".
"Hoy, el reto es desafiar la reaparición de muchas patologías que antes eran típicas de la infancia y favorecer en su conjunto el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de un conveniente estado de salud para todos los niños".
Tras poner de relieve la dificultad para lograr "un justo equilibrio entre insistir o desistir en la interrupción terapéutica para asegurar los tratamientos adecuados a las necesidades reales de los pequeños pacientes, sin ceder a la tentación de la experimentación", el Papa recordó que el centro de toda intervención médica "debe ser siempre alcanzar el verdadero bien del niño, considerado en su dignidad de sujeto humano con plenos derechos. Es necesario, por tanto, cuidar de él con amor, para ayudarlo a afrontar el sufrimiento y la enfermedad, también antes del nacimiento, en la medida adecuada a su situación".
Benedicto XVI señaló que "teniendo en cuenta el impacto emotivo debido a la enfermedad y a los tratamientos a los que es sometido el niño, que con frecuencia son particularmente invasivos, es importante asegurarles una comunicación constante con los familiares".
"El enfermo, de modo especial el niño, comprende en particular el lenguaje de la ternura y del amor, expresado a través de un servicio atento, paciente y generoso, animado en los creyentes por el deseo de manifestar la misma predilección que Jesús tenía por los pequeños".
El Santo Padre subrayó que "cada ser humano tiene un valor en sí mismo, porque ha sido creado a imagen de Dios, y en la medida en que es más débil a la mirada del ser humano, es más precioso a los ojos divinos. ¡Con qué amor -exclamó- deber ser acogido entonces un niño todavía no nacido y con patologías médicas!". En este contexto, mencionó a los "niños huérfanos o abandonados a causa de la miseria y de la disgregación familiar; los que son víctimas inocentes del SIDA o de la guerra y de los numerosos conflictos armados", así como los que "mueren a causa de la miseria, de la sequía y del hambre".
"La Iglesia -añadió- no se olvida de estos hijos suyos más pequeños, y si elogia las iniciativas de las naciones más ricas para mejorar las condiciones de su desarrollo, advierte con fuerza el deber de invitar a prestar una mayor atención a estos hermanos nuestros, para que gracias a nuestra solidaridad puedan mirar a la vida con confianza y esperanza".
Benedicto XVI terminó agradeciendo a quienes "emplean energías personales y recursos materiales al servicio de los niños. Con particular reconocimiento, pienso en nuestro Hospital Bambino Gesú y en las numerosas asociaciones e instituciones socio-sanitarias católicas, que siguiendo el ejemplo de Jesucristo Buen Samaritano, y animadas por su caridad, sostiene y alivian humana, moral y espiritualmente a tantos niños que sufren, amados por Dios con singular predilección".
AC/NIÑOS ENFERMOS/… VIS 20081117 (590)
El Santo Padre afirmó que durante las sesiones de estos días habían puesto de manifiesto la situación difícil de "un numero muy considerable de niños en vastas regiones de la tierra" y que a pesar de que gracias a los progresos de la medicina se ha reducido notablemente la mortalidad infantil, "todavía queda mucho por hacer en este campo. Basta recordar -dijo- que cada año mueren cuatro millones de recién nacidos con menos de 26 días de vida".
"Hoy, el reto es desafiar la reaparición de muchas patologías que antes eran típicas de la infancia y favorecer en su conjunto el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de un conveniente estado de salud para todos los niños".
Tras poner de relieve la dificultad para lograr "un justo equilibrio entre insistir o desistir en la interrupción terapéutica para asegurar los tratamientos adecuados a las necesidades reales de los pequeños pacientes, sin ceder a la tentación de la experimentación", el Papa recordó que el centro de toda intervención médica "debe ser siempre alcanzar el verdadero bien del niño, considerado en su dignidad de sujeto humano con plenos derechos. Es necesario, por tanto, cuidar de él con amor, para ayudarlo a afrontar el sufrimiento y la enfermedad, también antes del nacimiento, en la medida adecuada a su situación".
Benedicto XVI señaló que "teniendo en cuenta el impacto emotivo debido a la enfermedad y a los tratamientos a los que es sometido el niño, que con frecuencia son particularmente invasivos, es importante asegurarles una comunicación constante con los familiares".
"El enfermo, de modo especial el niño, comprende en particular el lenguaje de la ternura y del amor, expresado a través de un servicio atento, paciente y generoso, animado en los creyentes por el deseo de manifestar la misma predilección que Jesús tenía por los pequeños".
El Santo Padre subrayó que "cada ser humano tiene un valor en sí mismo, porque ha sido creado a imagen de Dios, y en la medida en que es más débil a la mirada del ser humano, es más precioso a los ojos divinos. ¡Con qué amor -exclamó- deber ser acogido entonces un niño todavía no nacido y con patologías médicas!". En este contexto, mencionó a los "niños huérfanos o abandonados a causa de la miseria y de la disgregación familiar; los que son víctimas inocentes del SIDA o de la guerra y de los numerosos conflictos armados", así como los que "mueren a causa de la miseria, de la sequía y del hambre".
"La Iglesia -añadió- no se olvida de estos hijos suyos más pequeños, y si elogia las iniciativas de las naciones más ricas para mejorar las condiciones de su desarrollo, advierte con fuerza el deber de invitar a prestar una mayor atención a estos hermanos nuestros, para que gracias a nuestra solidaridad puedan mirar a la vida con confianza y esperanza".
Benedicto XVI terminó agradeciendo a quienes "emplean energías personales y recursos materiales al servicio de los niños. Con particular reconocimiento, pienso en nuestro Hospital Bambino Gesú y en las numerosas asociaciones e instituciones socio-sanitarias católicas, que siguiendo el ejemplo de Jesucristo Buen Samaritano, y animadas por su caridad, sostiene y alivian humana, moral y espiritualmente a tantos niños que sufren, amados por Dios con singular predilección".
AC/NIÑOS ENFERMOS/… VIS 20081117 (590)
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