CIUDAD DEL VATICANO, 29 JUN 2008 (VIS).-A las 9,30 de hoy, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, Benedicto XVI celebró la Eucaristía en la basílica vaticana, en la que participó el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I. Concelebraron con el Santo Padre los 40 nuevos arzobispos metropolitanos, a los cuales el pontífice les impuso el Palio sagrado.
El Papa y el Patriarca Ecuménico entraron juntos a la basílica de San Pedro precedidos por los diáconos ortodoxo y latino que llevaba el Libro de los Evangelios.
Después de la lectura del Evangelio proclamado en latín y griego, el Santo Padre presentó al Patriarca Ecuménico a la asamblea, y posteriormente ambos pronunciaron la homilía.
Hablando de los santos apóstoles patronos de Roma Benedicto XVI afirmó que "mediante su martirio, su fe y su amor ambos indican donde está la verdadera esperanza y son fundadores de un nuevo tipo de ciudad, que debe formarse en modo renovado y siempre en medio de la vieja ciudad humana, que es amenazada por las fuerzas contrarias del pecado y del egoísmo de los hombres".
"Podemos decir -continuó- que su martirio, en lo más profundo, es la realización de un abrazo fraterno. Ellos mueren por el único Cristo y, en el testimonio por el que dan la vida son una sola cosa. En los escritos del Nuevo Testamento podemos seguir, por decir así, el desarrollo de su abrazo, de este hacer unidad en el testimonio y en la misión".
El Papa puso de relieve que si bien Pablo "normalmente va a los lugares en los que no ha sido anunciado el Evangelio, Roma constituye una excepción. Allí encuentra una Iglesia de cuya fe habla el mundo. Ir a Roma forma parte de la universalidad de su misión como enviado a todos los pueblos; (...) es expresión de la catolicidad de su misión. Roma debe hacer visible la fe a todo el mundo, debe ser el lugar de encuentro de la única fe".
Refiriéndose a Pedro, el Santo Padre señaló que "deja la presidencia de la Iglesia cristiano-judía a Santiago el Menor, para dedicarse a su verdadera misión: el ministerio para la unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos".
La "misión permanente de san Pedro -subrayó- es hacer que la Iglesia no se identifique jamás con una sola nación, con una sola cultura o con un solo estado. Que sea siempre la Iglesia de todos. Que reúna a la humanidad más allá de las fronteras y que, en medio de las divisiones de este mundo, haga presente la paz de Dios, la fuerza reconciliadora de su amor".
Dirigiéndose a los arzobispos que iban a recibir el palio, el Santo Padre dijo que el gesto de colocarlo en los hombros "nos recuerda al Pastor que carga sobre sus hombros a la oveja perdida, que por sí sola no encuentra el camino hacia casa y la conduce al redil. Los Padres de la Iglesia han visto en esta oveja la imagen de toda la humanidad, de toda la naturaleza humana, que se ha perdido y no encuentra el camino a casa" y el Pastor que la lleva a casa es "la Palabra eterna de Dios mismo". Sin embargo, añadió, Dios "quiere que haya hombres que "lleven" junto con El. Ser pastor de la Iglesia de Cristo significa participar en este tarea".
"De esta manera -afirmó-, el palio se convierte en símbolo de nuestro amor por el Pastor Cristo y de nuestro amar con El; (....) de la llamada a amar a todos con la fuerza de Cristo, para que encuentren a El y en El a si mismos".
Benedicto XVI concluyó haciendo hincapié en que el palio "nos habla de la catolicidad de la Iglesia, de la comunión universal de Pastor y rebaño. Y nos conduce a la apostolicidad: a la comunión con la fe de los apóstoles, sobre la que se funda la Iglesia".
Al final de la misa y antes de rezar el Angelus, el Papa señaló que al caer este año en domingo la fiesta de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, "toda la Iglesia, y no sólo la de Roma, la celebra en forma solemne".
Refiriéndose al Año Paulino, que ayer inauguró oficialmente, el pontífice afirmó que "como es natural, tendrá como centro Roma, en particular la Basílica de San Pablo Extramuros y el lugar del martirio, las Tres Fuentes. Sin embargo, abarcará a toda la Iglesia, a partir de Tarso, ciudad natal de Pablo, y de los otros lugares paulinos meta de peregrinaciones en la actual Turquía, así como en Tierra Santa, y en la isla de Malta, donde el Apóstol, después del naufragio, esparció las semillas fecundas del Evangelio".
El Papa puso de relieve que "en realidad, el horizonte del Año Paulino sólo puede ser universal, porque San Pablo ha sido por excelencia el apóstol de aquellos que respecto a los Judíos eran "los lejanos" y que "gracias a la sangre de Cristo" se han convertido "en cercanos". Por eso, también hoy, en un mundo que se ha hecho "pequeño", pero donde muchísimos aún no han encontrado al Señor Jesús, el jubileo de San Pablo invita a todos los cristianos a ser misioneros del Evangelio".
"Como subraya la liturgia, los carismas de los dos grandes Apóstoles son complementarios para la edificación del único Pueblo de Dios y los cristianos no pueden dar testimonio válido de Cristo si no están unidos entre sí".
Benedicto XVI concluyó invitando a todos a rezar por "estas grandes intenciones: Año Paulino, evangelización, comunión en la Iglesia y plena unidad de todos los cristianos, confiándolas a la celestial intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles".
HML/SANTOS PEDRO:PABLO/BARTOLOME I VIS 20080630 (900)
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