CIUDAD DEL VATICANO, 30 OCT 2008 (VIS).-La nueva embajadora de Canadá ante la Santa Sede, Anne Leahy, presentó esta mañana en el Vaticano sus cartas credenciales a Benedicto XVI.
En el discurso que dirigió a la diplomática, el Santo Padre citó en primer lugar las palabras de Juan Pablo durante su viaje a Canadá en 2002, cuando afirmó que los canadienses eran "herederos de un humanismo extraordinariamente rico, gracias a la fusión de muchos elementos culturales diversos. Pero el núcleo de vuestro patrimonio es la visión espiritual y trascendente de la vida, basada en la revelación cristiana, que ha dado un impulso vital a vuestro desarrollo de sociedad libre, democrática y solidaria, reconocida en todo el mundo como adalid de los derechos humanos y de la dignidad humana".
El Papa recordó después que dentro de poco se cumplirán 40 años de las relaciones diplomáticas entre Canadá y la Santa Sede, y elogió la vocación de ese país a la hora de "fomentar la colaboración multilateral en favor de la solución de numerosos problemas que suponen un reto para la humanidad de nuestra época". El Santo Padre citó a este respecto "el compromiso de Canadá y la Santa Sede con otros países, para apoyar la aplicación del Tratado para la prohibición de las minas anti-persona y para promover su extensión a todo el mundo. (...) Al mismo tiempo, Canadá y la Santa Sede, junto a otras naciones, se esfuerzan por contribuir a la estabilidad, la paz y el desarrollo en la región de los Grandes Lagos en África".
Citando las palabras de la nueva embajadora, Benedicto XVI reafirmó que "el catolicismo, gracias a sus instituciones y a la cultura que ha promovido representa una piedra angular en el edificio de la sociedad canadiense. Sin embargo, en nuestros días, se notan cambios profundos que son visibles en diversos ámbitos y a veces preocupan, hasta el punto de preguntarse si no significan una regresión en la concepción del ser humano. Esos cambios conciernen sobre todo a los sectores de la defensa y la promoción de la vida y de la familia basada en el matrimonio natural".
En ese contexto, "una cultura de la vida podría alimentar nuevamente el conjunto de la existencia personal y social de Canadá. "Para ello -dijo el Papa-, creo que es necesario definir de nuevo el sentido del ejercicio de la libertad, (...) percibido cada vez más como un valor absoluto, un derecho intangible del individuo, ignorando la importancia de los orígenes divinos de la libertad y de su dimensión comunitaria. (...) Según esta interpretación solamente el individuo puede decidir y elegir la fisonomía, características y finalidades de la vida, de la muerte y del matrimonio".
"La verdadera libertad -observó- se basa y se desarrolla en último lugar en Dios. Es un don que es posible acoger como germen para que madure de forma responsable y enriquezca a la persona y a la sociedad. El ejercicio de esa libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carácter universal, que precede y unifica todos los derechos y los deberes. En esta perspectiva, quisiera manifestar mi apoyo a todas las iniciativas de los obispos de Canadá en favor de la vida familiar y por lo tanto de la dignidad del ser humano".
Por último, Benedicto XVI habló de las escuelas católicas en ese país, que "gracias a su contribución en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, preparándolas al diálogo entre los diferentes componentes de la nación, cumplen una exigencia constante de la misión de la Iglesia, por el bien de todos, y enriquecen el conjunto de la sociedad canadiense".
CD/CREDENCIALES/CANADA:LEAHY VIS 20081030 (610)
En el discurso que dirigió a la diplomática, el Santo Padre citó en primer lugar las palabras de Juan Pablo durante su viaje a Canadá en 2002, cuando afirmó que los canadienses eran "herederos de un humanismo extraordinariamente rico, gracias a la fusión de muchos elementos culturales diversos. Pero el núcleo de vuestro patrimonio es la visión espiritual y trascendente de la vida, basada en la revelación cristiana, que ha dado un impulso vital a vuestro desarrollo de sociedad libre, democrática y solidaria, reconocida en todo el mundo como adalid de los derechos humanos y de la dignidad humana".
El Papa recordó después que dentro de poco se cumplirán 40 años de las relaciones diplomáticas entre Canadá y la Santa Sede, y elogió la vocación de ese país a la hora de "fomentar la colaboración multilateral en favor de la solución de numerosos problemas que suponen un reto para la humanidad de nuestra época". El Santo Padre citó a este respecto "el compromiso de Canadá y la Santa Sede con otros países, para apoyar la aplicación del Tratado para la prohibición de las minas anti-persona y para promover su extensión a todo el mundo. (...) Al mismo tiempo, Canadá y la Santa Sede, junto a otras naciones, se esfuerzan por contribuir a la estabilidad, la paz y el desarrollo en la región de los Grandes Lagos en África".
Citando las palabras de la nueva embajadora, Benedicto XVI reafirmó que "el catolicismo, gracias a sus instituciones y a la cultura que ha promovido representa una piedra angular en el edificio de la sociedad canadiense. Sin embargo, en nuestros días, se notan cambios profundos que son visibles en diversos ámbitos y a veces preocupan, hasta el punto de preguntarse si no significan una regresión en la concepción del ser humano. Esos cambios conciernen sobre todo a los sectores de la defensa y la promoción de la vida y de la familia basada en el matrimonio natural".
En ese contexto, "una cultura de la vida podría alimentar nuevamente el conjunto de la existencia personal y social de Canadá. "Para ello -dijo el Papa-, creo que es necesario definir de nuevo el sentido del ejercicio de la libertad, (...) percibido cada vez más como un valor absoluto, un derecho intangible del individuo, ignorando la importancia de los orígenes divinos de la libertad y de su dimensión comunitaria. (...) Según esta interpretación solamente el individuo puede decidir y elegir la fisonomía, características y finalidades de la vida, de la muerte y del matrimonio".
"La verdadera libertad -observó- se basa y se desarrolla en último lugar en Dios. Es un don que es posible acoger como germen para que madure de forma responsable y enriquezca a la persona y a la sociedad. El ejercicio de esa libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carácter universal, que precede y unifica todos los derechos y los deberes. En esta perspectiva, quisiera manifestar mi apoyo a todas las iniciativas de los obispos de Canadá en favor de la vida familiar y por lo tanto de la dignidad del ser humano".
Por último, Benedicto XVI habló de las escuelas católicas en ese país, que "gracias a su contribución en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, preparándolas al diálogo entre los diferentes componentes de la nación, cumplen una exigencia constante de la misión de la Iglesia, por el bien de todos, y enriquecen el conjunto de la sociedad canadiense".
CD/CREDENCIALES/CANADA:LEAHY VIS 20081030 (610)
No hay comentarios:
Publicar un comentario